Viernes 18 de Abril de 2008 > Carta de Lectores
El regreso de Berlusconi

Aunque en las semanas finales de la campaña electoral italiana el candidato de los partidos de centroizquierda, el ex intendente de Roma, Walter Veltroni, logró reducir la distancia que según los sondeos previos lo había separado de los simpatizantes de Silvio Berlusconi, la remontada no resultó suficiente como brindar una sorpresa, ya que merced a los votantes "il cavaliere" logró su propósito de volver al poder. Por tratarse de un personaje extravagante según las pautas del Primer Mundo que gobernó su país entre el 2001 y 2006, una etapa en la que proliferaron los síntomas de decadencia, es poco probable que su regreso al poder al que está habituado sirva para cambiar mucho. En cuanto a Veltroni, el que haya perdido debería ser para él motivo de alivio, puesto que de haber ganado sus posibilidades de hacer mucho más que otro primer ministro centroizquierdista, Romano Prodi, hubieran sido escasas a pesar de que quedaran excluidos de su coalición los comunistas y verdes que tantos problemas le causaron a su antecesor. No sólo es cuestión de la capacidad de los sindicatos y grupos empresarios poderosos de frustrar las reformas necesarias para que Italia por fin recupere el vigor perdido, sino también de un sistema político que virtualmente asegure que todos los gobiernos sean tan precarios que terminen resignándose a administrar un statu quo que los más quisieran ver transformado por completo. Es tanto el inmovilismo, que la clase política -la mejor remunerada y, quizás, la más corrupta de Europa- se ha desprestigiado por completo pero, como sabemos, el cambio total reclamado por quienes gritaban "que se vayan todos" es una fantasía. Puede que en algunos países la clase política no esté a la altura de la ciudadanía en su conjunto pero, a menos que los votantes respalden una alternativa genuina, no hay forma de impedir que siga aferrándose al poder y a los privilegios que éste le proporciona.

Los problemas que tendrá que enfrentar el nuevo gobierno son tan graves que es difícil ser optimista. De todos los países europeos, Italia es el que menos ha hecho para adaptarse a las circunstancias internacionales imperantes, razón por la que el producto bruto apenas ha crecido desde hace aproximadamente 15 años. Lejos de ayudar a la economía, el reemplazo de la lira por el euro tuvo consecuencias negativas comparables con las causadas aquí por la convertibilidad en su fase final. En principio, la disciplina supuesta por la decisión de dejar el manejo de la moneda en manos del Banco Central Europeo, que se atiene a las mismas pautas que el viejo Bundesbank alemán, debería haber obligado a los gobernantes y a los empresarios a obrar con mayor eficacia, pero no lo hicieron. Lo que sí ocurrió fue que se redujo el poder de compra de sectores crecientes de la población, con el resultado de que millones de italianos han caído en la pobreza. Por lo demás, Italia está envejeciendo con rapidez debido a una tasa de natalidad muy baja que no aumentará, mientras una proporción alta de los jóvenes -es decir, los menores de 40 años- tiene que seguir viviendo en la casa de sus padres por no contar con ingresos que les permitan tener una casa propia o un departamento.

En Italia, muchos temen que el destino de su país se parezca a aquel de la Argentina, con una clase media depauperada y salarios demasiado bajos como para que la mayoría abrumadora pueda mantener un nivel de vida que antes se consideraba normal. Dadas las circunstancias, el pesimismo así manifestado es comprensible. A menos que una sociedad logre superar los desafíos planteados por la globalización, no puede sino retroceder. Por desgracia, el progreso económico y social no es inevitable. Para disfrutar de él, es forzoso saber cambiar a tiempo, pero parecería que Italia es aún más reacia a permitir que se lleven a cabo las reformas estructurales precisas para restaurar la competitividad de lo que es Francia. ¿Logrará el tercer gobierno encabezado por "il cavaliere" impulsar la gran transformación necesaria para que los italianos puedan aprovechar mejor sus talentos, como muchos hicieron antes de que a comienzos de los años noventa su país iniciara un período signado por la decadencia generalizada? Pocos lo creen. Puede que para que Italia cambie la crisis tenga que intensificarse mucho más, pero en el caso de que ello suceda podría ya ser demasiado tarde.

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