-Todo parece indicar que será el nuevo presidente de Paraguay.
-Una posibilidad muy concreta a juzgar por lo que palpamos diariamente desde hace meses quienes estamos en la Alianza y una posibilidad que, si se transforma en realidad, asumiremos con humildad, con mucha humildad, pero con decisión e ideas, claro.
-Dice Larry Rohter, de "The New York Times", que usted tiene un mensaje cautivador, sereno y que su estilo de hacer política está más definido por buscar la armonización de intereses que la confrontación directa y...
-La gente se cansa de la política gritona, de la política que sólo se relaciona con la gente gritando, peleándose, invalidándose...
-Y dicen diplomáticos argentinos que siguen su campaña que no le gusta encasillarse en esquemas teóricos rígidos, de lo cual infieren que, a pesar de abrevar en ella, usted no hace de la Teología de la Liberación un catecismo para hacer política. ¿Cuál es la matriz esencial de su ideario político, de sus convicciones en esa materia? Le he escuchado decir, por caso, que a la política hay que sacarla del verbo agresivo para ponerla en el verbo creativo, constructor de alternativas, soluciones.
-Así es, así es... Yo veo a la política no como una tarea permanentemente épica, no como una tarea en que uno está siempre decidiendo en los límites...
-Bueno, pero de eso hay mucho en la historia latinoamericana. Aquí la política siempre parece estar en emergencia.
-Es cierto, sí, sí. Y es así porque vivimos en un continente con millones de seres bajo mucho sufrimiento. Pero aun así, y como es mi objetivo si llego a presidente de mi patria, el político tiene la obligación, la necesidad de decidir desde la racionalidad y no desde el impulso que le genera esta o aquella situación crítica.
-Precisamente. Más de un siglo de los casi dos que tiene Paraguay como Nación independiente fue gobernado por personalismos muy fuertes: Gaspar Rodríguez de Francia, los López, Stroessner. Cada uno con su estilo, pero poderes muy personalizados. No establezco aquí ninguna comparación más allá del sello personalista. ¿Se puede gobernar Paraguay sin deslizarse al personalismo?
-No sólo que se puede sino que se debe. Evitar el personalismo es ampliar el espacio de la política como instrumento de cambio, es ampliar las posibilidades de protagonismo. Es decir: hace a la libertad, a la democracia. Los personalismos siempre expresan puntos extremos o más o menos extremos de la política
-¿Y usted dónde está?
-En el centro, ése es mi punto.
-¿Qué lo demuestra?
-Uno de los hechos que lo demuestra es que nuestra alianza convoca a distintos sectores sociales del Paraguay, es decir que no estamos en un único espacio social...
-Pero al menos desde aquí se infiere que su fuerte es el campesinado. No se si alcanza a ser la columna vertebral de la alianza, pero... lo interrumpí.
-Todo hace a todo. Mire, yo conozco muy bien Paraguay, lo he caminado como sacerdote, como obispo, como ciudadano y sé que lo que menos necesita hoy el pueblo paraguayo es demagogia, que en todo caso siempre es un mal para la política. Estar en el centro no es sólo un posicionamiento que refleja ideas, convicciones sino también escuchar a todos. En general, los extremos se escuchan a sí mismos. En relación al respaldo que nos brinda el campesinado paraguayo, es real, sí. Sucede que la tierra define muchos de los más graves problemas que tiene nuestra patria.
-¿En términos de tenencia, de propiedad?
-Y de todo lo que de ahí deviene. Cuando usted tiene un país donde 500 familias tienen en sus manos el 90% de la tierra... bueno, tiene un problema grave, un problema de injusticia, algo que degrada a miles y miles de paraguayos, un problema que hace a la migración de compatriotas, por ejemplo, a Argentina.
-¿Qué hará usted con el tema tierra si llega a presidente?
-Es una cuestión que hace incluso a mejorar y aumentar la producción agropecuaria del país. Vamos a legislar para mejorar condiciones de trabajo y vamos a legislar en función de mejoras en la tenencia. Lo haremos sin falsas promesas, buscando consensos entre todos los sectores involucrados.
