BAGDAD (AFP) - Irak entró ayer en su sexto año de guerra y aunque el presidente George W. Bush prometió la "victoria" en el quinto aniversario de la invasión, los iraquíes, inmersos en la violencia diaria y la miseria, no consiguen creer en sus palabras.
El aniversario coincidió con el llamamiento del más alto responsable de la ONU en Irak, Staffan de Mistura, a los jefes políticos iraquíes para que pongan fin a sus diferencias. El 2008 debe ser, según Mistura, "un año clave" para el Irak. "Deben tomarse muchas decisiones para demostrar que los iraquíes avanzan", argumentó. "Los líderes políticos deben dialogar entre ellos. El tiempo pasa y es necesario concretar lo más rápido posible este diálogo", añadió el representante de la ONU.
Cinco años después de la caída de Saddam Hussein, no se organizó ninguna manifestación para conmemorar el inicio de la intervención militar que sirvió para expulsar al dictador del poder, mientras que la gran mayoría de los 25 millones de iraquíes viven con miedo a la violencia y en situación de gran precariedad económica.
Un policía murió al estallar un coche-bomba en un importante cruce de calles en el centro de Mosul, 400 kilómetros al norte de Irak, informó un portavoz policial. Otro policía fue herido al estallar una bomba en Mosul
El primer ministro de Irak, Nuri al Maliki, aseguró ayer que la libertad de opinión es el principal logro de la era post Saddam Hussein en Irak. Al Maliki señaló que "hoy ya no hay dictadura en Irak, sino democracia y libertad de opinión, especialmente para escritores y periodistas".
Las diferencias étnicas y religiosas siguen omnipresentes en la vida política y social de Irak cinco años después de una intervención norteamericana que debía propiciar la emergencia de un Estado moderno. Los expertos advierten contra los peligros de desmembración de un Estado estratégico, situado en los confines de los mundos árabe, persa y otomano.
La caída de Hussein liberó las aspiraciones a mayores cuotas de poder central por parte de kurdos y chiítas, que se consideraban desfavorecidos cuando no perseguidos. Saddam arremetió desde buen principio contra quienes ponían en entredicho su autoridad.
Los kurdos fueron víctimas de sus campañas de represión, los chiítas pagaron cara su rebelión y los sunitas sufrieron de manera individual pero como comunidad siguieron asociados al funcionamiento del Estado, su función tradicional. Al caer el régimen baasista (laico), los particularismos religiosos y étnicos, largo tiempo silenciados, pasaron a ocupar un espacio central en la construcción del nuevo Irak y muy pronto resultaron factores de división más que de cohesión.