Jueves 13 de Marzo de 2008 > Carta de Lectores
El duelo demócrata

Hacía apenas un mes, las encuestas de opinión habían previsto que Hillary Clinton triunfaría en las primarias demócratas de Texas y Ohio que se celebraron la semana pasada por un margen abultado, superior a los 20 puntos. Aunque se impuso en ambos estados, la diferencia entre ella y el senador Barack Obama fue decididamente menor, de ocho puntos en Ohio y seis en Texas. Así y todo, la ex primera dama pudo festejar sendas victorias como si fueran épicas, ya que en vísperas del voto muchos creían que su adversario ganaría, obligándola a abandonar la carrera presidencial. A juicio no sólo de los simpatizantes de Clinton sino también de muchos otros, el que Obama no haya logrado dejarla fuera de combate significa que el electorado demócrata, acompañado por buena parte de los medios de difusión norteamericanos e incluso internacionales, ya no está dispuesto a darle el beneficio de toda duda concebible por tratarse del primer precandidato de raza mixto en llegar tan lejos en las primarias de uno de los dos grandes partidos norteamericanos. Aunque antes de comenzar el largo proceso de selección de candidatos se incluían en la lista de presidenciables dos personas de color, el ex secretario de estado Colin Powell y su sucesora Condoleezza Rice, ninguno aceptó postularse acaso por temor a que su origen étnico estimulara el racismo que presumían está latente en amplios sectores.

En los días previos a las primarias del segundo "supermartes", Hillary Clinton atacó con cierta dureza a Obama llamando la atención sobre su falta de experiencia, su trayectoria no muy productiva en el Senado, sus vínculos con personajes poco recomendables, la vaguedad de su retórica y su falta de sinceridad, puesto que uno de sus asesores había asegurado a un diplomático canadiense que sólo hablaba de renegociar los acuerdos comerciales con su país porque quería congraciarse con los votantes proteccionistas de estados industriales como Ohio. Por lo demás, muchos periodistas norteamericanos empezaron a someter a Obama y sus propuestas al análisis riguroso y escasamente amistoso que hasta hace poco reservaban para Clinton y el aspirante republicano John McCain, lo que enojó bastante a un candidato que se había acostumbrado a disfrutar del favoritismo de los medios.

Es evidente que por tales motivos Clinton y sus asesores sienten que la candidatura de Obama resultará ser una burbuja destinada a desinflarse en los meses próximos. Dicha tesis, que se verá puesta a prueba en el estado de Pennsylvania donde se celebrarán las primarias el 22 de abril, es persuasiva, por depender menos la popularidad alcanzada por Obama de sus propuestas que del entusiasmo de los activistas demócratas jóvenes y del apoyo casi monolítico de la comunidad negra. Asimismo, es notable que quienes estaban indecisos hasta el último minuto en Ohio y Texas se vertieran masivamente hacia Clinton: aunque el mensaje de Obama les había atraído, llegaron a la conclusión de que sólo se trataba de palabras grandilocuentes y no de un programa serio de cambio.

Huelga decir que el más beneficiado por la dura y cada vez más ríspida lucha entre Obama y Clinton es el republicano McCain, que la semana pasada consiguió sin dificultad alguna la nominación de su partido. Aunque el impacto mediático del duelo demócrata lo ha relegado en las encuestas de opinión recientes, dispone de ocho meses en que aprovechar las divisiones en el campo de sus adversarios. Los estrategas demócratas temen que, de triunfar Obama, muchos simpatizantes de Clinton se abstendrían en noviembre o votarían por McCain, mientras que la eventual derrota del candidato negro sería tomada por sus congéneres por un agravio racial intolerable. También influiría la conciencia de que, en el caso de que fuera el candidato demócrata, Obama aún es joven y podría presentarse en el 2012 o el 2016 y que por lo tanto quizás convendría darle la oportunidad de adquirir más experiencia. En cuanto a Clinton, el entusiasmo que sienten por ella sus admiradores se ve equilibrado por el odio de los muchos que, para citar a una ya ex integrante del equipo de Obama, la consideran "un monstruo". Así las cosas, sigue siendo más que posible que a pesar de todo lo ocurrido en los años últimos el sucesor del presidente George W. Bush sea otro republicano.

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