El musical es un género difícil y complejo.
Ubicado a medias entre el teatro y la danza, combina diversas estéticas y tiene múltiples exigencias. A aquellas que impone la solidez argumental suma la necesidad de destreza física, de ajustes técnicos, de dramaturgia, escenografía y vestuario, de calidad poética de las canciones, y las vinculadas con la composición, los arreglos, la instrumentación y la grabación musical.
Y la obra de teatro musical "Pacto por un blues" del dramaturgo Juan Raúl Rithner, creada y producida por un grupo independiente de artistas roquenses de diversas disciplinas, logra un óptimo nivel de calidad en todos esos planos y constituye un espectáculo que se ubica a la altura de su ambiciosa propuesta.
La historia es una interesante recreación del mito universal de que un pacto con el Diablo es la mejor llave para el éxito pero también un pasaporte a la desdicha.
Al eje temático, el autor -Juan Raúl Rithner- ha sabido combinarlo con elementos que le aportan actualidad y tensión dramática al argumento. Varios mitos rurales patagónicos hasta la comunicación por celulares y los fraudes de pseudo iglesias se conjugan en una ficción creíble, sostenida desde la dramaturgia con el aprovechamiento de luz, color, sonido y movimiento.
En el elenco, se destacan las voces y actuaciones de las dos protagonistas femeninas -Gladys Aristimuño y Karina Acosta- y del actor, coreógrafo y director general, Marcio Chinetti. Son el trípode que sostiene la acción, con profesionalismo y calidad. Completan el elenco Ricardo Peinado, Alba Stucchi, Claudia Roldán, Paola Pell y Patricio Seguel.
Lo que brilla con luz propia es la musicalización a través de bandas grabadas por excelentes intérpretes, entre quienes se destaca el pianista César Lefiñanco.
La composición de los temas es meritoria y corresponde a Fernando Carmona, al igual que los arreglos instrumentales e interprestaciones de guitarra y coros. De la banda de sonido participan también Jairo Queupul (teclado), Silvia Vouillat (efectos y teclado), Facundo Cides (bajo), Adrián Vivas (percusión), Fabián Poblete (batería) y Karina Acosta y Fladys Aristimuño en coros.
La relación entre austeridad de recursos y el resultado obtenido habla muy bien de Marcio Chinetti tanto en su rol de diseño de escenografías -que desempeñó junto con Mariano Herrera y Roberto Limonao- como en la dirección general. Ingenio, telones, luces y efectos especiales logran ubicar la acción en diversos tiempos y lugares.
Cualquier persona que haya participado de un trabajo artístico grupal o colectivo sabe que una obra de estas características sólo es posible con un inmenso compromiso de todos sus partícipes. Por eso, en este caso asombra que detrás de un espectáculo tan costoso y complejo -que ha demandado gastos y dos años de elaboración, ensayos y producción- no existe una institución solvente y consolidada. Sino 25 personas que se animaron a soñar, se encadenaron al proyecto y tuvieron la fe -y la tozudez- suficiente como para concretarlo.
ALICIA MILLER
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