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Turistas narran su huida precipitada de la violencia | ||
"Debíamos marcharnos de allí", repiten los turistas extranjeros que huyeron de Lhasa, capital del Tíbet, donde fueron testigos del caos y la violencia provocado por las manifestaciones contra el dominio de Pekín y el uso desproporcionado de la fuerza por parte del ejército chino. "Vi mucha gente con heridas en la cabeza, sangre, ambulancias, tanques y policías", resume Bente Walle, una turista danesa de 58 años que llegó ayer al aeropuerto de Chengdu (suroeste de China), procedente de Tíbet, donde al menos diez personas murieron el viernes en las manifestaciones. "Estaba demasiado cerca cuando todo comenzó. No oí disparos pero vi muchos incendios y todo el mundo corría. Mi guía me dijo que teníamos que marcharnos de allí. Alguien nos hizo entrar en su casa y cerramos la puerta con llave", contó esta turista. Según esta mujer, algunos tibetanos ataron un pedazo de tela blanca a las puertas de sus casas y a sus automóviles para evitar que los manifestantes les atacaran. Según una canadiense, que no quiso dar su nombre, numerosos monasterios cerraron en Lhasa desde el martes, pero la violencia sólo comenzó el viernes. "Los tanques llegaron, hubo disparos y después mucho humo (...). Daba miedo. Nunca supimos realmente qué estaba pasando y no teníamos ningún contacto con el exterior", explicó. (AFP) | ||
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