| " Denuncias de alto costo. Salvo el maestro de Cholila Vicente Calderón, que redactó el petitorio al gobernador del Chubut Julio B. Lezama (y más tarde se atentó contra su vida), nadie sospechó que el asesinato de Juan Bonansea, el 8 de marzo de 1908, cerca de Telsen, fue represalia a esa gestión que pretendía la anulación de venta de las tierras en Cholila a la compañía Chilena Cochamó. "Cuando yo llegué a Cholila en 1905 -señaló Calderón en sus memorias sobre el atentado contra su vida-, esa compañía estaba en posesión de una parte del valle de Cholila y estaba mensurando los campos el agrimensor D. Mario Engel que realizaba la operación a nombre del señor Florencio Martínez de Hoz" que era el vendedor. Calderón aclaró que 25 leguas de las otorgadas al perito Moreno por el gobierno, "el doctor Moreno, ausente por completo de las ulterioridades de la cuestión, cedió sus derechos antes de ubicar las tierras a F. Martínez de Hoz, quien a su vez vendió dichos derechos a la citada compañía chilena...". " La policía de Cholila. Es cierto que los pocos policías de Cholila dejaban mucho que desear. Asesinado el comisario Bonansea, hubo descontrol policial. El oficial Francisco Mujica, quien en octubre del año anterior había despachado al otro mundo a un tal Lorenzo Gómez, en el fatídico marzo del asesinato de Bonansea, mató en Cholila a Carlos Mortley. Calderón, el primer maestro de Cholila, estaba por concluir el segundo ciclo de clases que daba en verano. Lo cerró el 31 de mayo en su escuela rancho y vivienda. La policía estaba entonces a cargo del oficial Elviro Cejas, ya con un plan macabro contra Calderón. " Relato de un crimen frustrado. Según Calderón "el 3 de junio de 1908 estaba yo tranquilamente en mi puesto en el lugar denominado Laguna del Mosquito (Cholila) cuando a las 10 de la noche llegaron dos agentes...enviados por el oficial de policía Elviro Cejas. Yo me encontraba al lado del fogón en la cocina cuya pared era de 'palo a pique' que tenía entre palo y palo ranuras bastante grandes. Los invité a pasar, ajeno en absoluto al siniestro plan que traían, y, luego de estar un rato hablando conmigo, el agente Antonio Batilana, natural de Patagones, salió del recinto, dio vuelta a la cocina hasta situarse del lado de afuera frente al lugar ocupado por mí; apoyó el revolver en una ranura y a una distancia no mayor de treinta centímetros hizo fuego contra mi cabeza. La bala penetró por detrás de mi oreja derecha al chocar contra el hueso del cráneo y debido seguramente a la extraordinaria consistencia del mismo desvió la trayectoria hacia abajo, atravesando el cuello y fue a incrustarse en los tizones del fogón. Al sentirme atacado me incorporé rápidamente con el propósito de llegar a mi dormitorio y tomar un arma, pero al instante me desplomé bañado en sangre dentro de la cocina". " Los cuerpos del delito. Y continuaba Calderón: "Según pude después establecerlo, los forajidos me arrastraron largo trecho en dirección a la Laguna del Mosquito que queda cerca del lugar, seguramente con el propósito de arrojarme al agua. Pero posiblemente mi cuerpo era muy pesado pues me abandonaron a unos 50 metros del rancho en medio de un mallín. Seguramente por la humedad y el frío y con gran esfuerzo pude incorporarme (...) sentí voces que llegaban de mi rancho, dentro del cual me pareció que peleaban y vociferaban (...) habían estado asesinando a mi peón que quedó en la cocina, pues al día siguiente se encontró el cadáver acribillado a puñaladas". Ni Calderón ni su primer biógrafo, Luis Feldman Josin, dieron el nombre del peón acuchillado. En una evocación del docente Juan I. Tamburini, aparece como Nahuel. Las crónicas de 1908 omitieron el nombre del peón. En 1975 esta tragedia trepó dibujada a la tira "Figuras de nuestra tierra" de La Nación donde el peón se llamó Nahuel. Quien esto escribe realizó intenso rastreo en el Archivo General de la Nación que dio con el nombre silenciado y referirá el documento en próxima nota. (Continuará) FRANCISCO N. JUÁREZ fnjuarez@sion.com | |