Digo "otra vez" porque me ocupé del tema hace algunos meses, cuando se presentó en la Legislatura de la provincia de Río Negro un proyecto de ley con dicho título. Después leí en este diario -el 28 de febrero pasado, en la página 10- que un grupo de diputados neuquinos está preparando un proyecto sobre el mismo asunto. Como ya me expresé anteriormente, temo tornarme reiterativo.

Con todo respeto, me dirijo a los señores diputados que hoy están empeñados en el proyecto "para que los pacientes puedan negarse a un tratamiento".

Ya en 1967 -hace más de cuarenta años- hubo gente que se ocupó; de allí surgieron la ley nacional 17.132 y la correspondiente provincial 578. Esta norma regula el ejercicio de la medicina y establece -en su artículo 19 inciso 3- que se debe "respetar la voluntad del paciente en cuanto sea negativa a tratarse o internarse...", es decir que lo que hoy se propone ya está dicho y hecho.

Pero más aún: los visionarios constituyentes de 1853 ya lo plasmaron en el artículo 19. Poniéndole palabras mías, el mismo establece que "todos nosotros podemos hacer lo que queramos mientras no alteremos el orden público ni perjudiquemos a terceros". Desde hace más de un siglo y medio somos dueños de nosotros mismos, no así de terceros, de modo que el negarnos a un tratamiento está dentro de nuestras facultades. Ni aun el suicidio está prohibido.

Últimamente se ha puesto de moda el asunto de la "muerte digna", considerándose como indigna aquella sobrecargada de asistencia médica. Mi sentido común me indica que la muerte indigna es la que pudo haberse evitado.

Víctor Peláez, LE 6.462.198

Neuquén

Hace más de 30 años que vivo en el barrio Villa Catalina de Cinco Saltos. Todos mis vecinos trabajan, mejoran sus viviendas, cultivan huertas y jardines con flores perfumadas y multicolores. Todo podría seguir como en los cuentos... pero hay otro "perfume" que no nos deja vivir: son los olores nauseabundos de una planta de líquidos cloacales que funciona aproximadamente desde hace 40 años.

Desconozco el efecto que causará en la salud de la población y en el medio ambiente pero creo que debe ser nocivo, ya que también suele haber derrames de aguas servidas.

Al frente funciona un geriátrico; a media cuadra, una guardería y consultorio médico, a una cuadra y media una escuela primaria y al lado, una sala de primeros auxilios. Por el lugar circula gente permanentemente y hay mucha población infantil. Se ha reclamado en todos los gobiernos pero la planta sigue allí, como una amenaza.

Por eso, si pasa frente a ella use barbijo, aunque se traslade en auto... y no intente comer un asadito en el patio de su casa: los vahos malolientes lo harán desistir. En este verano tórrido y húmedo es imposible abrir las ventanas para que entre aire fresco, sólo entrará ese olor penetrante; lo mismo sucederá al amanecer y con la ropa que deje tendida.

Alguien es responsable de no tomar medidas "urgentes" y de jugar con la salud de la gente, porque puede ocurrir alguna epidemia letal. ¿A qué estamos jugando?

Elena Martínez

LC 5.962.874

Cinco Saltos

Como todos los sábados, pasaron por mi barrio (Sapere) estas personas con biblias en su poder diciendo que son evangelistas y traen un mensaje de Dios, pero lo más extraño es que hoy, al pasar por mi casa, no traían un mensaje sino una perrita de unos cinco meses con sarna, pulgas y garrapatas que, en la forma más descarada y sinvergüenza, introdujeron dentro del predio de mi casa, como diciendo tácitamente, "¡Hacete cargo!". En ese momento no me encontraba en el domicilio, pero la situación fue vista por un vecino que, al llegar y encontrarme con esta sorpresa, me advirtió sobre lo ocurrido.

Yo pregunto: ¿esta gente es ignorante? ¿No sabe distinguir entre lo que es una mala acción y una buena? El asunto no pasa por sacarse el problema de encima, si es que el animalito estaba enfermo y desamparado, porque además esta enfermedad es contagiosa para los otros animales y las personas; no midieron el problema que pudieron ocasionar tanto sanitaria como económicamente.

No dejo de sorprenderme, porque desde ya en mi hogar no eran bienvenidas, y menos después de este atropello.

Me gustaría que les llegara este mensaje, aunque sea a través de alguien que las conozca, porque tengo entendido que viven dedicadas a la oración -aparte de repartir animales enfermos-.

Susana Schlicht, DNI 11.640.998

susanaschlicht@yahoo.com.ar

Neuquén

A pesar de que el resultado es único, las vivencias pueden ser muy diferentes, y hasta opuestas. Mientras en la ciudad de Buenos Aires, por el simple hecho de ser estudiante universitario de la Facultad de Arquitectura, había debido "sobrevivir" a Montoneros, a la Triple A y a la última dictadura cívico-militar, cuando en 1979 llegué a vivir a Allen, al poco tiempo la misma dictadura me ofreció ser secretario de Obras Públicas. Hay hechos que son difíciles de comprender.

