Jueves 13 de Marzo de 2008 Edicion impresa pag. 42 y 43 > Cultura y Espectaculos
El hombre que hizo del humor inteligente una costumbre bien argentina
Fue dueño de un estilo que dejó una huella imborrable en los medios. Supo hacer reír con la picardía y la inteligencia que lo caracterizaron. El conductor, guionista, y productor teatral peleaba desde hace un año contra una larga enfermedad.

Fue enorme en su tamaño. Fue tímido, aunque arrinconara a sus invitados con la pregunta indiscreta. Fue equilibrado, en esa delgada línea que separa lo chabacano del buen gusto. Fue veloz allí donde la tevé se aletargaba en la falta de neuronas y de ideas. Y fue, sobre todo, reservado en su enfermedad. Jorge Guinzburg murió ayer a la mañana, a los 59 años, en el sanatorio Mater Dei, donde estaba internado desde hace una semana, cuando el cáncer que lo tenía a mal traer , se lo llevó para siempre.

Su metro cincuenta, como le encantaba remarcar a él, lo transformó en un gigante: del humor inteligente, de la pregunta y la respuesta rápida, del periodismo, y de la tevé que revolucionó con su "Noticia rebelde".

Hombre adicto al trabajo por confesión propia, no le quedó medio por probar. Desde que supo que el Derecho no era lo suyo, aquella tarde en la que junto a su amigo Carlos Abrevaya sacaron un tres en un examen y se fueron a jugar al billar al "Café la humedad" para olvidar el deber, el humor lo tomó de la mano y lo llevó a todos los sitios posibles. Escribió en la mítica "Satiricón" y en "Humor" después, fue el responsable de los guiones de la historieta "Diógenes y el linyera", condujo "El ventilador", "Vitamina" y "Día G" en radio, además de ser productor teatral).

Guinzburg sabía mezclar, en dosis parejas y bien condimentadas, la información con el humor para lograr así una receta casi inmejorable: no era lapidario con sus entrevistados, ni maleducado; él caía simpático aunque les preguntara las cosas más íntimas. Y todos le respondían por igual: la conejita de Playboy que hablaba de destrezas sexuales o Raúl Alfonsín Joan Manuel Serrat y Mirtha Legrand. Era su don, lo sabía él. "Los entrevistados no se ofenden conmigo quizás por esa forma de ser que tengo, más de travieso que de malo. Se nota cuando hago algo que es más de travesura que una hijaputez. Ese es el don que tengo yo". Y además era popular, también por ese don que tienen unos pocos que logran resumir, con destellos de inteligencia y mucho humor, aquello que muchos piensan sin poder decodificar.

"Podría dejar de trabajar, pero sería mejor trabajar sin urgencia. Tengo la urgencia de la picadora de carne televisiva", dijo alguna vez. Esa misma urgencia fue la que lo hizo moverse de un lado a otro. Siempre. Incluso hasta el final, cuando intentaba sobreponerse a la enfermedad y hacerle frente desde la conducción de "Mañanas informales" (un ciclo que volverá a la pantalla de Canal 13 el lunes, ya sin él y con Ronnie Arias en su lugar).

Quizás haya que buscar los gérmenes de aquella prepotencia por el trabajo en su infancia. Más de una vez contó que en su casa había poco espacio y que dormían todos juntos. Y desde chico se acostumbró a trabajar. A los tres años, por ese asma que cada vez lo perjudicó más, toda la familia se trasladó a Capilla del Monte, en Córdoba, donde le habían prometido que respiraría mejor. Para él fue un alivio. Los Guinzburg alquilaron una hostería donde todos ayudaban, la hermana lavaba los platos de los huéspedes y él los secaba. Trabajaban duro de diciembre a marzo, y después, estiraban hasta lo imposible para llegar nuevamente al mes de la bonanza. "Allí fui muy feliz. El exilio lo sentí cuando volvimos a Buenos Aires", recordó.

Quizás por las secuelas de aquella enfermedad que jamás se fue, Guinzburg empezó a odiar desesperadamente el invierno. "Odio el invierno, amo el mar, y aunque me guste tanto el trabajo, fantaseo con dejar de trabajar. Imagino mi retiro en un lugar sin invierno y con mar". Guinzburg se fue antes de que llegue el frío otra vez. Alos medios, y a su público sobre todo, le tocará soportar el invierno.

 

VERÓNICA BONACCHI

vbonacchi@rionegro.com.ar

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