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Con la "soja" al cuello | ||
Las entidades agropecuarias sostienen el paro con piquetes por la suba de las retenciones. El gobierno respondió con firmeza, pero estudia medidas para pequeños y medianos productores. Los dos sectores echan leña al fuego, aunque hay contactos para encauzar el conflicto. | ||
Al desmenuzar el núcleo duro de los votos que posibilitaron el 28 de octubre el acceso de Cristina Fernández de Kirchner a la Rosada, los analistas concluyeron que los grandes centros urbanos con algún resabio de "gorilismo" (Capital federal, Córdoba, La Plata, Mar del Plata, por ejemplo), le habían jugado en contra. Y que, por el contrario, el interior profundo, asociado al trabajo agroindustrial de la tierra, sostuvieron a través de ella la continuidad del modelo K. Sin embargo, a cien días del mandato constitucional, es el campo el que encabeza una rebelión histórica cuando aún muchos tratan de desentrañar lo que significa el "doble comando": tradicionales sectores rurales se asociaron con pequeños y medianos productores y declararon un paro nacional con piquetes y cortes de ruta, con la intención de doblarle la mano al gobierno y hacerlo desistir de las mayores retenciones móviles a las exportaciones dispuestas el 11 de marzo para garantizar el superávit por el ministro Martín Lousteau y que ellos consideran "confiscatorias". Virtualmente, la puja se asemeja a una virtual declaración de guerra con final incierto. "No dialogo con extorsionadores", sentenció el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, en medio de negociaciones secretas que ambas partes ocultan para no irritar a los más intransigentes. Antes, el titular de la Federación Agraria Argentina (FAA), Eduardo Buzzi, un dirigente que supo trajinar las desgastadas alfombras oficiales, calificó de "exabrupto" la medida de Lousteau y anticipó que la vía que se vislumbra es la de la pelea. Hasta se permitió parafrasear al prócer San Martín: "El enemigo podrá ser grande, podrá ser poderoso, pero siempre es más peligroso si se lo mira de rodillas". Y se despidió con un saludo casi guevarista: "Hasta la victoria". Las visiones opuestas quedaron reflejadas en un cruce radial entre el vicepresidente de Carbap, Jaime Murphy y el titular de la Federación de Tierra y Vivienda, Luis D'Elía. "Las retenciones a sectores que disfrutan de los precios extraordinarios de los commodities -dijo el piquetero- son correctas. Están teniendo ganancias como nunca en cinco décadas, aunque hay que diferenciar al gringo de los pueblos, de los pooles de siempre con grandes extensiones de tierra... poniendo estaba la gansa". "Hoy por hoy-contestó el pampeano Murphy- el principal pool de siembra del país es el gobierno que tiene que administrar los bienes del Estado. No invierte nada y se lleva más del 50 por ciento de lo que producimos". Los asambleístas en pie de protesta se quejaron de la pasividad de gobernadores e intendentes que -denunciaron- "son manejados con la chequera" y, sin nombrarlo, pusieron a resguardo al mandatario de Santa Fe, el socialista Hermes Binner, uno de los más empeñados en desactivar el conflicto. Es que el pleito puede convertirse en una bomba de tiempo, si se concretan las amenazas deslizadas por el secretario general de la CGT, Hugo Moyano. El camionero acusó de "golpistas" a los que impulsan la "huelga patronal" y amenazó con organizar "contrapiquetes" para desbloquear los caminos. Cierto es que por estas horas, los contendores no aflojan. Los dirigentes agrarios, para no ser blanco de las iras de sus representados, que en algunos casos se manifiestan inorgánicamente y con una virulencia con pocos precedentes. Los funcionarios de Cristina, para no exponerla a una situación de debilidad extrema (intolerable para su esposo Néstor Kirchner) y no desairar en las actuales circunstancias al ministro Lousteau, quien exhibió firmeza y fidelidad hacia los K luego de ser avasallado por el secretario de Comercio, Guillermo Moreno por los ficticios números inflacionarios difundidos por el INDEC. La furia es mala consejera. Se desataría si los productores avanzan sobre Plaza de Mayo o si el gobierno decidiese restringir las exportaciones de carnes, lácteos y granos, ante la posibilidad de que a partir de esta semana aparezcan síntomas de desabastecimiento de alimentos en el mercado doméstico. Aparentemente más permeable que su antecesor, Cristina escucha los consejos contemporizadores del joven Lousteau, al que Alberto Fernández en tono de broma acostumbra a mandar a "tomar la leche con Vascolet". Puertas adentro, el ministro dijo que habría que reconocer algunos errores estratégicos en el trato global con el campo. "Se metió a todos en una misma bolsa. No se puede comparar a los productores sojeros o de algún otro grano, con los lecheros o ganaderos". En esto coincidió en parte D'Elía, uno de los hombres de choque del kirchnerismo: "Hay que tener los oídos y el corazón abiertos para los pequeños y medianos productores y darles un trato diferencial". En esa dirección apunta Lousteau, cuando anticipa que tiene en carpeta medidas complementarias (incentivos, compensaciones y créditos) para, en lugar de cerrar, ayudar a los tamberos y ganaderos, a abrirse y ser más competitivos mundialmente ¿Será esta la llave maestra que calme los ánimos y libere las cosechas? ¿Qué dirá el martes Eduardo Duhalde, enemigo declarado de los Kirchner, cuando relance su proyecto productivo? Los productores se ofenden cuando son llamados "terratenientes" y "oligarcas", pero los más moderados reconocen los esfuerzos gubernamentales para mantener el tipo de cambio alto y la rentabilidad del sector. El más inflexible entre los inflexibles sigue siendo el ex presidente Kirchner. "Ahora no pueden ir a golpear las puertas de los cuarteles", señala al dar instrucciones para la batalla de la soja, que aprieta el cuello de los argentinos pese a que no aprecian para el consumo. "Acá no puede haber empate", alerta. Cristina, en tanto, tiene dificultades en delinear claramente su estilo de gobierno. Se había especulado que en marzo haría correcciones en su elenco de colaboradores. Y algunos cambios llegaron, de mala y sorpresiva manera. Por hacer públicas sus diferencias, tuvieron que irse el titular de la AFIP, el eficiente Alberto Abad y el jefe de la Aduana, Ricardo Echegaray, un pingüino puro al que Kirchner debió soltarle la mano para no irritar a la presidenta que, como se sabe, no tiene un carácter dócil.
ARNALDO PAGANETTI arnaldopaganetti@rionegro.com.ar | ||
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