BAHIA BLANCA (Especial, S.H.).- El teniente coronel (r) Julián Corres, reconocido por los sobrevivientes del centro clandestino "La Escuelita" de Bahía Blanca como uno de los principiales torturadores del lugar, negó su participación en los tormentos y aseguró conocer el funcionamiento del lugar sólo "por afuera".
El militar retirado que en 1976 integraba el departamento de inteligencia en Bahía Blanca negó su responsabilidad en los secuestros, homicidios y torturas que le imputó la Fiscalía durante la indagatoria en el juzgado federal a cargo del juez Alvarez Canale.
Corres permaneció más de un año prófugo de la Justicia y fue hallado por Interpol para responder ante el juez por las acusaciones de crímenes de
lesa humanidad que se le endilgaron.
Los sobrevivientes de la tortura declararon ante la justicia que Corres "era uno de los interrogadores más feroces" que había en el centro clandestino y "hacía alarde de disfrutar con el uso la picana y otros tormentos".
Pero "El Laucha" -como se lo apodaba- negó haber participado de las sesiones de tortura y dijo que al conocer de los tormentos, le planteó su disidencia a sus superiores, pero que no podía presenciarlos porque se trataba de "información secreta".
En la causa, algunas de las víctimas describieron los abusos a los que fueron sometidas por "El Laucha" mientras permanecían atadas y con vendas en los ojos durante el cautiverio en el centro clandestino que funcionó en las dependencias del V cuerpo del Ejército.
En su descargo, Corres dijo que los secuestrados podrían conocer su alias por "trascendidos" de los suboficiales que le llamaban así, al tiempo que indicó que le decían "El Laucha" desde su promoción, porque tenía "fallas en la presencia" que se esperaba de un militar.
Dijo que sabía del funcionamiento del "Lugar de Reunión de Detenidos" -como denominó al centro clandestino- porque se ocupaba de la "guardia externa" del lugar.
"En el LRD, mi personal me decía jefe", dijo Corres siempre en alusión a su sobrenombre al tiempo que insistió en que nunca participó de lo que pasaba adentro; aunque describió puntillosamente el interior del centro y la sala de los interrogatorios.
Responsabilizó al fallecido suboficial Santiago Cruciani como el interrogador (junto a un grupo de gente que dijo desconocer) y al fundador de los centros clandestinos de detención en Tucumán y Neuquén, Adel Vilas -declarado incapaz para presentarse ante la justicia- como los oficiales superiores que conocían a fondo sobre la operatividad del "LRD".