Domingo 30 de Marzo de 2008 Edicion impresa pag. 35 > Sociedad
Emoción y llanto en el regreso al pueblo fantasma
Unas 500 personas participaron de una ceremonia de San Eduardo 60 kilómetros de Chos Malal. Colocaron un mástil y llevaron la imagen de Santa Bárbara, la patrona de los mineros.

SAN EDUARDO (ACHM).- A 57 años de la explosión de la mina de carbón de San Eduardo flameó una bandera en lo que fue la plaza del pueblo y una estatua de Santa Bárbara quedó allí para proteger las almas de quienes murieron en ese lugar.

Al alba, casi medio millar de personas se acercó al pueblo fantasma y a la boca mina que escupió fuego el día que fue el comienzo del fin de San Eduardo.

Hubo nostalgia y emoción entre los hombres y mujeres que contaron anécdotas y dieron un merecido homenaje a los diez mineros que perecieron el día de la explosión que marcó el destino.

Las autoridades presentes coincidieron en que San Eduardo debe ser declarado patrimonio histórico y cultural y que se deben preservar las ruinas y los vestigios que quedan del pueblo minero.

Con la primera luz del alba, la gente comenzó a levantarse para participar de la ceremonia prevista para las 8,45 de la mañana -hora de la explosión-, dado que algunos durmieron allí.

En donde funcionó por aquellos tiempos la plaza se colocó un mástil, una placa recordatoria y un cartel con el nombre de todos los mineros que murieron en la explosión.

También se agregó el nombre de Gustavo Argentino García Cuerva que nació en San Eduardo donde soñó con ser piloto y con tapitas de gaseosas armó sobre una roca su primer avión. Su sueño se vio cumplido porque años más tarde sería piloto pero según el conmovedor relato de su hermana, ayer presente en la ceremonia murió en la guerra de Malvinas, en Puerto Argentino en la Isla Soledad.

San Eduardo, pueblo de mineros, está situado a 70 kilómetros de Chos Malal y quedan allí sólo algunas ruinas de adobe de lo que supo ser un pueblo próspero donde no faltaron un gimnasio, las canchas de bochas, sapo y de fútbol, un almacén y que logró concentrar alrededor de 1.200 habitantes (ver recuadro).

Sentidos abrazos se pudieron apreciar con la llegada al lugar de Celia de Bagli, la maestra de San Eduardo que conoció allí a quien sería su esposo y padre de los tres hijos que vio nacer este pueblo del norte neuquino. Pudo percibirse en los gestos y las palabras que la presencia de la maestra siempre fue para los saneduardinos una figura importante.

Surcado de cerros, ruinas de adobe, una cruz añeja de madera en el faldeo de un cerro cercano al lugar de la explosión, cuya madera gastada por el paso del tiempo, un paisaje inhóspito que dista mucho de lo que relatan sus pobladores sobre árboles frondosos, fueron el escenario de una ceremonia donde los descendientes de mineros, los más pequeños izaron las banderas, la nacional y la provincial.

El himno se cantó a capela "como lo hacíamos hace 50 años" sostuvo "Pochín" Cerda, que por aquel tiempo era un simpática niño a quienes todos conocían por gustarle mucho el pan casero.

También se colocó una estatua de Santa Bárbara, la virgen patrona de los mineros, a quien se venera el 4 de diciembre.

Luego todos fueron a la boca de la mina Santa Teresita donde se produjo la trágica explosión que acabó con la vida de diez mineros y marcó el destino de una comunidad hasta dejarla en la historia como "un pueblo fantasma". Luis Alberto Vázquez, Homero del Carmen Valenzuela, José Antonio Carrera, Domingo Antonio Fuentes, José Agustín Vallejo y Adolfo Sánchez quedaron sepultados en la mina. Por ellos hubo rezos y silencios.

 

JUAN CARLOS PARADA

jcparada@rionegro.com.ar

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