Hace un año afirmábamos que el rol protagónico de Jorge Sobisch dentro del MPN y en la política neuquina marcó un "tiempo". Hoy, a doce meses de los sucesos de Arroyito, la represión policial y el homicidio del maestro Carlos Fuentealba y, en esa tendencia que caracteriza a los historiadores por periodizar el pasado lejano -también, aunque con mayores riesgos, del pasado reciente-, podemos arriesgarnos, una vez más, al reafirmar aquella idea originaria al señalar que el "tiempo Sobisch" es historia en tanto ya constituye un "tiempo pasado". Como una fase unitaria -con sus propios hechos, actores, tensiones y líneas de acción- cuentan sus dieciséis años.
Sin que ninguna fuerza extraña interviniera en ese compacto "Tiempo Sobisch", curiosamente sus propias fronteras temporales se dieron en un mismo mes. En efecto, el punto de partida de esa unidad temporal debe ser fechada en un día de abril. Y su cierre, en otro día de ese mismo mes de otoño, dieciséis años más tarde. Nos referimos al 14 de abril de 1991, una fecha emblemática para el MPN, cuando la lista "Blanca" de la fórmula Jorge Sobisch-Rodolfo "Pipe" Sapag se impuso en la interna partidaria para nominar los candidatos a gobernador y vice que disputaron las elecciones generales del 8 de setiembre de ese año. En la otra frontera, del final de ese tiempo, cuenta el 4 de abril del 2007, día de los sucesos políticos-policiales de Arroyito.
Entre esos dos "abriles", Sobisch conoció su momento de gloria y de tragedia para con su biografía política. Todo transcurrió entre sus tres mandatos al frente del Ejecutivo provincial, sumando un interregno después de una derrota que resultó provisional a manos de Felipe Sapag. Esos cuatro años de alejamiento de la función pública fueron destinados a la maduración de un estilo político.
La historia de esos dieciséis años es la de nuestra democracia electoral de provincias con verdaderos partidos-Estado. También de oposiciones políticas volátiles, en permanente fragmentación y estériles en sus resultados. De provincias que sin caer en la "sultanización" de su vida pública, como ocurrió en gran parte del norte argentino, fueron esquivas a las ventajas de la alternancia. Ese tiempo dio cuenta que este tipo de partido-Estado puede constituir en sí mismo un sistema de partidos, bajo la reglas de las competencias y una sucesión relativamente ordenada. Prueba de ello es que, a excepción del 2003, el MPN aceptó la lógica electoral para sus cargos partidarios y electivos.
Donde también se fue transitando de una época en la que tensionó a fondo la política del bienestar heredada del peronismo hacia el nuevo cauce del neoliberalismo, que en el espacio neuquino supo más a neoconservadurismo. Y, por si fuera poco, convirtió las pretensiones partidarias de lo nacional popular -otra deuda del primer peronismo- a la idea de una ciudadanía como campo de derechos de los albores de la democracia de 1983 en el mundo partidario de un cerrado clientelismo.
En ese pasado hubo una fecha de partida para el ascenso de una exclusiva carrera ascendente, favorable a un político que llevaba pocos años en la escena local. De un dirigente que se encauzaba en la vieja práctica y no necesariamente malhadada de la política como campo posible para los "notables", aun cuando ese prestigio social viniera de la prestancia lograda desde una simple sociedad deportiva y no, como en otros casos, desde el "servidor" social. Pero también de una carrera profesional de ascenso de un ejecutivo a otro, de la arena municipal a la provincial.
En el extremo de ese tiempo cuenta otro abril, el de un abrupto retroceso de los derechos sociales y una justicia independiente al servicio de un teatro público mayor. Si en un inicio el cambio de rumbo dio lugar a la consagración de Sobisch en su aldea política, al comprometerse en la escena nacional sirvió para incluirse en el listado de hombres duros de un sentido de la autoridad propia del campo de la derecha política. Al redoblar su apuesta nacional, Sobisch fue hallando los escollos que pusieron fin a su tiempo.
Tuvo como muchos políticos debutantes un primer momento de entusiasmo para con su público, sin que se destacaran su carisma y discurso propio. Lo de 1991 hasta 1993 fue de promesas reformistas, al relanzar el espíritu renovador de una empresa colectiva y de mayores pretensiones al interior de su propio partido. El Mapo le dio contención y un programa de acción. Hasta parecía abandonar la idea movimientista de su razón peronista para considerarse sólo una parte de un todo partidario. Con ese ropaje tuvo lugar el político de la fortuna y la astucia, acompañado por una generación de hombres decididos a pensar la democracia como potencia del cambio. De hecho, el ánimo reformista logró encaminar a la provincia hacia una institucionalidad más pluralista, dejando atrás la fórmula mayoritaria ideada con la primera carta constitucional. En cambio su segundo momento fue de primarización de la política, de estatalización de la vida partidaria, de conservadurismo con sabor a reacción, del político decidido a mandar sin pensar demasiado en el necesario consenso como triunfo de la legitimidad política.
En ese abril de 1991, Sobisch se lanzó a la conquista de certezas dentro de su propio mundo partidario, mientras que el abril del 2007 fue de urgentes distanciamientos, tanto a escala local como nacional. Si bien tuvo que aceptar un momento de pérdida con el retorno del fundador del partido Felipe Sapag, los dos períodos consecutivos entre 1999 y 2007 fueron de conquista efectiva de su fuerza partidaria. Ya para entonces perdió el impulso reformador -a excepción del proyecto de regionalización y el cambio constitucional del verano del 2005/2006- para lanzarse a su desafío nacional. Los sucesos del 4 de abril del 2007 son deudores de su apuesta extraprovincial. Su particular mirada de los derechos en juego -dando prioridad al tránsito vehicular por encima de la vida humana- marcó su tiempo final. Es cierto que una parte de su capital acumulado se le había ido de las manos en noviembre del año anterior con el triunfo de Jorge Sapag sobre Pedro Salvatori. El rotundo fracaso electoral en octubre del 2007 cerró definitivamente su época.
GABRIEL RAFART (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Profesor de Derecho Político de la UNC