n cuarentón, su perro y su caballo son atropellados en la ruta y mueren. Sin darse cuenta de que ya no están en la tierra, aparecen en una edificación magnífica con puertas de mármol que dan a unos bellos jardines. Al ver el guardián, el hombre le pregunta si pueden pasar a tomar agua. "Tu, sí; pero no los animales. No está permitido".
El hombre rechaza entonces el convite y continúa el viaje cuesta arriba con sus compañeros. Llegan entonces a otra construcción con un viejo portón de madera que facilita el acceso a un camino de tierra rodeado de árboles a cuyo fondo se encuentra un manantial. Le pide al portero permiso para saciar la sed y éste sin titubear se lo concede a los tres.
- ¿Cómo se llama este lugar? -quiso saber después.
- Es el cielo -contestó el cuidador.
- ¿Cierto? Lo mismo me dijo el vigilador del otro sitio -replicó sorprendido el hombre.
- Ah, no. Ese es el infierno -dijo sereno el custodio celestial.
- Debería prohibir que falseen la verdad. Hay que advertir a la gente de buena fe para que no se confunda -propuso el accidentado, ya consciente de que transitaba su último viaje.
- No, no... Es mucho mejor así, porque -justificó- los que son capaces de abandonar a sus amigos no merecen venir aquí. Están mejor en el infierno.
La moraleja de esta historia, aplicada caprichosamente, enseña que muchos argentinos están desorientados y desconocen dónde ubicar el cielo y dónde el infierno. Y que es necesario no delegar en otros las responsabilidades y asumir una firme actitud personal para encontrar la armonía y la felicidad. No hay que olvidar que hace siete años el país estaba en llamas y que casi se vuelve a encender la mecha hace poco más de una semana, en medio de paros y piquetes en zonas rurales.
Después de una dura confrontación -que produjo un incipiente desabastecimiento de alimentos, aumentos de precios, cacerolazos, actitudes racistas y escarceos pugilísticos en la Plaza de Mayo, agitada por viejos fantasmas-, la presidenta Fernández de Kirchner y las cuatro entidades del campo acordaron, como anticipó "Río Negro" el viernes, bajar los decibeles de la pelea e iniciar una nueva etapa, en la que los "cristinos" predominen sobre los "lupinos".
Fueron tres horas cara a cara entre Cristina, acompañada de su jefe de gabinete, con Eduardo Buzzi (FAA), Luciano Miguens (SR), Mario Llambías (CRA) y Fernando Gioino (Coninagro). Atrás dejaron el atril una, y las asambleas los otros. Y, positivamente, acordaron constituir a partir de mañana mesas de trabajo conjuntas para fijar una política agropecuaria general, que excede el "detonante" de la protesta; esto es, el aumento "inconsulto" de las retenciones a las exportaciones de la soja y el girasol.
La satisfacción podía leerse en el rostro de todos, aunque los dirigentes del campo debieron ir prestos a explicar los pormenores de la negociación con Cristina Fernández a sus levantiscas "bases", que se mantienen en estado de alerta y con la tregua vigente por 30 días.
Sin embargo, ya se visualizaron algunas puntas, luego de que la presidenta, aún con discrepancias, admitió que el oficialismo pudo haber cometido errores. Los pequeños y medianos productores recibirán un trato preferencial (a los chaqueños por caso no les retendrán más del 30 por ciento de sus exportaciones); se contemplará un desarrollo integral en materia láctea y de carne vacuna, porcina y avícola; se bajarán los fletes de las zonas más alejadas de los puertos; se constituiría una Junta Nacional de Granos y soluciones para deudores del Banco Nación. Meta principal será aumentar la producción y darle mayor valor agregado.
Los dirigentes agrarios calificaron de "muy bueno" al diálogo con la Presidenta y se mostraron confiados en que "hay predisposición para salir del corto plazo" con sentido común y para que "todos ganen más".
"Los acuerdos deben ser rápidos y concretos", alertó Llambías, quien al remarcar el papel que tendrá de ahora en más Alberto Fernández, relegó por añadidura al ministro de Economía, Martín Lousteau y al secretario de Comercio, Guillermo Moreno.
Tanto el gobierno como el campo necesitaban encauzar la situación. En la Rosada se aceptó que el conflicto le hizo perder varios puntos a Cristina y que es necesario recuperarlos para llegar intactos a 2009 y reparar las grietas producidas en el Partido Justicialista, donde se rebeló el chubutense Mario Das Neves, y declaró su intención de ir por la Presidencia en 2011.
"Pobrecito, pensó que le abrían la puerta y quedó pagando afuera", comentó el ex presidente Néstor Kirchner sobre Das Neves, hasta hace poco un incondicional.
Los dirigentes de las cuatro organizaciones rurales también debían flexibilizar su posición, porque habían sido desbordados por los chacareros autoconvocados y se resistían a volver a la metodología del paro salvaje por tiempo indeterminado.
En la Rosada se sacó un saldo muy positivo del viaje de Cristina a Francia para entrevistarse con Nicolás Sarkozy y la visita de Tom Shannon, el enviado norteamericano de George Bush. Se está muy cerca de pactar con el Club de París la forma de devolver los 6.200 millones de dólares que se adeudan.
Cristina pegó el grito. Hay que arreglar con el campo, los gobernadores e intendentes. Se hicieron las paces con el cordobés Juan Schiaretti, a quien Cristina le prometió que se le devolverán 1.200 millones de pesos. Comprendió el gesto conciliador que tuvo durante la huelga con los sectores agropecuarios.
"Hay que ponerse en el cuero de hombres como Schiaretti, (Carlos) Reutemann y (Roberto) Urquía", señaló el senador Miguel Pichetto, alineado en el bando "cristino".
Dentro de la difusa concertación K, hay grupos que le critican al gobierno su soberbia. "Cristina escuchaba y dejó de escuchar. Se encerró y no aceptaba sugerencias. Esperamos que esto cambie a partir de ahora", confió otro "cristino" molesto por la posición de riña constante que adoptan los "lupinos".
Los problemas no están solo en el campo. La peligrosa inflación -para todos menos para el INDEC de Moreno- tiene a maltraer a los "gordos" de la CGT, que dijeron que los aumentos del orden del 20 por ciento están quedando cortos.
Por otro lado, haciendo gala de su independencia y de su intención de moderar los ímpetus avasallantes de otros poderes, la Corte Suprema de Justicia, habilitó al comisario Luis Patti, procesado y preso en una causa por violación de los derechos humanos, para que jure como diputado nacional. Lo votaron casi 400 mil bonaerenses y lo resisten, entre otros, familiares de víctimas del terrorismo de Estado.
El matrimonio presidencial atemperó los ímpetus, pero no puede con su genio. Ahora, está muy molesto con la prensa, en especial con el principal multimedio nacional, al que ataca por distintos frentes.
ARNALDO PAGANETTI
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