Lunes 10 de Marzo de 2008 Edicion impresa pag. 16 y 17 > Opinion
¿Y los padres?

En estas líneas me he ocupado de educación en un número de ocasiones que ya resulta abusivo: uno repite y repite, las autoridades siempre responden con las mismas proclamas sobre la importancia de la educación (aunque la ley de Financiamiento Educativo no es de despreciar) y se sigue hablando de la sociedad del conocimiento y de presupuestos relativos, mientras los docentes se quejan de que ganan poco, son o se sienten criticados y desvalorizados y no les gusta comprometerse siquiera a dar 180 días de clase, las medidas de capacitación son insuficientes, muchos edificios escolares se caen a pedazos a los dos años de inaugurados con pompa y fotos de los gobernadores pero recién se los repara cuando deberían empezar las clases, etcétera, etcétera.

Esto ya lo sabemos todos, de modo que es una información reciente -pero que está lejos de ser la única en su género- la que me ha motivado a volver a meter la nariz en el asunto, pero ahora desde un ángulo diferente.

Noticia: una alumna de la escuela media desaprueba un examen de Química; la madre, por haber aplazado a su hija, golpea a la profesora hasta romperle el labio y hacerla sangrar. Si el caso fuese único, se diría que la madre sufrió un acceso de enajenación mental. Pero ya nos estamos acostumbrando a leer este tipo de noticias, incluso sobre madres de niños de la escuela primaria. ¿Cómo, mi nene/a fue aplazado/a? Seguro que el profesor/a le tiene tirria. ¿Que el/la nene/a no estudió, que prefirió escuchar rock, jugar con la compu o tomar cerveza? Ni pensarlo. ¿Que el/la nene/a es un/a tamaño/a grandulón/a que ya debería tener un poquito de responsabilidad por sus actos? ¿Que debería saber que a la escuela se va a estudiar? ¿Y que si no sabe la materia corre el peligro de que lo "bochen" y que es justo que eso le suceda? Ni pensarlo. ¿Que podría prohibirle salir mientras no haya estudiado Química? No hay que reprimir a los jóvenes. Ellos son los que mandan. Ellos son aquellos a quienes jamás se les han marcado límites; ellos son aquellos a los que, en el último análisis, los padres les tienen miedo; ellos son aquellos cuyos padres quieren ser sus cómplices o sus amigos y no se asumen como lo que son: sus padres, responsables de su formación.

Estos padres, que están tan infantilizados como sus hijos, no se dan cuenta de que les están haciendo un flaco favor a sus hijos, a quienes la vida no tratará con tanta complicidad ni benevolencia. Esos padres merecen una penalidad cuya naturaleza no sabría proponer, pero la conducta que ponen de manifiesto es de tal nivel de irresponsabilidad que merecería figurar en el Código Penal: artículo 15.345, irresponsabilidad paternal.

Los adolescentes no sólo son las víctimas de la ausencia, debilidad, complicidad o desidia de sus padres; son también aquellos a quienes se dirige en gran medida la publicidad: constituyen un "target" -un objetivo- fundamental para las campañas de promoción del consumo desde la más tierna infancia. La cerveza no es un veneno si se consume sin control: es símbolo de la amistad, de la alegría, del flirt. ¿Cómo? ¿Tu papá no te va a regalar un viaje a Disneylandia? Es simple: tu papá no tiene trabajo o, si lo tiene, apenas le alcanza hasta fin de mes. ¿No podés entender eso? No, yo merezco todo, soy el rey, o por lo menos el príncipe. No tolero que se me diga "no". Pero eso no es culpa mía: nunca me han dicho "no" porque me tienen miedo; miedo a que conteste con una indecencia, miedo a que me meta en la droga, a que sea diferente de mis compañeros, a que me guste estudiar o a que la maestra me aplace. Si me gusta estudiar, soy un traga. Si no quiero tomar droga, soy un mojigato. Si no tengo plata para el viaje de "estudios" a los boliches barilochenses, donde me emborracharía todas las noches y dormiría todo el día, mi papá es un pobre gato. Sé juntar dinero, pero para mi propio placer, rara vez para alguien que necesita apoyo. Entre paréntesis, sea dicho aquí que la escuela misma es aquí cómplice del negocio turístico: los viajes de "egresados" se hacen durante el período de clases, y por suerte han abandonado la hipocresía de llamarse "viajes de estudios".