-¿Usted cree que los sectores hegemónicos se advendrán a ceder espacios, poder?
-Bueno, es un tema que hace incluso a la propia estabilidad del país... No se puede seguir adelante con un Paraguay que posterga y posterga, generación tras generación, a miles y miles de seres.
-Gran parte de la actividad económica del Paraguay se vertebra en el contrabando y su consecuente reproducción de ilegalidades en todas las direcciones. Es muy complejo, incluso, lograr información fidedigna sobre legalidades e ilegalidades en esta materia. ¿Qué hará usted de llegar a presidente para colocar la economía paraguaya en un plano más cristalino?
-El contrabando es una consecuencia de la pobreza, la marginalidad, el nulo interés que por décadas se puso para mejorar las condiciones sociales de la mayoría de los paraguayos. Nosotros creemos que trabajando en mejorar las condiciones del campesinado podremos avanzar sobre el contrabando, una tarea para la cual es necesaria la colaboración de países vecinos, puntos donde hay sectores que también se benefician de esa actividad.
-Ahora está en Buenos Aires, donde ha recibido apoyo a su candidatura...
-Sí, sí, mucho respaldo por parte de bancadas parlamentarias, organizaciones sociales y otras que nuclean aquí a miles de paraguayos que viven en Argentina.
-Tuvimos una guerra que fue atroz para el destino de Paraguay, tanto en costo humano como que desguazó mucho del desarrollo autónomo que había logrado su país. ¿Pesa en la historia del Paraguay esa historia?
-Sí, pero también está la otra historia: la de ser dos naciones que se necesitan.
-¿Qué opina de Hugo Chávez y del proceso que lidera?
-Cuando me preguntan sobre este tema, siempre digo lo mismo: me importa, lo sigo, me interesa la dimensión social que adquiere ese proceso, pero Venezuela es Venezuela y Paraguay es Paraguay. Le reitero: soy un hombre de centro, no de extremos.
Con sotana o sin sotana
Nació hace 56 años en San Solano, una de las áreas donde la pobreza estructural que tanto define al Paraguay es pobreza total.
Estilo directo, espontáneo. Manos grandes. Testa huesuda. Cabello y barba que aceleradamente están restando espacio a otro color que no sea el blanco.
Hasta diciembre del 2006 fue obispo de la Iglesia Católica. Pero por ese tiempo decidió ir a la política partidaria y postularse para presidente de su país.
–No puedes. Nosotros, los pastores de Dios, no podemos actuar en política –le dijo el presidente de la Conferencia Episcopal Paraguaya, monseñor Ignacio Gogorza.
–Pero lo haré –respondió él. Y la insistencia irritó a El Vaticano.
–No puede. Bájese –le dijeron desde Roma y le advirtieron que lo sancionarían si seguía adelante con su proyecto.
–No y no –respondió él.
Pero la Santa Sede no cedió. Procuró disuadirlo y renovó amenazas.
–Hagan lo que quieran. Desde hoy mi catedral es mi patria paraguaya – disparó él. Y acotó:
–No voy a enojarme con Dios y disgustarme con Jesús por lo que ustedes hagan. A ellos les debo las ganas de luchar por un Paraguay mejor y en ellos seguiré creyendo siempre. Ustedes hagan lo que quieran...
Y El Vaticano lo sacó de sus filas.
Y el siguió. Se puso al frente de la Alianza Patriótica para el Cambio en Paraguay, una coalición de fuerzas políticas y sociales que pivotea en el legendario Partido Radical Auténtico, bastión en una larga lucha que ya es historia, aunque muy fresca, contra la otrora dictadura de Alfredo Stroessner.
A juzgar por las encuestas, la Alianza concita desde hace varios meses el favor de, en promedio, el 35% de los paraguayos. Se le abre así la posibilidad de desalojar del poder al Partido Colorado que gobierna desde hace 60 años.
Se vota el 20 de abril.
CARLOS TORRENGO
carlostorrengo@hotmail.com