Los exabruptos no tienen fin en las internas demócratas, enrarecidas por una lucha pareja entre Barack Obama y Hillary Clinton, cuyo ganador será definido seguramente por los superdelegados en la convención partidaria de agosto. Toda suerte de adjetivos descalificativos surgieron en los últimos días y, en medio de esta hemorragia verbal, el equipo de Obama no se quedó atrás y uno de sus asesores calificó de "monstruo" a la ex primera dama estadounidense.
Pero quizá el último exabrupto, manifestado por una de las más prestigiosa política demócratas, la ex candidata a la vicepresidencia en 1984, Geraldine Ferraro, agotó la paciencia de ambos candidatos.
Para colmo, Ferraro no se arrepintió de sus declaraciones y repitió que si Obama "fuera un hombre blanco no habría llegado a donde está; si fuera una mujer, blanca o negra tampoco".
Hillary se distanció de Ferraro y, como era lógico, la asesora de campaña terminó renunciando a su cargo en medio de una batalla que tendrá su momento decisivo en las próximas internas del estado de Pennsylvania, el próximo 22 de abril, que repartirá 188 delegados.
Las diferencias raciales fueron decisivas para uno u otro candidato, como es el caso de Missisippi, donde el 90 por ciento del voto negro fue para Obama, mientras que el 70 por ciento del voto blanco respaldó a Hillary Clinton.
Tanto uno como otro precandidato son esclavos de sus palabras, aunque no son los únicos políticos estadounidenses que afrontan este problema, ya que la misma regla corre para el candidato presidencial republicano, John McCain. De alguna manera, el senador de Arizona quedó involucrado en la decisión del presidente George W. Bush de vetar la prohibición del famoso "waterboarding" (submarino) para torturar a los prisioneros, un método que viene desde la Inquisición.
McCain, quien fue prisionero de la guerrilla del Vietcong, dijo al respecto: si "admitimos que podemos torturas a nuestros prisioneros estamos dando carta blanca a nuestros enemigos para que torturen a nuestros soldados".
Obama, a pesar de que ganó ya 25 estados, reúne 1.578 delegados que no le alcanzaría en las diez internas que faltan a reunir los 2.025 necesarios para ganar la interna demócrata.
Hillary, en cambio, que ganó 16 estados, entre ellos Nueva York, California, Ohio y Texas, piensa batallar hasta último momento para convencer a los 796 superdelegados que apoyen su nominación.
Y, si su situación se complicara, pedirá que se incluyan los votos de Florida y Michigan, que no son tenidos en cuenta debido a que se realizaron primarias fuera de lo dispuesto por la Convención Demócrata.
Como ocurrió en 2000 cuando ganó Bush sobre Al Gore, a pesar de que el ex vicepresidente tenía más votos que el actual mandatario, Florida podría volver a ser el centro de un nuevo huracán político.
Un sondeo realizado por la encuestadora Rasmussen dice que el 57 por ciento de los estadounidenses piensa que el postulante que reúna más votos debe ser el ganador de la interna demócrata, contra el 26 por ciento que cree que los superdelegados deben elegir al triunfador. (Télam)