Y ¿cuándo pretenden que tenga tiempo para estudiar Química? Y si después la vieja de Química me pone un huevo es porque me tiene bronca, nunca será porque no estudié -claro que la materia es tan aburrida que no vale la pena-. ¿Para qué me sirve saber las valencias del manganeso? Para dar el examen y olvidarlas enseguida. Ése también es un tema algo remanido, que esta vez cae en el regazo del sistema educativo que, por otra parte, hace grandes esfuerzos por acercarse un poco a la vida real, para que el saber escolar no sea simplemente un conjunto de datos que sólo tienen vigencia dentro de la escuela, sin guardar relación alguna con la vida real, esa vida en la cual hay pobres y ricos, donde hay guerras y epidemias, donde hay que trabajar para vivir.

Toda esta negligencia, además, se refleja claramente en la universidad, que se ve obligada a reducir los niveles de exigencia por la mala preparación de los alumnos, unida a la mala aptitud democrática de algunos de ellos, acostumbrados a imponer su voluntad aun mediante la violencia, lo que conduce inmediatamente a una caída en el nivel de los profesionales que egresan de esas universidades y en la salud de los pacientes, que deberán ser atendidos por médicos mal preparados y que entonces caerán en las garras de la publicidad de las grandes empresas farmacéuticas... y el ciclo se cierra por arriba de la peor manera posible.

Volvamos más en serio a la responsabilidad de los padres. Es un tema que se relaciona también con el también infinitamente repetido y repelido tema de la educación sexual. Cada vez hay más madres adolescentes de chicos cuyos padres no asumen su responsabilidad y que, hasta por su edad, están más cerca de la infancia que de la madurez. Hay chicas cuya única ancla en la vida es un bebé que crecerá como pueda. ¿Cómo se puede esperar de ellas una "maternidad responsable", si para ellos sólo se trata de un acto cometido siguiendo las pautas publicitarias y las normas del grupo? Claro que ésta es una simplificación: la nota periodística no indica la edad de la madre vengadora del aplazo de su hija ni a qué edad la tuvo.

Pero la desidia, la filosofía del zafar, la convicción de que en este país "nadie hace plata trabajando" -como lo dijo alguien que no fue echado a patadas por sus colegas sino que sigue siendo un dirigente sindical y jugador político de primera línea, tanto o tan poco respetado como los demás-, incluye la noción de que no vale la pena esforzarse ni educar a los hijos para que lo hagan; es más, la vida es para gozarla. Sólo laburan los giles, decía Santos Discépolo hace ya 80 años: ésa sigue siendo la filosofía de los que, en cambio, hablan de la sociedad del conocimiento.

La filosofía dominante es la del éxito, medido en dinero, no la de la sabiduría ni la del saber, ni siquiera la de la felicidad personal. Para eso no hay que saber otra cosa que superar al otro en astucia o en falta de escrúpulos.

Ahora bien, de esto a la madre que golpea a la docente ciertamente hay un camino que recorrer. La excusa: con ese aplazo, la nena repite el año. Es decir, la nena no sólo no estudió Química sino tampoco Historia, Lengua, Matemáticas ni nada. La culpa es de los docentes: no es aceptable que con esos antecedentes la nena deba repetir.

Obviamente, no se trata de ser nostálgico de las épocas en que los profesores golpeaban a los alumnos con una regla o les tiraban del pelo cuando no sabían la lección o se "portaban mal" en clase. De lo que se trata es de fijar los límites dentro de los cuales una persona debe mantener su conducta para que la convivencia sea posible. Estamos en un período de la historia en que a nivel macro predomina el egoísmo en todo el mundo, y la conducta que comentamos forma parte de ese egoísmo: el mundo me debe -a mí o a mi descendencia- todo sin necesidad de esfuerzo alguno. Los ejemplos abundan: cuanto más dinero se tiene, más fácil resulta todo, y no importa nada de qué manera lo he obtenido. El dinero borra sus propias huellas, y para obtenerlo es un mito que el saber ayuda.

Exagero, por supuesto. Hay mucha gente que no ha caído en la trampa del consumismo vacuo, gente que aún disfruta de un libro o de una flor y que escucha otras cosas que rock; en la Argentina hay una cantidad de talento que a veces resulta sorprendente ante la larga decadencia que sufrimos. Pero las madres de los talentosos seguramente no son de aquellas que golpean a los profesores.

TOMÁS BUCH (Tecnólogo generalista)

Especial para "Río Negro"

 

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