El gobierno cayó en un serio error de cálculo en la contienda con los productores, que se aferraron a lo que se convirtió desde el 2001 en moda nacional: el piquete a diestra y siniestra, que en esta ocasión comenzó a dejar sin leche, carne, frutas y verduras a los habitantes.
Jaqueada la presidenta durante 16 días, el kirchnerismo, proclive al lenguaje futbolero, terminó por reconocer que se había actuado sin "timing". Esto es, que se llegó a destiempo y en mala forma -metiendo a todos en la misma piñata- en el cometido de "redistribuir la riqueza" a través del aumento de las retenciones a las exportaciones, medida que para los ruralistas es lisa y llanamente una confiscación de su renta.
"El campo ha ganado", martirizó el ex asesor de Roberto Lavagna y ex presidente del Banco Central Javier González Fraga, quien se refirió así, al margen del modelo productivo de fondo del peronismo K legitimado en las urnas, al enojo de los chacareros por el "maltrato" inaugurado por el ex mandatario Néstor Kirchner y que siguió con Cristina, al menos en sus primeros 100 días de gestión.
El reproche había sido hecho varias veces por el titular del Episcopado. En sus sermones, Jorge Bergoglio venía advirtiendo que no hay dueños de la vida y que no hay que actuar "de prepo" ¿Cuántas veces le aconsejó a Kirchner que dejara de lado
su orgullo, utilizar la palabra "gracias" y admitir errores? "¿Quién no mete la pata?", preguntó el sacerdote que consiguió poner rojo de ira al pingüino de Santa Cruz.
Así, en medio de la inflexibilidad de Kirchner, Cristina reaccionó con dureza el martes pasado, molesta porque las cuatro entidades levantiscas habían ratificado el paro por tiempo indeterminado. Su meditado discurso cayó como un balde de agua helada entre los hombres que cortaban las rutas: dijo que no iba a aceptar ninguna extorsión, aludió a insinuaciones golpistas nada espontáneas coincidentemente con Semana Santa y les endilgó a los huelguistas la pretensión de que "las penitas sean de los demás en época de vacas gordas".
En lo que se interpretó como una ruptura en dos de la sociedad, llamó a los actuales piquetes "de la abundancia", en contraposición con "los de la miseria", que se desarrollaron durante la eclosión social del 2001.
Unos y otros azuzaron las antinomias. Llegaron los cacerolazos en las ciudades, la contrarréplica patoteril de los camioneros de Hugo Moyano y la irrupción exaltada de la fuerza de choque kirchnerista encabezada por Luis D'Elía, quien reaccionó a los golpes cuando lo tildaron de "mercenario" y proclamó a los cuatro vientos su odio visceral "a la puta oligarquía". Ambos fueron distinguidos por Cristina.
Los K están acostumbrados a jugar al límite. No son "tan loquitos". Tiran de la soga (o soja) pero no rompen. Valen el recuerdo del trato con el FMI y la fenomenal quita del 75% en la deuda externa. Ahora, con las retenciones móviles elevadas hasta el 44%, provocaron la unión de los sectores tradicionales de la SRA y la CRA con los ideológicamente afines, como la Federación Agraria, de Eduardo Buzzi y del entrerriano Alfredo De Angelis, quien corrió a los Kirchner por izquierda desde Gualeguaychú.
Los productores resistieron a pie firme el embate y el gobierno pareció recapacitar consciente de su inmenso poder político y de la "caja" llena de dólares que le permite disciplinar a gobernadores e intendentes.
El jueves, en el acto de Parque Norte, en una escenografía acentuadamente peronista, Cristina reiteró que no iba a negociar "con la pistola en la cabeza", pidió por favor (le hizo caso a Bergoglio) que se levantara el paro e invitó a dialogar. "Las puertas de la Rosada están abiertas", señaló.
Y empezó otro capítulo. Sin desprenderse de Moyano y D'Elía (demonizados), hizo un relato "didáctico" del modelo K y aclaró que el justicialismo "nunca planteó la lucha de clases, la guerra entre pobres y ricos. Al contrario -destacó-: somos los creadores de la articulación entre el capital y el trabajo".
A duras penas se fue encauzando la situación, aunque a flor de piel quedaron expuestos los resentimientos. Eduardo Duhalde, bajo un aparente manto de patriotismo, procedió como un pescador en río revuelto y ante el desenlace conciliador dijo que había que allanarse al puente tendido por Cristina, haciendo la salvedad de que debía irse el ministro de Economía, el imberbe Martín Lousteau. Duhalde asegura que se retiró... al banco de suplentes.
La inicial predisposición de los dirigentes a acordar contrastó con la actitud contestataria de las "bases".
"La presidenta nos devolvió la pelota y ahora el problema lo tenemos nosotros", reconoció el mellizo Alfredo De Angelis, a quien el jefe de Gabinete tiene entre ceja y ceja por su intransigencia a prueba de balas. Alberto Fernández afirma que De Angelis estuvo subordinado al extinto Alfredo Yabrán y que fue el principal motor de la interrupción del tránsito entre Gualeguaychú y la localidad uruguaya de Fray Bentos, donde está instalada la papelera Botnia.
El diálogo comenzó, pero no tardó en quedar anegado por posturas distantes, inflexibles. Difícil creer que las negociaciones se retomen mañana, con un escenario como la vuelta al paro que irrita a Cristina y con una CGT decidida el martes a llenar la Plaza de Mayo para reivindicar a la presidenta y aliada.
ARNALDO PAGANETTI
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