A no pocos parroquianos de las calles sanmartinenses, les llamó la atención un "marshal" que se cruzaba de acera a acera, con una plateada estrella en el bolsillo de la chaqueta y un séquito de camarógrafos y reporteros detrás, ametrallándole a preguntas con inconfundible acento trasandino
Luego se sabría que eran una avanzada chilena para conocer detalles de la situación de tres compatriotas detenidos aquí la pasada semana, dos de los cuales resultaron ser ex lautaristas, sindicados como partícipes del asalto a un banco y asesinato a tiros de un carabinero, en 2007.
No en vano, ministros y jefes de las fuerza de seguridad habían dicho a horas del crimen, que ningún asesino de carabineros quedaría impune. Al poco tiempo, dos sospechosos caían detenidos en el país hermano y, hace unos días, otros dos prófugos eran arrestados por policías locales, por pelearse borrachos en un pub de San Martín de los Andes. Un tercero de ellos, aprehendido la misma noche, no tenía relación con aquel sangriento episodio.
El dato menos conocido es que con la detención e inicio de una causa por tenencia de armas de guerra, que portaban al momento de ser reducidos, se desató un cúmulo de "gestiones", desde Santiago a Buenos Aires y desde Buenos Aires a Neuquén, para irradiarse luego por despachos policiales y judiciales de San Martín y la vecina Junín. Comenzaron a moverse hilos para apurar las extradiciones, cuando no la llana deportación.
Para la legislación argentina, la tenencia irregular de armas de guerra (en este caso, una 9 milímetros y una 45 con proyectiles expansivos) se pena con prisión de tres años y seis meses a ocho años y seis meses. Ergo, el delito puede no ser excarcelable en la etapa de proceso, en tanto que el supuesto de una condena haría diluir el escarmiento prometido allende la cordillera.
Oficinas y despachos de esta comarca sintieron la presión de una marca pegajosa, y de muchos pares de ojos sobre los hombros. De momento, el juez penal sigue con lo suyo -esta semana resolvería las eventuales preventivas-, ajeno a las urdimbres en las alturas del poder.
Pero para complicar, hay otros que tejen especulaciones en tono de pregunta: ¿Cómo puede ser que delincuentes tan peligrosos, alguna vez subversivos, pudieran caer tan fácilmente en un pueblecillo cordillerano, armados hasta los dientes? ¿No será -repreguntaban-, que se sabían cercados en Chile e hicieron la pantomima para ser detenidos en Argentina, por un delito que les permitiría estar en la calle en unos años?
Pero el interés de esta columna es menos especulativo y bastante más concreto, también en clave de pregunta: ¿Cómo hicieron los chilenos buscados por todos los carabineros de su país y por la Interpol, para pasar las fronteras con armas sin registrar? ¿Es verdad que sortearon Migraciones con sellos truchos? ¿Tenían conexiones locales?
Hace apenas unas jornadas atrás, un hombre intentó abusar de una adolescente en una calle sanmartinense. La golpeó a rabiar. Resultó ser de nacionalidad chilena, indocumentado e ingresado al país, se estima, hace poco tiempo.
Desde ya, no hay un ápice de intento xenófobo en estas referencias, porque es de presumir que los indeseables están por igual a un lado y otro, y van y vienen para desgracia del resto de argentinos y chilenos, sin distinción.
La facilitación fronteriza es un paso imprescindible para la integración de ambos pueblos... pero no hay que tomársela tan a pecho.
FERNANDO BRAVO
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