Lunes 24 de Marzo de 2008 Edicion impresa pag. 29 > Cultura y Espectaculos
Claroscuros de una obra dramática

BUENOS AIRES (Télam, por Leonor Soria).- El tema del genocidio armenio en manos de los turcos es el eje de la obra de Richard Kalinoski, "Un hombre torcido", que en la puesta de Manuel Iedvabni y con el protagónico actuación de Héctor Bidonde alcanza niveles de fuerte tensión.

No obstante, tal como ocurre en la vida, aún en medio de una historia dramática se perfilan pinceladas de un humor punzante y sutil, que a manera de claroscuro enfatizan los momentos más densos y dan un respiro a la tensión que vive el espectador.

El protagonista (Bidonde) es un anciano de 81 años que siendo muy joven había logrado sobrevivir milagrosamente a la masacre. Logra trasladarse a Alemania donde asesina al gobernador turco (Fernando Sureda) que había sido el ideólogo y ejecutor del exterminio.

Por razones de carácter político que poco tienen que ver con el principio de justicia, es juzgado y declarado inocente e irónicamente se convierte de asesino en héroe.

Sin embargo no puede ser tan indulgente con él mismo como lo fue la corte que lo enjuició, por eso los fantasmas de su pasado no dejaron de acosarlo a lo largo de su vida.

En su vejez, ya radicado en Estados Unidos, siente que a su nieto (Martín Slipak), un joven estudiante de periodismo, no le han inculcado el culto a sus raíces y teme que la herencia cultural, el idioma armenio y el conocimiento de los padecimientos de su raza, no perduren después de su muerte.

El cariño de su hija (Alejandra Rubio) confunde la angustia del anciano con síntomas de una locura que puede poner en peligro su vida.

La pieza se vertebra en torno a la relación abuelo-nieto, con momentos de fuerte crispación cuando todo parece quebrarse, pero termina por ser un camino difícil hacia la comprensión profunda.

Lo curioso de la puesta es el manejo del tiempo en un vaivén donde se mezclan la situación presente, el vívido recuerdo del pasado y fragmentos del juicio.

Por ese motivo, cada actor se trasmuta en distintos personajes: Bidonde interpreta al protagonista Hagop Hagopian y al juez; Alejandra Rubio es la hija, una psicóloga y la dueña de la pensión donde se alojó el protagonista en Alemania; Martín Slipak es el nieto y el joven Hagop; Fernando Sureda es el gobernador turco, un general alemán, un testigo del juicio y el fiscal.

El texto del dramaturgo norteamericano Richard Kalinoski, tal como ocurrió con su obra "Una bestia en la Luna", se caracteriza por un contenido ideológico comprometido pero sin caer en la arenga panfletaria.

Con un ritmo sostenido despliega los conflictos humanos que se desprenden de circunstancias históricas dramáticas y las secuelas psicológicas que quedan como marcas indelebles.

Héctor Bidonde juega una difícil carta con su interpretación del protagonista que exige mantener un alto nivel de constante exasperación sin caer en ningún momento en la temida sobreactuación.

Lo mismo cabe decir para Martín Slipak que realiza en escena una sutil transformación que parte del nieto para convertirse en el joven Halop y retornar nuevamente a ser el nieto, todo ante los ojos del público y sin más recurso que un cambio en la actitud física que no precisa de ruptura alguna

Use la opción de su browser para imprimir o haga clic aquí