Domingo 20 de Abril de 2008 > Carta de Lectores
El caso Patti

La mayoría de los diputados nacionales no quiere permitir que el ex comisario Luis Patti asuma la banca que ganó, con casi 400.000 votos a su favor, en las elecciones del 2005, y con toda seguridad logrará hace valer su voluntad pese a que según la Corte Suprema, nada menos, no tiene derecho a excluirlo. Por tratarse de un conflicto entre los intereses políticos de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su marido por un lado y la Justicia por el otro, el desenlace ya está escrito: el diputado electo será privado de sus fueros para que se siga investigando los delitos de lesa humanidad que se le imputan. Para el matrimonio gobernante, la eventual incorporación de Patti al Congreso constituiría un revés intolerable y, si bien abundan los legisladores oficialistas que no comparten su entusiasmo por ver castigados a los vinculados con la represión ilegal -pero no a los terroristas que tanto contribuyeron a hacer del país un aquelarre sanguinario- , pocos estarían dispuestos a arriesgarse rebelándose contra un Poder Ejecutivo implacable que no vacilaría en encontrar la forma de perjudicarlos.

De verificarse las acusaciones contra Patti, el asunto que se ha planteado sería mucho más sencillo, ya que no cabría duda de que conforme a la legislación vigente tendría que estar entre rejas, pero aunque han transcurrido más de tres décadas desde que se cometió el crimen por el que está siendo procesado, aún no se ha producido ningún fallo definitivo. Según Néstor Kirchner, antes de nada Patti tendría que probar su inocencia, planteo éste que sería más apropiado para una dictadura que para una democracia en la que todos suelen considerarse inocentes hasta que se haya probado su culpabilidad, pero puede comprenderse la frustración que siente el ex presidente por la incapacidad de la Justicia de despejar todas las dudas en cuanto a lo que realmente hizo en los años del Proceso un hombre que para él es un símbolo viviente de la violación sistemática de los derechos humanos.

Claro, si la Justicia fallara que Patti es inocente, aunque sólo fuera por falta de pruebas contundentes en su contra, la posición adoptada por los Kirchner y los legisladores que les responden se haría bastante precaria. Tendrían todo el derecho del mundo a abominar de las ideas y actitudes de Patti -las que antes de la llegada al poder del santacruceño no perturbaron en absoluto a la bancada peronista que en aquel entonces lo hubiera aceptado como un compañero más- , pero no de movilizar a sus huestes para impedirle asumir su banca. Mal que les pese a los Kirchner, en un país democrático los parlamentos nacionales casi siempre incluyen a legisladores de trayectoria siniestra y opiniones harto cuestionables como fascistas, comunistas y otros adherentes de credos totalitarios, pero si contaran con los votos suficientes sería forzoso tolerar su presencia. Es una realidad que un integrante de un movimiento como el peronista, de pluralismo a menudo exasperante en que han cabido representantes de una variedad extraordinaria de corrientes políticas, muchas de ellas antidemocráticas, debería entender muy bien, pero los Kirchner se han comprometido tanto con la exclusión de Patti de la Cámara de Diputados que ni siquiera un fallo de la Corte Suprema serviría para que antepusieran a sus propias prioridades políticas el respeto por las instituciones y el reconocimiento de que hay que acatar ciertos límites constitucionales.

Puede argüirse que la Argentina sería un país mejor si fuera inconcebible que un personaje como Patti recibiera casi 400.000 votos en elecciones libres, pero por ahora tendremos que conformarnos con el país que efectivamente existe, uno en el que con cierta frecuencia individuos que antes militaban en sectas muy violentas, algunas de izquierda, otras de derecha, logran abrirse camino en política con la plena aprobación de una parte sustancial del electorado. También sería un país mejor si los funcionarios del Poder Ejecutivo y los legisladores adquirieran la costumbre de acatar sin chistar las reglas institucionales que limitan su propio accionar aun cuando hacerlo los obligara a convivir con personas vinculadas con movimientos o ideologías que no son de su agrado, pero parecería que tendremos que esperar mucho tiempo más hasta que por fin nos acerquemos a la "normalidad" así supuesta.

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