|
Los consumidores vienen recibiendo un fuerte impacto en el costo de vida producido por el alza constante de los precios de los alimentos. En estos últimos años, el aumento de precios de los bienes comestibles, en especial de los granos y la carne, ha alterado la accesibilidad alimentaria a un alto porcentaje de población. Es contradictoria esta situación con el permanente crecimiento de la productividad agropecuaria originada en la revolución tecnológica aplicada al campo desde hace más de una década. Los países productores registran cifras records cada temporada; sin embargo, dicha producción no es accesible a igual masa de habitantes de la campaña anterior, por el efecto precio de los productos. También contribuye a profundizar la crisis el aumento de la demanda de países como China, India, Malasia, etc. que incorporan día a día más trabajadores consumidores de alimentos, con dinero para adquirir los mismos. Para darle un nombre a este fenómeno, la economía ha acuñado uno nuevo: agflation, que proviene de apocopar un nombre compuesto tomando agricultura e inflación. En otras palabras, inflación generada en el aumento de los precios agrícolas. Antes de seguir con esta idea, conviene expresar este neologismo en una forma "castellana", con más propiedad debiera denominarse "agflación". Completa el cuadro de situación, el abrupto aumento de precio de los granos que se destinan a la producción de biocombustibles. Lo cierto es que los nuevos niveles de precio de los alimentos dejan afuera a una gran cantidad de habitantes que no pueden acceder. Los valores crecientes de la tonelada de granos en el mercado de Chicago realimentan el alza y promueven en los países productores la inversión en producción de los cereales más rentables, lógicamente. El incremento en el precio de la soja provoca el incremento del precio de la carne de cerdo, de la cual es un insumo importante, y así se pueden mencionar otros ejemplos. Las organizaciones de consumidores han manifestado aisladamente su descontento y preocupación. En el caso de México, hubo protestas por el abrupto aumento del precio de la tortilla de maíz, motivado por la decisión de producir etanol a partir del maíz en el país vecino. En Alemania, en el 2007, la manteca subió de 0,79 a 1,19 euros; en Polonia, el litro de lecha descremada pasó de 0,40 a 0,60 centavos de euros. Todo este panorama, tan brevemente descripto, lleva al siguiente contrasentido: el campo produce cada vez más, incrementando la oferta; sin embargo, una mayor proporción de la población deja de acceder a los alimentos. En otras palabras, siendo desde los tiempos más remotos la función del campo la fuente para la producción de alimentos, hoy sucede que cuanto más produce, menos alimenta. Es algo que requiere ser analizado. Esta revisión y reordenamiento han de tener como objetivo contemplar el interés de los consumidores, del país y del beneficio de los productores. Una fórmula difícil de plantear en principio. Se acentúa la "agflación" a partir de la fuerte suba de la demanda de productos para consumo humano como maíz, caña de azúcar, colza, canola, etc., para ser destinados como materia prima de los biocombustibles. A nuestro país no le va mucho mejor, a pesar de ser productor líder en alimentos vegetales, del crecimiento de los precios de la soja demandada por Oriente, los cereales alternativos del biodiésel inciden en los precios de los sucedáneos, afectando el costo de vida de la población. Por otra parte, asistimos a una puja por los ingresos derivados de la exportación. El tipo de cambio dólar adelantado, además de hacer los precios más competitivos, ha dado lugar un sistema de retenciones que apunta a que se liquiden los embarques a tantos pesos como pueda ser la paridad natural. Sin embargo, los insumos importados son liquidados al cambio de $ 3,20 aproximadamante, generando una asimetría entre ingresos y costos. Por otra parte, para completar el escenario, los productores y exportadores reclaman con medidas de fuerza la eliminación de las retenciones. Entonces, en esta sorda conversación ha de ser de utilidad sincerar las cosas: el tipo de cambio alto, adelantado por encima de la paridad natural, esa diferencia no es del exportador, al menos no en su totalidad, es del país, que la lleva adelante en virtud de una politica económica determinada. La otra cuestión importante a resolver es que la diferencia de ingresos obtenida por las retenciones no debiera ser disponible en su totalidad por la administración central, sino compartida con las provincias. Estas discrepancias, al añadir mayor incertidumbre en la actividad, es un factor adicional que favorece la indeseable "agflación". ALEJANDRO JOFRÉ (*) Especial para "Río Negro" (*) Contador público
|
|