Así como Richard Nixon heredó de Lyndon B. Johnson la Guerra de Vietnam, el presidente que surja de las elecciones del 4 de noviembre en los Estados Unidos recibirá la "herencia maldita" de la Guerra de Irak. Si bien era una realidad que ya conocían tanto el candidato republicano John McCain, como los dos postulantes a la nominación demócrata, Hillary Clinton y Barack Obama, la noticia quedó confirmada esta semana cuando el presidente, George W. Bush, suspendió la retirada gradual de tropas de Irak.
Hubo un momento en que el general David Petraeus fue sumamente claro ante el Congreso: "No hemos pasado ninguna esquina. No vemos ninguna luz al final del túnel. Tenemos que dejar el champán al fondo del refrigerador".
Bush, quien suele jactarse que la violencia ha disminuido en Irak, debió ceder a las recomendaciones de Petraeus, principal comandante en el país árabe, quien propuso que la última salida de unos 20.000 efectivos, de un total de 158.000, se realice en julio.
La violencia de las últimas semanas, motivada por la irrupción del Ejército chiíta del Mahdi, del clérigo Moqdata Al Sader, es sin lugar a dudas uno de los motivos que llevaron a tomar esta decisión al presidente estadounidense.
En una nota editorial, el diario The Cristian Science Monitor se pregunta: "La realidad de Irak (¿quién es el presidente?)", y señala que, frente a la frágil seguridad que existe en ese país, muchas murallas se levantan hoy para una eventual retirada norteamericana. Y, entre otras causas, cita la fatiga de las tropas estadounidenses, a seis años de la guerra, y la debilidad del gobierno iraquí para controlar a las milicias de Al Sader.
"¿Nos hizo la guerra más seguros? ¿Están nuestras tropas cerca de volver a casa?", se preguntó el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, quien se respondió con un rotundo "no".
Los principales argumentos de Bush para llevar a cabo la invasión, entre ellos que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva -que nunca fueron encontradas- son debatidos arduamente por los demócratas, quienes aún no han definido su candidato presidencial.
Pero no sólo el nuevo mandatario heredará la guerra de Irak, sino una situación conflictiva con Irán, el país que más se benefició tras el derrocamiento de Hussein, así como la presencia del grupo Al Qaeda en Bagdad, de Osama ben Laden.
En un artículo, llamado "Perdiendo nuestra voluntad", Bob Herbert se preguntaba cuál sería la respuesta si cada estadounidense se interrogara a sí mismo: "¿cómo puede la guerra de Irak beneficiarme?".
"Mientras los gobernantes norteamericanos continúan ofreciendo preciosas vidas y vastos recursos financieros a esta siniestra guerra sin fin, de algún modo están ignorando profundos problemas que debilitan al país", señala Herbert, en un comentario publicado en el diario "The New York Times".
La nota menciona la caída del poder adquisitivo de la clase media y remarca que la estructura de la nación está envejeciendo, por lo que señala que reconstruir esos "lugares decrépitos" sería una importante fuente de creación de empleos.
Como le ocurrió a Nixon que finalmente tuvo que retirarse de Vietnam, ante el asedio del Vietcong que no soñaba en aquellos días con el país capitalista de hoy, el próximo mandatario deberá adoptar riesgosas medidas para poner fin a la aventura de Bush.
Sin embargo, la realidad descrita por Petraeus parece favorecer a McCain, quien dice que es posible ganar la guerra, en contra de la posición de Obama que insiste en retirar las tropas. (SNI)