Desde la alcaldía de Madrid, Tierno Galván dijo una vez, sobre la necesidad de armonizar intereses: la casa es el hogar privado, y la ciudad debe ser el hogar público... Sin pretender enmendar al ilustre profesor, vale una vuelta de tuerca: ¿qué ocurre cuando el conflicto es por la superposición de intereses entre lo público y el propio Estado...?
El Ejército acaba de ceder en uso al municipio, un puñado de hectáreas de la Chacra 4 de San Martín de los Andes, donde se instalará una planta de tratamiento de líquidos cloacales. A cambio, recibirá las conexiones al nuevo sistema. Es un trato justo, pero convendría echar otra mirada al asunto...
El Regimiento Cuatro cedió apenas 3,8 de sus 1.550 hectáreas declaradas sólo en el ejido municipal (no cuentan las que usa en el parque nacional), de seguro por su comprensión de las necesidades sanmartinenses, pero también porque no podría hacer otra cosa habiendo quedado en el medio del pueblo. A más de 60 años de su emplazamiento (diciembre de 1945), ocupa quizás las mejores y más apetecibles tierras.
No es la primera ocasión en la que el ministerio de Defensa y el Estado Mayor se ven en la premura de asumir decisiones, ante la presión -razonable o antojadiza, explícita o solapada, con forma de queja o de amigable gestión, lo mismo da a los efectos de este análisis- sobre sus dominios en esta parte del mapa.
La administración municipal anterior ya había iniciado gestiones para abrir una nueva traza por tierras del Ejército, que desbloquee las galletas del único acceso por el este que tiene la ciudad.
No son hechos aislados, como no lo son las presiones que existen sobre tierras de Parques, que rodean a San Martín, o sobre pertenencias de Gendarmería que hoy están en el corazón del pueblo (se instaló en mayo de 1942).
No se trata, es de presumir, de un plan urdido para quitarles a estas instituciones lo que les es propio, sino que son avanzadas inevitables, consecuentes con la mismísima condición "histórica" de su presencia: están desde que San Martín era un villorrio, pero el problema es que se han quedado en el mismo lugar desde entonces, y la ciudad les terminó por abrazar.
Luego, para volver al caso del Ejército, la histórica guarnición es inocua para la economía local, aun cuando los sueldos del personal se vuelquen aquí.
San Martín tiene un dinámica propia de ingresos, a la que le es indiferente la presencia o no de un asentamiento militar, en contraste con otras localidades que supieron dar puebladas ante la posibilidad de un éxodo castrense.
Desde ya, no se trata de sugerir semejante cosa, sino de señalar que, más temprano que tarde, será natural que estas instituciones se vean obligadas a repensar los alcances de su espacio y presencia física en el pueblo, tratándose de una ciudad constreñida por la falta de tierra para fines sociales y de desarrollo urbano.
Ahora bien, ese proceso, que llegará de seguro, no debe a su vez hacer el campo orégano a los vivos dispuestos a hacer negocios a costillas del resto.
Si, el día de mañana, el Ejército u otra institución federal debieran resignar parte de sus bienes en beneficio del crecimiento armónico de la ciudad, tales pertenencias sólo deberían tener ese fin y no otro.
No vaya a ser que terminemos con un megashopping en la cancha de polo del Cuatro de Caballería.
FERNANDO BRAVO
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