Viernes 28 de Marzo de 2008 Edicion impresa pag. 02 y 03 > Nacionales
Analisis: Igual que antes

Cuando se creía que la presidenta iba a apagar las brasas, las calentó más. Si la Argentina se había embarcado hacia la media tarde en el convencimiento de que la mandataria destrabaría rápidamente el fiero entrevero que jaquea al país, tras el discurso sólo queda la posibilidad de que su estrategia de quebrar el frente agrario logre algún objetivo.

¿Qué lectura deja el discurso? Veamos.

Fue flamígero, en tanto que la presidenta no buscó al campo en su totalidad, sino que procuró dividir. O sea, apuntó a marcar las diferencias entre pequeños y medianos productores y sectores hegemónicos en el manejo del sector primario. Es decir, no buscó un interlocutor único en el conjunto del campo. Buscó establecer la eventual dicotomía explotados-explotadores para desarticular la protesta.

En ese camino, volvió a estigmatizar a los sectores con mayor poder en el sector primario. No los descalificó en términos directos, pero sembró sospechas sobre sus conductas. Así, volvió a deslizarse hacia el inquietante horizonte de "nosotros" o "ellos".

El recuerdo del épico movimiento que pasó a la historia como "grito de Alcorta" no fue neutro en este objetivo de dividir al campo. Como tampoco lo fue la apelación a los antecedentes de humildes chacareros de los antepasados de Néstor Kirchner.

Con este intento de dividir aguas, la presidenta dejó en claro, sin decirlo, que al gobierno no lo anima un espíritu generoso de destrabar el conflicto computando todos los intereses. No es aventurado inferir que lo que quiere el poder es arreglar sólo con una parte para fortalecerse en la colisión con el resto.

Tampoco fue generosa a la hora de definir el escenario y el contenido desde el cual habló. Fue un acto de neto y excluyente corte peronista. Habló casi magnánimamente de los respaldos extrapartidarios que tiene el gobierno, pero la simbología, naturaleza y contenido del encuentro fueron definidamente peronistas. No habló desde un frente político, habló desde su posicionamiento ideológico: peronismo puro. No se entiende bien qué hacían allí los radicales K provenientes de un partido que vertebró, históricamente, mucho de su poder a partir de los sectores agrarios.

Apelando a un clásico del discurso Kirchnerista -situarse en términos de víctima-, la presidenta habló desde su género. Se colocó como blanco de dificultades en el manejo de su gobierno por el simple hecho de ser mujer. Orilló el sentirse perseguida y cuestionada por esa condición. No era necesario buscar esos factores para reflexionar su relación con el manejo del poder y la sociedad. Se equivoca la presidenta si cree que su condición de mujer alienta las críticas sobre su gestión.

 

CARLOS TORRENGO

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