NEUQUÉN (AN).- En los recuerdos de la infancia de Georgina Ginastera aparece Astor Piazzolla abrazado a una especie de "cubo negro" donde transportaba el bandoneón, entrando a su casa para tomar clases particulares con su padre, el compositor argentino de música académica Alberto Ginastera. Se dibuja también en su memoria la imagen de Igor Stravinsky, ídolo de los compositores latinoamericanos en los '50 y '60, y ella cuenta: "Fue el personaje más carismático, era todo chiquito, muy frágil, yo decía cómo puede ser que un hombre tan pequeño pueda tener una música tan poderosa y tan potente".
Los recuerdos aparecen en la hija de Ginastera apenas se enciende el grabador en contacto telefónico con este diario desde Buenos Aires. A veinticinco años de la muerte de Alberto Ginastera, con una energía que acusa la impronta de la música, Georgina prepara un libro que recopila el intercambio epistolar con su padre durante diez años (del '72 al '82), cuando el genio compositor vivía en Ginebra, Suiza.
Las obras de Ginastera, verdaderas joyas de la música argentina, se tocan hoy en todo el mundo. "Variaciones concertantes", una de las cincuenta piezas que compuso, fue la elegida por la Orquesta Sinfónica del Neuquén, dependiente de la Fundación del Banco Provincia de Neuquén y que dirige el maestro Andrés Tolcachir, para homenajear al gran compositor. Hoy y mañana (a las 22) en el Auditorio de la Fundación del Banco Provincia.
El concierto incluye en su programa el "Concierto para corno Nº 1 K 412 de Mozart y la Sinfonía Nº 4 "Italiana" de Mendelssohn. La presentación, a juzgar por las anteriores, se impondrá en todos sus aspectos.
Para matizar, entonces, la previa a la gala musical, Georgina logra en buena medida destacar un gran acierto de la Orquesta al seleccionar del repertorio de su padre "Variaciones concertantes" (1953). En primer lugar, porque es la primera vez que se toca en la Patagonia; y segundo, porque se trata de una pieza que le permite a cada integrante de la orquesta mostrarse como solista.
"Tiene el solo del violín, después el chelo, la percusión, los vientos, es muy linda como esta construida la obra. No es sencilla, es muy elaborada, muy rica de cosas, menos simple que 'Estancia', por ejemplo, entonces yo prefiero que ese tipo de obras las toquen las orquestas porque son de gran lucimiento para la agrupación y el director", dijo.
Georgina es la responsable de difundir y proteger la obra de su padre. Considerado uno de los compositores latinoamericanos más importantes del siglo XX, Ginastera fue lo que se dice un niño prodigio. Empezó a escribir muy joven, y a sus 18 años el Teatro Colón ya se engalanaba con una de sus composiciones. Sin embargo, siempre
le costó componer. "El decía que sacar las notas, los sonidos de adentro hacia afuera y ponerlos en el papel era una cosa muy trabajosa", cuenta Georgina.
Esto quizás porque era un "perfeccionista de la música y de la vida" empujado por el ansia de trascender. Su hija da cuenta de esto: "El éxito era para él cuando 100 años después de su muerte, sus obras se siguieran tocando".
En su agenda, Georgina tiene una invitación para dar una charla en el Festival del Fin del Mundo en Ushuaia y otra para un encuentro en Miami. No podrá viajar a Neuquén, pero al otro lado del teléfono deja su mensaje: "Es un honor que la orquesta toque esta obra, me parece que tienen que disfrutarla".