No sólo es económico y político el debate que se plantea hoy ante la crisis mundial de los alimentos. Sino que también tiene una mirada social, cultural y ecológica. Es por ello que la respuesta de los expertos en la lucha contra el hambre y la pobreza es la "vuelta a las raíces".
Almenos así lo hizo saber en París el consejo agrícola mundial, un proyecto de la ONU similar al del consejo climático mundial, que exige en un informe de expertos un regreso de la agricultura global a las probadas tradiciones.
Los métodos de producción y el empleo de semillas tradicionales, el uso de abono natural o caminos más cortos entre productores y consumidores: lo que los científicos proponen suena a una marcha atrás y supondría al mismo tiempo una reforma agraria global radical.
El argumento de los investigadores es que la producción industrial intensiva en capital de nuestros alimentos en su forma actual, así como el uso de pesticidas, destruye el suelo, el agua y la diversidad de especies, contribuye al cambio climático y utiliza unidireccionalmente los terrenos fértiles.
Durante tres años, unos 400 expertos del sector agrario trabajaron en el informe, apoyados por organizaciones internacionales de renombre como el Banco Mundial o la Organización de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
La espiral de precios de los alimentos en los mercados mundiales gira desde hace tiempo al alza, pero los sucesos de las épocas recientes añadieron una inimaginable realidad destructora a las conclusiones al trabajo del consejo mundial agrario: la carestía de los alimentos provocó en muchos países pobres saqueos y violencia, decenas de estados bloquearon sus exportaciones o encargaron al Ejército vigilar las reservas estatales.
Los expertos reconocen sin límites el hecho de que la agricultura moderna, comenzando hace unas cinco décadas, ha atraído un "aumento significativo" de la producción de alimentos, "pero las ventajas se repartieron de forma desigual y tuvieron un precio cada vez más inaceptable que deben pagar pequeños agricultores, trabajadores, zonas rurales y el medio ambiente", asegura el informe.
Los autores del informe critican duramente el sistema de comercio mundial con las masivas subvenciones agrarias en Europa y Estados Unidos, con las que los países pobres no pueden mantenerse. "Los países en desarrollo más pobres pierden en la mayoría de escenarios de liberalización", asegura el jefe del consejo, Robert Watson, científico jefe del Ministerio de Medio Ambiente británico.
La Unión Europea dio ya un paso en la dirección correcta en opinión de los investigadores: con la reforma agraria, los europeos decidieron en 2003 dejar de pagar a los agricultores, excepto en unas pocas excepciones, subvenciones directamente vinculadas a las cantidades producidas.
En vez de ello, los agricultores tienen que someterse hoy en día a las condiciones medio ambientales pertinentes y cuidar la vida animal paisajística. Por ello, reciben dinero por mantener superficies sin cultivar o en actividad no intensiva. Los incentivos para la protección medio ambiental deben ahora aumentarse, exigió la co-autora Marianne Lefort, del instituto parisino de ciencias biológicas AgroParisTech.
Las soluciones propuestas se centran en el uso sostenible de las tierras y en soluciones para los pequeños agricultores en los países en desarrollo, responsables de una gran parte de la producción mundial de alimentos. Además, los expertos criticaron el creciente uso de materias primas alimenticias para fabricar biocombustibles en Europa o Brasil, pues amenaza con contribuir a aumentar el hambre en el mundo.