Recostado definitivamente en el justicialismo -lo disciplinó igual que al gobierno de su esposa, Cristina Fernández, al forzar la salida del ministro Martín Lousteau-, Néstor Kirchner, redobló la apuesta en la pelea contra el campo. Y a la vez habilitó, desde la dureza, una negociación para tratar de alcanzar un acuerdo satisfactorio con las cuatro entidades agropecuarias antes del viernes próximo sin abjurar del "proyecto K".
"Les entregamos una cabeza (la de Lousteau, cara visible de las resistidas retenciones móviles) y retrotrajimos al 10 de marzo la situación para los medianos y pequeños productores. Ampliamos la exportación cárnica y dimos beneficios lácteos ¿Qué más quieren? ¿Gobernar? ¿Una rendición incondicional? Nunca".
Así se expresó un vocero oficialista, minutos antes de que el titular de la AFIP, Carlos Fernández, asumiera la titularidad de Economía, en presencia de dirigentes de las entidades rebeldes que, en apariencia conformes con el "fusible" que se hizo saltar, fueron a la Casa Rosada en señal de "buena predisposición al diálogo pese a los agravios inferidos", según destacó Mario Llambías, de CRA.
En las vísperas del fin de la tregua unilateral, prevista para el próximo dos de mayo, Kirchner descalificó a los que pretenden "enfriar la economía" y a los chacareros que, como el entrerriano Alfredo De Angeli, se ufanaron de tener armas e insinúan volver a las rutas a partir del sábado.
"Duele que argentinos que ganaron muchísimo dinero miren con la nuca y la espalda al resto de los argentinos... llenaron de humo los campos, nos subieron los precios por especulación y nos desabastecieron de alimentos ... sinvergüenzas...".
Kirchner lanzó sus advertencias en el primer acto como presidente del Partido Justicialista, en Ezeiza, un territorio emblemático para el peronismo y donde el intendente Alejandro Granados reivindicó la figura del extinto sindicalista ortodoxo Lorenzo Miguel. Allí empezó a brillar la estrella del metalúrgico Antonio Caló como factor de equilibrio al poder del camionero Hugo Moyano en la CGT.
El sociólogo Torcuato Di Tella justificó ante "Río Negro" la decisión estratégica de Kirchner de refugiarse en el peronismo "ante el avance de la derecha", aunque alertó que si el gobierno quiere no perder tantos votos de la clase media (espantados por estas horas) en las legislativas del 2009 tendrá que esforzarse por recuperar a sectores progresistas no peronistas.
En tal sentido, a través del vicepresidente Julio Cobos, hubo esfuerzos para contener a los radicales K descontentos porque son ignorados en el momento de tomar decisiones trascendentes. La presidenta Cristina Fernández tuvo ya un interesante diálogo con el senador Pablo Verani, de Río Negro, quien será apoyado por la bancada mayoritaria del PJ para ser consagrado jefe de la comisión de Ciencia y Tecnología de la cámara alta.
La ida de Lousteau tuvo como contrapartida la ratificación del polémico secretario de Comercio, Guillermo Moreno, a quien algunos ruralistas mencionaban por lo bajo como "el monje negro" que boicoteaba las conversaciones.
Queda clara, entonces, la influencia intacta del ex mandatario Kirchner, quien vetó el ascenso del titular del Banco Central, Martín Redrado (por estar, precisamente, "volcado a la derecha") y apresuró la salida del joven Lousteau, mimado por Cristina y el jefe de gabinete, el "cansado" Alberto Fernández.
Kirchner es en la intimidad aún más despiadado que cuando está al frente de un atril. Nunca estuvo de acuerdo con el nombramiento de Lousteau, a quien consideraba un "bienudo individualista" que "no comulga con nuestro proyecto".
El nuevo Fernández, Carlos es "un cuadro técnico" de perfil bajo subordinado a un Kirchner que repite en estos días agitados: "O se está conmigo, o se van". Esta afirmación alude a la sociedad amplia con su esposa, que se dedicará a la gestión pura, mientras él construye poder político como "un soldado". Un comandante, en rigor.
El nombre de Roberto Lavagna también flotó en el aire, tras su frustrada incorporación al PJ como vicepresidente primero. Kirchner asegura que nunca le ofreció esa posibilidad. No lo haría con competidor que aún aspira a ir a la Cancillería si es que el 25 de mayo hay un relanzamiento del gobierno de Cristina.
Lavagna tiene la contra de Kirchner. "Sus ideas son viejas. Cree que está en el bronce y los únicos que están en el bronce son los próceres", se le escuchó decir al pingüino durante su visita a Mendoza, el viernes pasado.
¿Qué pasará? ¿Seguirán incendiándose los campos? El rebenque en la mano que blande Kirchner impedirá una fórmula pacífica?
¿Cuál será la receta del oficialismo? "Arreglemos esta difícil coyuntura. No la compliquemos más -dirán en tono amistoso- y después del 25 de mayo veamos las grandes líneas para los próximos años".
Kirchner, Carlos Fernández y el secretario de Hacienda, el ratificado Juan Carlos Pessoa, seguirán manejándose con "la libreta de almacenero" y contabilizarán lo que entra y lo que sale, cuidando el superávit de las cuentas públicas.
Moreno, el custodio de los supermercados, recibió una nueva orden: "Hay que decirles a los muchachos que las góndolas no se tocan. Tiene que haber productos a precios accesibles para todos los argentinos".
Los chacareros del interior de "base" siguen recelosos. Son conscientes lo impopular que podrían ser si vuelven a los piquetes. Sin embargo, preparan una asamblea multitudinaria para el sábado en Santa Fe y no descartan otras medidas para continuar su lucha en un país que lleva 6 años de crecimiento consecutivo. Y con Fernández (Aníbal, tambalea en Justicia) por doquier que, además de la presidenta, parecen estar casados con Kirchner.
ARNALDO PAGANETTI
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