Jamás debemos olvidar que hemos sufrido la pérdida de nuestros derechos fundamentales a la libre expresión, al libre pensamiento, a la vida. "El silencio es salud", repetían por todos lados; puedo interpretarlo como el "no digas nada", "no hagas nada", "no pienses nada"... de lo contrario, como dirían los chicos de hoy, ¡fuiste! (interprétese: "te transformás en un desaparecido más"). Esa dictadura cívico-militar pudo concretarse en cada rincón de nuestra patria por el simple hecho de que existieron hombres y mujeres, militares y civiles, que se prestaron a ese juego diabólico.

El 1 de marzo, en el acto de apertura de sesiones del Concejo Deliberante de esta ciudad, tuve que vivir la tristeza de contemplar desconcertado la presencia de representantes de esa dictadura y la tristeza que me invadió no fue simplemente por eso, porque eso, lamentablemente, ya debí vivirlo otras veces y aceptar la existencia de esa realidad. La tristeza que me invadió se debió a que, en un acto emblemático de nuestra vida en democracia, ninguno de nuestros representantes dijo nada o, mejor dicho, todos convalidaron esa presencia con su silencio. Y mayor es mi tristeza al pensar que esa presencia tiene lugar porque existe una invitación oficial a quienes nos privaron de nuestra libertad como pueblo para que asistan a ver cómo es lo que ellos prohibieron a fuerza de sangre y muerte. Pero aún más triste fue tener que ver cómo varios de nuestros vecinos saludaban con una sonrisa, un apretón de manos o un abrazo al representante de quienes produjeron el mayor genocidio de nuestra historia actual.

Estoy muy confundido con lo que veo: o no tenemos memoria y permitiremos que se repita la parte más triste de nuestra historia, o no somos conscientes de lo que hemos vivido y por ende no valoramos lo que vivimos hoy, o creemos que nuestro pueblo es estúpido y necesita de algún dictador que nos ordene cómo debemos vivir, o no creemos en nosotros mismos para corregir todos los vicios de la democracia y que deben resolverse -siempre- en democracia, o no tenemos esperanza ni proyectos que nos permitan crecer y pretender disfrutar de nuestras vidas, como individuos y como sociedad -en este caso, como sociedad allense-.

Realmente, estoy muy confundido con lo que veo, y ya tengo 58 años.

Rubén Esteban Cabo

LE 8.207.227

Allen

Estamos llegando al final de un verano un tanto extraño. La presencia de un otoño prematuro, con sus hojas achicharradas armando colchones en los suelos de mi Patagonia querida, me desdibuja la sonrisa. Siento una especie de extraña nostalgia.

Hace unos días, los fuegos abrazaban los bosques de California... no eran mis bosques. Ayer, los bosques que se prendían allá, un poco más al sur, aún no eran los míos. Hoy el fuego nos abraza a nosotros y empiezo a entrar en razón: no son aquellos, ellos... somos nosotros; somos nosotros.

Tal vez esos glaciares del Lanín que despacio fueron encogiéndose hasta lo que vemos hoy asuste, pero no fueron aquellos, ellos, sino "nosotros".

Y porque todavía queda mucho, mucho por cuidar, es que los ojos con lágrimas empiezan a marcar un cambio en aquellos, en ellos y -primero que nadie- en nosotros. Es hora de volver a empezar, por los bosques, por los que viven en ellos y por todos los que de una u otra forma disfrutamos de ellos.

Hace unos días, cuando el viento jugó una mala pasada en el "cajón del león" (zona de Lolog-Parque Nacional Lanín) e hizo que el fuego cruzara el arroyo y continuara avanzando, alguien a cargo de las brigadas pasaba las novedades por radio y desde el receptor, en la ciudad, el responsable escuchaba y se lamentaba. Justo ahí entendí quiénes eran los que estaban al frente, defendiendo con el cuerpo y el corazón lo que es de todos.

De esa comunicación me quedaron muchas cosas grabadas pero una, una creo que nunca se va a borrar, y la transcribo en este extracto de una conversación que duró unos diez minutos:

"-Se nos complica, no hay salidas, el fuego cruzó el arroyo...

"-¿Está muy complicado?

"-Se cambió todo...

"-¿Y cómo está la gente?

"-Cansados, esto está muy complicado.

"- ¿Cómo están de ánimo?

"-Están bien; están cansados pero con mucha fuerza".

Esa respuesta es la que hace que uno sienta ese agradable orgullo por los brigadistas, voluntarios y todos aquellos que, en lugar de quedarse, salen sin más piernas y sin más brazos pero con el alma en pie o como se escuchó: "cansados pero con fuerza", porque ni aun vencidos se dan por vencidos.

Es hora de que la vuelta de tuerca comience a ajustar los tornillos de esta vida, de que sentemos cabeza... es cuestión de todos.

Gracias a aquellos que con cuerpo y alma y desde cualquier rincón de nuestra tierra están ahí, luchando para arreglar los errores que día a día pagamos más caros... a los que les hacen frente a los fuegos, ¡gracias por siempre estar!

Marcos Tesler

DNI 26.123.957

San Martín de los Andes