No es aconsejable -ni honesto- hacer un "relato" simplista del prolongado conflicto desatado por el aumento de las retenciones a la soja y el girasol.
Insólito es que, a menos de cinco meses de las elecciones presidenciales, los sectores productivos del campo se le hayan "animado" al gobierno K en un país -según se comprobó fuera del ámbito futbolero- con cultura de barras bravas.
La tregua parcial se alcanzó tras firmes demostraciones de fuerza de uno y otro lado. También hubo, con el río revuelto, pescadores de ocasión enojados por motivos muy diversos que se solidarizaron con los "mansos" chacareros.
Antes de la bandera blanca hubo que soportar 21 días con paros y piquetes en las rutas, en los que afloraron -además de señales de desabastecimiento de alimentos y desbordes en los precios- los resentimientos ancestrales entre argentinos.
Así quedó patente en la Plaza de Mayo, Gualeguaychú, en la provincia de Entre Ríos; Laboulaye, en Córdoba, y en Santiago del Estero, por mencionar algunos sitios emblemáticos, donde hubo escenas de lucha cuerpo a cuerpo y acusaciones cruzadas: la presidenta habló de golpismo y hasta señaló como mensaje cuasi mafioso una caricatura del magistral "Menchi" Sábat; los dirigentes del agro denunciaron que la medida responde a un propósito de avidez fiscal que pone a salvo a los grandes grupos concentrados de la economía y sirve para "disciplinar a gobernadores e intendentes".
¿Es más efectivo el dibujo (que la palabra)?, le preguntó hace unos años a Sábat la periodista Astrid Pikielny. "La gente (aquí podría leerse Cristina) piensa que entiende todo y trata de cargarle a cada cosa significados que generalmente no tiene. Es mejor -contestó el artista que mortificó a los dictadores militares con sus trabajos- expresarse de una manera que, aunque parezca hermética, tiene aperturas como para que cada uno considere lo que quiera".
Se vienen cuatro semanas de dura negociación, en la que todos deberán hacer sus debates internos y reflexionar sobre la conveniencia de encarar un diálogo maduro que facilite, por quinto año, consecutivo el crecimiento y deje conformes a los sectores que con su esfuerzo explotan las riquezas con las que naturalmente está dotada la Argentina.
El campo se plantó: reclamó concertación (¿no era eso lo que propuso Cristina en su campaña proselitista a los radicales K y socialistas?), rechazó la "pura cosmética" y exigió -vía Eduardo Buzzi, de la Federación Agraria- un marco global para la actividad agropecuaria en los próximos 4 años, en beneficio de la pequeña y mediana burguesía.
¿Hay fisuras en el gobierno?, quiso saber a boca de jarro un cronista de "Río Negro" ante una alta fuente parlamentaria del justicialismo. "No habrá fracturas ni dispersión, pero las concesiones hechas a los pequeños y medianos productores deberán profundizarse. Y cuando cedan las presiones de los adversarios, hasta es posible que haya cambios en el gabinete presidencial".
"Lo que se otorgó no es el moño, sino el principio de un paquete que permitirá encuadrar a figuras como el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, y al senador por Santa Fe, Carlos Reutemann", indicó. Ambos peronistas, desafiando el mando de Kirchner -uno de los más intransigentes- se pusieron codo a codo con los productores que demandan una nueva ley de coparticipación, mejorar las autonomías provinciales y moderar el centralismo federal.
En el kirchnerismo reconocen, sin embargo, que el peronismo no es compacto y que hay ya algunos que están tratando de sacar ventajas para las legislativas del 2009. Allí se ubicó, entre otros, al ex mandatario de Córdoba, José Manuel de la Sota, y al actual del Chubut, Mario Das Neves, quien osó cuestionar al jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y por eso se ganó el reto del pingüino protector instalado en Puerto Madero.
Se admite, además, que hay hombres en el justicialismo -se menciona al gobernador tucumano José Alperovich, al senador por Córdoba Roberto Urquía y hasta el titular de la CGT, Hugo Moyano- que tienen intereses concretos tierra adentro y los motivaría a jugar a dos puntas.
Uno de los organizadores del acto peronista en Plaza de Mayo, leal al proyecto K, admitió en privado que unas 70.000 personas escucharon el discurso de Cristina, el 80% de las cuales fue "movilizada por el aparato".
"En Entre Ríos -agregó con inusual sinceridad- hubo unas 35.000 personas que fueron solas, sin que nadie les solventase nada... debemos reconocer que hay un nuevo sujeto social y político que tenemos que recuperar si no queremos trastabillar en el 2009 y en el 2011".
Está visto, entonces: no hay estampida en el oficialismo, pero sí resquemores internos. Al ultra 'K' Carlos Kunkel se le reprochó "el ataque macartista" a Buzzi, de la FAA, a quien falsamente había señalado como miembro del Partido Comunista que en 1976 pactó con el dictador Jorge Videla. "Que vaya a pedirle explicaciones a (Patricio) Echegaray (secretario general del PC", replicó el ascendente Buzzi.
Al ministro de Justicia, Aníbal Fernández, se lo considera "desgastado" por la manera en que manejó la seguridad durante las protestas. Se lo responsabilizó por la inacción o protección que exhibió ante la acción violenta del piquetero Luis D'Elía cuando fue a recuperar la plaza en manos de los "caceroleros" de clase media y alta. Éstos, hay que subrayarlo, tuvieron expresiones racistas y hasta algunos reivindicaron a la siniestra dictadura militar del '76.
"Hay que discutir con ideas y no con carpetazos", señaló un K al enterarse de que Alberto Fernández había mandado a la SIDE a investigar al productor entrerriano Alfredo De Angelis. "No van a encontrar nada", auguró el carismático asambleísta.
¿Kirchner ganó? "Creo que ésta la perdimos, pero nos retiramos del campo de batalla de manera ordenada e íntegros, no en desbandada. De la defensa estratégica que hicimos en Plaza de Mayo, deberemos recuperarnos para pasar a la ofensiva. Depende de lo que hagamos a partir de ahora", estimó uno de los K más autocríticos que pidió revalorizar el área de Agricultura y repensar más adelante la estabilidad del ministro Martín Lousteau y del polémico secretario de Comercio, Guillermo Moreno.
¿Y la oposición? Ante una rebelión que excedió el tema de las retenciones, orilló marginalmente. El kirchnerismo administra tranquilo porque los adversarios no ofrecen ninguna alternativa o formato que responda a un líder con capacidad de convocatoria.
¿Vendrá el tiempo de "Lilita" Carrió? ¿El de Mauricio Macri? Es prematuro aventurarlo. Si la correlación de fuerzas se trastocó fue por el parate que le impuso el campo a un gobierno que conserva una gran fortaleza y legitimidad.
ARNALDO PAGANETTI
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