Jueves 13 de Marzo de 2008 Edicion impresa pag. 42 y 43 > Cultura y Espectaculos
MEDIOMUNDO: El arte del cierre

Si en materia de artes mágicas y humorísticas existe un instante de absoluta destreza y dificultad, ese es el cierre del acto en sí. El final.

Jorge Guinzburg era un verdadero maestro de los cierres. Este actor, humorista, anfitrión, guionista y productor, desarrollaba sus mayores talentos justo antes de irse al corte. Con lo poco o mucho que pudieran sumar sus invitados (incluso con algunos que solamente restaban), Guinzburg, cocinaba un pastel, lo adornaba y le prendía las velitas. Cuando el programa remitía a comerciales, el creador de "La Noticia Rebelde", soplaba con gracia y dejaba al público en penumbras y riendo.

Era pequeño como Danny DeVitto, y al igual que el actor norteamericano, su discurso estaba dotado de una singular forma de ironía. Guinzburg se mostraba agudo e incisivo en sus comentarios, más nunca agresivo. Su disfrute radicaba en conseguir que quien lo acompañaba en la jornada, terminara riéndose con él, pero sobretodo de sí mismo.

Visto fuera del set de televisión, Guinzburg se volvía una incógnita. Uno no terminaba de descubrir donde terminaba el personaje y donde comenzaba la persona. Su vida entera parecía escrita en un guión estelar con una enorme cantidad de anotaciones al margen. Y esas anotaciones, eran de lo más serias.

Años atrás, en el medio de una entrevista, lo recuerdo dando verdaderos alaridos al equipo de su producción por vaya a saber que motivos, al tiempo que contestaba preguntas a su interlocutor amparadas en un mínimo grado de simpatía. Después de una hora de gritos y respuestas cómicas alternadas, me fue imposible discernir si le hablaba en broma a los suyos, y en serio al periodista, o al revés.

Fue un pitufo lascivo y bigotudo, un militar homosexual e irreverente, un conductor de mesas redondas desbocadas, un destacado director de orquesta de un típico y desafinado panel televisivo. Fue el escritor de algunos de los momentos cómicos más inteligentes de la pantalla local. Intérprete certero de la realidad, Guinzburg, semejaba a un arriesgado surfista que hacía equilibrio sobre las anécdotas de los otros. Si un invitado tenía para relatar un episodio mediocre acerca de su vida, Guinzburg, iba más allá de la modorra, para reconvertir el hecho en un cuento personal y por lo tanto en exquisito material para el disfrute. De ola en ola, Guinzburg triunfaba sobre la tristeza y otros apodos que toma el aburrimiento.

Una palabra, un gesto, le bastaban al conductor para darle curso a la fórmula de la carcajada.

Hace dos años lo entrevisté nuevamente como parte de la sección "Entrevista Expres". Sus respuestas llegaron prontas y divertidas por e-mail. Reproduzco algunas:

-¿Reencarnará y será mujer?

-No te lo prometo, pero haré lo posible.

-¿Me permite un minuto?

-Si después me lo devuelve.

-¿Puede un hombre ser dueño de una mujer?

-No, a lo sumo inquilino.

-¿Congelará su esperma?

-No, me gustan así tibios como están.

-¿Tiene planeado cambiar el mundo?

-No, sólo la cuadra de mi casa.

Será bastante extraño volver a pisar la geografía cada vez más fría de la televisión abierta sin que la presencia de Jorge Guinzburg prometa algo, una nueva aventura en solitario o junto a un compañero de ruta como Horacio Fontova, quién terminó engrandecido por el brillo del humorista.

La música de su carcajada infinita y fresca como si jamás hubiera sido estrenada en público se volverá una ausencia poderosa en el ámbito televisivo nacional.

Pocos, muy pocos, han conseguido provocar la risa espontánea y sincera de sus oponentes. Y menos aun, han sido capaces de mostrarse como genuinos maestros del género, caballeros de alma despojados de egoísmos. Al menos de los más obvios.

De entre las muchas cosas que ya sabemos (que moriremos es la principal), de aquí en más se agregará una: no habrá más salidas ocurrentes camino a la pauta publicitaria. Ya nadie, dejará, con una palabra justa, vibrando el aire del living o el comedor.

CLAUDIO ANDRADE

viejolector@yahoo.com

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