En un inmenso caldero se cocinan incomprensiones, dobleces y angustias. La receta de la crispación cobra forma, y es un plato que se sirve caliente. Veamos cómo guisar un conflicto educativo, con porteros en huelga, escuelas sucias y sin clases por semanas, padres enojados y dispuestos a limpiar por mano propia.
Primero paso: deje el gobierno provincial macerar los reclamos. Haga de cuenta que no pasa nada, y tómese su tiempo para responder. Asuma que un cambio de administración aborta toda continuidad jurídica con la anterior. Aún cuando fuese del mismo signo político. Si el que se va llama a paritaria, en nada obligará al que viene... Y así pueden pasar meses, cuando no años.
Segundo paso: estén los gremios siempre prestos al paro. La huelga es una herramienta legal y legítima, que debería jugarse como recurso de última instancia en la escalada de un conflicto. Pero cuando se está inclinado al paro como primer y único método, se está más cerca de una inmediatez prepotente que de una protesta digerible para el resto de la sociedad.
Conviene insistir: la huelga es irreprochable cuando aquel que demanda se ve empujado a ella por la sordera ajena, pero en la conciencia de cada uno deberían pesar antes unas pocas preguntas: ¿Hemos llegado al límite? ¿Hemos agotado todos los recursos, todas las herramientas?
En la Argentina de estos días, los conflictos necesitan de la mediatización para "existir". Es un raro fenómeno que ya fue advertido hace cuando menos tres décadas por autores como Eliseo Verón o Furio Colombo. Un paro, un corte de ruta, es un acto mensurable y mostrable. Importa más exhibir fuerza que comprender y ser comprendido. Alguien dijo que una imagen vale más que mil palabras. Pero las imágenes repetidas cansan, y el resultado nunca puede ser bueno si se abandona la palabra como instrumento.
Tercer paso: Confundamos propios y extraños, ciudadanos todos, derecho con justicia. Aunque lo parezcan, no son sinónimos. Si hubiese justicia, el derecho de los más vulnerables debería resguardarse primero. Pero en la práctica, unos hacen huelgas; los que deben acusar recibo miran para otro lado, y los chicos siguen sin clases. Todos tienen derechos, pero unos tienen más derechos que otros.
Cuarto paso: sea el municipio valiente pero fatalmente desprolijo. No alcanza con que la intendenta Sapag se incline por los padres desesperados, y se permita aceptar el criterio de formar con ellos cuadrillas de limpieza, invocando por acta una "autorización informal" del ministro de Educación.
¿Qué carámbanos es una autorización informal de un ministro? A los padres les cerraron las puertas de las escuelas en la cara y los dejaron con el lampazo en ristre. La verdad es que los directores no podían hacer otra cosa.
Quinto paso: confundamos todos la noción de estado. Es cierto que el estado es una organización social, jurídica y política, que detenta la fuerza pública en un territorio dado, y está dotado de un "poder de mando originario", al decir de Georg Jellinek. También es cierto que los pueblos no deliberan ni gobiernan sino es a través de sus representantes. Pero los ciudadanos no pueden suponer que todo les debe ser dado por el estado sólo porque pagan los impuestos (cuando los pagan), así como los gobernantes no pueden suponer que las personas deben limitarse a peticionar para irse luego a casa a ver "bailando por un sueño"..
La mesa está servida.
FERNANDO BRAVO
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