Cuando Rubén Costas, el prefecto del departamento boliviano de Santa Cruz, vaticinó que el referéndum autonomista que se celebrará mañana daría a luz a "una nueva república", el presidente Evo Morales y sus colaboradores entendieron que lo que tenía en mente era el nacimiento de un nuevo país independiente. Sin embargo, aunque el movimiento separatista en Santa Cruz es bastante fuerte, sus dirigentes juran que se sentirían satisfechos con un esquema menos centralizado que el actual. Comparten su actitud los líderes de los otros departamentos, Pando, Beni y Tarija, que con Santa Cruz conforman la "media luna" oriental que se opone a la hegemonía del altiplano. Si bien muchos quisieran cortar los lazos con La Paz, comprenden que por ahora les convendría moderar sus reclamos y de este modo reducir el riesgo de que se produzcan enfrentamientos entre sus simpatizantes y los partidarios del gobierno de retórica izquierdista de Morales, un político que a pesar de afirmarse pacifista alcanzó su puesto gracias a su voluntad de emplear medios violentos. Así y todo, ni las fuerzas armadas bolivianas ni la policía parecen dispuestas a participar de lo que podría convertirse en una guerra civil, de suerte que el desenlace más probable sigue siendo un arreglo más federal que el actual.
Dadas las circunstancias, un mayor grado de autonomía para los departamentos de la "media luna" sería la alternativa menos mala. Si fuera cuestión de elegir entre la centralización que por motivos evidentes prefiere el gobierno de Evo por un lado y el separatismo por el otro, no habría manera de impedir que se produjera un conflicto sumamente grave porque los intereses de los sectores en pugna son irreconciliables. No sólo se trata del deseo de los líderes de Santa Cruz y los demás departamentos rebeldes que poseen buena parte de los recursos naturales de Bolivia de dejar de subsidiar a los habitantes paupérrimos del altiplano, sino también de profundas diferencias étnicas, lingüísticas y culturales. Mientras que la elite cruceña es mayormente de origen europeo, en el altiplano predominan los indígenas de habla quechua o aymará. Pese a la emigración hacia Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija de indígenas en busca de oportunidades económicas, Bolivia es un país cuyas divisiones étnicas y culturales son decididamente más llamativas de lo que eran las de la ex Yugoslavia en vísperas de la serie de guerras civiles brutales, acompañadas por la "limpieza étnica", que la destrozaron, razón por la que no es del todo sorprendente que las zonas más prósperas siempre se hayan caracterizado por los anhelos separatistas de los convencidos de que su nivel de vida sería mucho mejor si no tuvieran responsabilidad por el destino de una región montañosa que constituye la parte más pobre de toda América del Sur.
De más está decir que la situación así supuesta se ha visto agravada por las aspiraciones "revolucionarias" de Morales, un aliado predilecto del caudillo "bolivariano" venezolano Hugo Chávez. Los temores ocasionados por la sospecha de que Chávez está ayudando a armar y entrenar a los leales a Morales con el propósito de provocar una convulsión que, entre otras cosas, entrañaría la subordinación absoluta de la "media luna" a los dictados de un régimen resuelto a dar prioridad a los intereses de los pueblos indígenas, han contribuido enormemente a calentar los ánimos. Asimismo, aunque el primer mandatario boliviano ha criticado con dureza el referéndum, calificándolo de ilegal y separatista, sus esfuerzos por dotar al país de una nueva Constitución no se han caracterizado por el respeto por la legalidad. De haber actuado con más moderación el gobierno central, el riesgo de una conflagración sería mucho menor, pero mientras que la vehemencia revolucionaria del presidente y de los líderes de agrupaciones indígenas los ha ayudado a afianzarse en el altiplano donde, por motivos comprensibles, la mayoría se siente postergada y quisiera poner fin a un orden ya tradicional no tan distinto del vigente en África del Sur antes de que el gobierno blanco racista optara por tirar la toalla, en la "media luna" ha tenido un efecto diametralmente opuesto, al brindar a los separatistas argumentos persuasivos para resistirse a las pretensiones de Morales y sus partidarios.