La creación de una universidad es una oportunidad única. Un banquete que envidiaría cualquier académico del planeta.
Permite, con los recursos que da el presente, delinear un modelo de institución con nivel académico de excelencia y adecuar las estructuras a las necesidades y recursos, a fin de optimizar la eficiencia de la inversión y la satisfacción de la sociedad a la que se integra.
Es que, si las universidades existentes exhiben como un valor su propia historia, las nuevas tienen como capital la ductilidad y la audacia que pueden aprovechar a fin de evitar prácticas que la burocracia ha consolidado y que evidencian tener sus bemoles.
Sin embargo, quienes tienen la histórica posibilidad de planificar la recientemente creada Universidad Nacional de Río Negro no parecen contar, por el momento, con la libertad de acción ni con la claridad necesaria para concentrar el debate en las cuestiones que hacen al objetivo principal.
Esa meta no puede ser otra que crear una institución de excelencia, puesto que cualquier otra alternativa que resignara calidad en beneficio de la vana pretensión de conformar a todos significaría no sólo defraudar las expectativas de los alumnos e investigadores que la integren sino también despilfarrar una inmensa cantidad de recursos que aportarán todos los contribuyentes, sin distinción.
Es bueno recordar que la iniciativa planteada inicialmente por Juan Carlos Del Bello en el 2002 y presentada luego en el 2006 por Miguel Pichetto tuvo, antes de ser consagrada ley de la Nación, un amplísimo debate durante el cual sufrió trasmutaciones y cambios. Y conviene por eso analizar qué ha resultado no sólo a raíz de ese debate previo a la ley, sino también de las etapas posteriores, en lo que respecta a la configuración de la nueva institución educativa.
Del debate parlamentario resultó que, en vez de construir la Universidad Nacional de Río Negro sobre la base de los centros universitarios públicos ya existentes en la provincia, se la formará de la nada, como una institución totalmente nueva.
Esto encierra, como se ha dicho, ventajas considerables. Pero, a su vez, implica que el proyecto previo ya no está, y no se ha conformado aún otro que lo reemplace.
Al comenzar el trabajo tendiente a su diseño, se advirtió un cambio en el eje: giró hacia la demanda de la mayoría de las localidades de Río Negro de albergar una sede donde se dicten carreras universitarias.
Existe consenso en que la palabra "universidad" deviene del latín universitas, y -como Universo- de los vocablos "unus" y "versus" , que conforman la idea "convertido en uno". Se la usó para designar a una asociación de maestros y alumnos con una meta común.
Las universidades son, por definición, concentración de intelectuales, de académicos. Son lo contrario a la individualidad y la soledad. Surgieron para que, a través de la interacción de eruditos en distintas ciencias entre sí y con otros centros de estudios, se potencie y desarrolle el debate, la investigación, la enseñanza y la extensión de conocimientos. Por eso se afirma que actúan como verdaderos faros cuya luz se proyecta en el espacio y en el tiempo, a través de los profesionales que forman y los frutos del trabajo interno.
Es cierto que la tecnología permite hoy cierto grado de comunicación interpersonal a la distancia. Pero también lo es que desperdigar pequeños grupos humanos en múltiples locaciones en la amplia y compleja geografía rionegrina conspiraría contra la excelencia y obligaría a destinar inmensas cantidades de recursos a cuestiones operativas. Mucho del dinero que podría utilizarse para remunerar a científicos y profesionales debería ser destinado a edificios, teléfonos, viáticos, duplicación de personal administrativo y de servicios.
Los alumnos, es bueno decirlo, tampoco se beneficiarían si la carrera elegida se dictara en localidades con escasa infraestructura. La experiencia indica que, cuando en ciudades pequeñas comienza a dictarse una tecnicatura u otra carrera corta -en respuesta a la demanda local- no siempre es fuente de satisfacción de los estudiantes, por cuanto muchos la eligen sólo por la cercanía -y no por vocación- y se genera una sobresaturación de egresados que conspira contra sus posibilidades de desarrollo profesional.
De un modo u otro, la falta de un proyecto perfectamente delineado -como resultado de los cambios sufridos por el proyecto original- ha alimentado localismos, que tironean para obtener algún retazo de lo que todavía no es, y amenazan convertir el futuro traje en un montón de hilachas.
También influyen negativamente en este período fundacional ciertos posicionamientos políticos... Y ciertas mezquindades políticas, según los casos.
Respecto de los primeros, puede señalarse la declaración 835 de la Legislatura neuquina que desvirtúa el contenido de la ley de creación de la UNRN. Ésta promueve la "complementación" entre la nueva universidad y la del Comahue, mientras que la declaración provincial se excede en darle un sentido excluyente y declara su "repudio" a toda superposición académica "en desmedro" de la UNCo.
Parece aludir al anuncio de que se creará en Bariloche una carrera de Turismo y otra de Gestión Hotelera algo que estuvo desde un comienzo en el proyecto que aprobó el Consejo Interuniversitario y luego el Congreso de la Nación.
La vicegobernadora Pechen, una académica de renombre, no ha ocultado su disgusto con la creación de la UNRN, y ha augurado que le será difícil cubrir los cargos de profesores. No obstante, la situación de la nueva universidad es, en ese sentido, mucho mejor que la que vivió la UNCo, que contó durante mucho tiempo con profesores venidos de otras provincias, como la propia doctora Pechen. Lo transitado por la UNCo es, en ese sentido, un elemento en favor de crear otra universidad, y no para oponerse a ello.
En cuanto a Mendioroz, confunde no al apoyar a la UNCo, sino al ver a la nueva UNRN como una malvada antagonista.
Al hacerlo sin matices, parece olvidar que durante años miles de rionegrinos se han visto afectados por las recurrentes crisis de gobernabilidad que la política neuquina ha contribuido a crear en la UNCo. También que Viedma, su ciudad, tiene no pocos motivos para quejarse, por ser la capital argentina con menor oferta académica, con la sola excepción de Ushuaia. Él mismo, cuando joven, debió ir a La Plata a estudiar Ingeniería Forestal, inexistente en la Patagonia, la región más boscosa del país.
Tales argumentos tornan evidente que Mendioroz busca en realidad hacer pie en el Alto Valle en su carrera por la gobernación. No casualmente genera casi a diario declaraciones desde y sobre Cipolletti.
Por fortuna, el gobernador Miguel Saiz, el ministro de Gobierno José Luis Rodríguez, y otros integrantes del gobierno provincial, no han dejado pasar la oportunidad de participar en la construcción de la nueva universidad. Es de esperar que otros se sumen, con la mentalidad de una asociación en favor de una meta común.
Crear una universidad es un hecho político. Cada una de sus definiciones lo es. Pero una universidad no se construye con partidismos sino con ciencia y conocimiento.
ALICIA MILLER
amiller@rionegro.com.ar