NEUQUÉN (AN).- La tarea del escritor es casi tan manual y minuciosamente delicada como la del orfebre. Elegir las palabras como materia prima, establecer un romance con ellas, trenzarlas, pulirlas, inventarles otro sentido hasta finalmente, transformarlas en una obra nueva, el verso, la prosa, el testamento del alma del poeta.

Con las manos embebidas de palabras, un orfebre del decir como es el escritor y periodista Gerardo Burton, reunió en un libro todas las piezas que surgieron para "volver audibles los intersticios por donde el hombre resiste, para seguir siendo hombre entre los hombres", sostiene María Amelia Bustos Fernández de Chiocconi.

Burton presentará su "Obra junta", hoy a las 20.30 en el auditorio del Museo Nacional de Bellas Artes. "Obra junta" recopila poemas que fueron naciendo y reflejando la vida y sentir del poeta desde la década del 70 hasta la actualidad.

-A lo largo del libro existe un juego con las palabras y con las estructuras clásicas del poema. ¿Cuál es tu juego?

-Muchas veces comienza con un sonido, como un ritmo, otras con una imagen, algo desconcertante. Con la unión de dos términos aparentemente disímiles, opuestos, antagónicos; después es la metáfora y cómo transmitir algo, un mensaje, una pasión, una sensación con la mayor economía de palabras. Pero en el inicio fue intentar decirle algo a alguien y después empezar a depurar, a cortar la cáscara y llegar a la médula. Y siempre el juego. Recuerdo a Cortázar en eso. Si no hay juego, todo en la vida tiene menos valor.

-¿Cuándo un escritor siente la necesidad de romper las formas y entregarse a las estructuras más libres?

-Un día conocí la poesía surrealista y ahí liberé las formas. Pero el verso libre es también difícil. El trabajo es casi continuo; el corte de los versos que permite mantener un ritmo, un golpe como del oleaje o del viento es una tarea casi de orfebre.