| DHARAMSALA (AFP).- Nacieron en la India y nunca vieron el Tíbet, pero los niños y los maestros tibetanos en el exilio en la escuela de Dharamsala, en el norte del país, sueñan con su tierra prometida. Bautizado "pueblo tibetano de niños", este establecimiento es en primer lugar un bastión del nacionalismo. "Enseñamos a los niños a ser buenos tibetanos", afirma Phurbu Dolma, una docente de jardín de infantes en este complejo educativo que alberga a 2.000 niños y 300 maestros y empleados, ubicado en las alturas de Dharamsala, una barriada que está enfrente del Himalaya, allí donde el Dalai Lama, líder espiritual budista, vive en el exilio desde 1959. Haciéndose eco del jefe espiritual tibetano, la escuela quiere ser un crisol para preservar y transmitir la identidad, la cultura y la historia del Tíbet. "He escuchado hablar (ndlr: del Tíbet). Gracias a mis padres, corre por mis venas. Somos tibetanos e incluso, si no nací allí, el Tíbet es mi país", afirma Tenzin Ngodup, profesor de Ciencia y Técnica. "Estamos exiliados con nuestro gobierno y nuestra escuela para educar a una nueva generación, preservar nuestra cultura y nuestras tradiciones", se congratula este hombre afable nacido hace 38 años en India, como la mayoría de los 20.000 tibetanos de Dharamsala. Los disturbios que estallaron el 10 de marzo en Tíbet, los más importantes desde hace 20 años, han acentuado ese sentimiento de identidad tibetana en esta escuela. "Queremos ir al Tíbet en cuanto sea liberado", dice Choezin, de 16 años, nacida en India y que sólo conoce la geografía del Tíbet gracias a los mapas, las fotos y las pinturas que decoran las paredes del aula. | |