| Transcurría la Navidad de 1960 en Nueva York. Un flaco de pelo ensortijado, cuerpo algo desgarbado y una extraña voz nasal, se decía músico y pretendía ser algo en la Gran Manzana.
Era un chiste, pensaban muchos, el chico terminaría vagando por las calles o devuelto de una patada a Minnesota, a terminar sus días atendiendo el negocio de electrodomésticos de su padre.
El joven judío Robert Allen Zimmerman arremetió con sus canciones folk –una vez que se le fueron de la cabeza las primeras ideas de ser estrella de rockabilly como Carl Perkins, Little Richard o Jerry Lee Lewis– y en catorce meses asomó su cabeza entre el gentío de la ciudad más grande del mundo.
Munido de su guitarra y su armónica la emprendió con la tarea de pasar a la historia, inscribir su nombre con letras de molde y escribir algunas de las canciones más grandes de este tiempo.
¿Pero qué fue lo que falló en esta historia? ¿Cómo es que triunfa un hombre que canta lo que piensa y siente, que no tiene una gran voz y que no interpreta la música según el canon?
Parece ser que el hombre de la guitarra enhebró por vez primera la literatura con la música popular, y que sus palabras silbaron como flechas sobre los corazones de toda una generación.
Quizá baste con decir que el tipo influenció de forma definitiva a los bisoños Beatles y Stones, para sintetizar la lista interminable de artistas que le rinden tributo y reconocen su aporte fundamental en los últimos cincuenta años de la cultura norteamericana.
En los últimos años, Bob Dylan ha cosechado una cantidad monumental de reconocimientos:
Grammys, Globos de Oro, un premio Oscar, fue hecho Caballero de la Orden de las Artes y Letras por el Ministro de Cultura de Francia y ganó el Premio de Música Polar de la Real Academia Sueca de Música. Además fue nominado varias veces al Premio Nobel de Literatura y en 2007 le fue concedido el premio Príncipe de Asturias de las Artes.
Como un esforzado obrero de la música, Bob Dylan lleva adelante el Never Ending Tour –algo así como la gira de nunca acabar- desde 1988, una sucesión de conciertos en que no se diferencia un año de otro, si está promocionando un disco nuevo o uno viejo reeditado, un concierto de 1965 o un DVD–. Él sólo se calza su sombrero, sus ropas sobrias y sale a tocar sus canciones de siempre, aunque cada vez de manera distinta, como en un renacimiento continuo.
Una década después de su última visita a estas tierras, en marzo del 2008 regresa a la Argentina, para dar conciertos el 13 en el Estadio Chateau Carreras de Córdoba, el 15 en el Estadio Vélez Sársfield de Buenos Aires y el 18 en el Hipódromo de Rosario.
La fama de obrero que ha cosechado no es puro cuento, ya que en octubre pasado dio su recital número dos mil en esta gira hasta el final de los días. “A muchos artistas no les gusta la carretera, pero para mí es algo tan natural como el respirar. Es el único sitio donde puedes ser lo que quieres ser. No hay canción que suene dos veces igual. Imposible aburrirse”.
Pocos días atrás estuvo en escenarios de México y Brasil, y en ambos países la crítica musical fue unánime en sus elogios al show del artista. “La voz es ronca (...), la presencia en escenario es mínima, la comunicación con el público es inexistente, los clásicos vienen de a poco y en versiones casi irreconocibles... pero Dylan demostró que su peso e importancia histórica son suficientes para conducir, solos, todo un espectáculo”, dijo, por ejemplo, el periodista Shin Oliva Suzuki. Con una voz que se va convirtiendo en susurro, parco, concentrado en su tarea sobre el escenario, imprime en estos conciertos latinoamericanos un ambiente intimista y una atmósfera psicodélica, en la que alterna himnos como “Highway 61 revisited”, “Like a rolling stone”, “All along the watchtower” o “Things have changed”, con composiciones más recientes como “Spirit on the water”, “When the deal goes down”, “Summer days” o “Thunder on the mountain”.
Bob hace poco para generar un festival de la nostalgia, se entretiene deformando sus obras más emblemáticas y a veces hasta se da el lujo de provocar a su audiencia y se olvida de tocar “Blowin’ in the wind”.
Con 66 años, casi cincuenta discos, varias películas en su honor, docenas de libros que hablan de su vida y obra, una novela, una autobiografía, algunos premios rimbombantes y nominaciones al premio Nobel de Literatura, el viejo Dylan continúa dando vueltas, como un viento que no se puede domar. En primera persona “Un artista deber tener cuidado de no llegar a ningún sitio donde piense que ya ha llegado… es preciso estar siempre en un estado de tránsito”.
“El rollo del artista que pasa hambre es un mito. Lo iniciaron los grandes banqueros y las jóvenes damas prominentes que compran arte. Ellos simplemente quieren mantener al artista bajo su dominio”. (1978).
“Yo no tengo una voz bonita. Yo no sé cantar bonito, y además no quiero”.
“Cualquier cosa que puedo cantar, la llamo una canción. Cualquier cosa que no puedo cantar, la llamo un poema. Cualquier cosa que no puedo cantar y es demasiado larga para ser un poema, la llamo una novela”.
“Si no fuera Bob Dylan me gustaría ser Leonard Cohen”.
“Escuchas discos modernos y te das cuenta de que son atroces. Están llenos de sonido. Nada suena definido. No hay voces, no hay nada de nada, sólo… estática”.
Periodista: –¿Qué consejo le daría a sus seguidores?
Dylan: –Pues que no sigan a nadie. Algunos fragmentos Desolation Row (1965)
Están vendiendo postales del ahorcamiento,
están pintando los pasaportes de color pardo,
el salón de belleza está lleno de marineros
el circo ha llegado a la ciudad
allí viene el ciego de la junta municipal,
lo han puesto en estado hipnótico,
una mano la tiene atada al equilibrista,
la otra está en sus calzoncillos
y el pelotón de motines está inquieto,
necesita ir a algún sitio,
mientras la dama y yo vigilamos esta noche
desde la calle de la desolación. Things have changed (1999)
Un hombre preocupado con una mente preocupada.
Nadie delante de mí y nadie detrás.
Hay una mujer en mi regazo y está bebiendo champagne.
Su piel es blanca, y tiene ojos asesinos.
Alzo la vista hacia los cielos teñidos de zafiro.
Estoy bien vestido, esperando el último tren.
Parado en el patíbulo con un lazo rodeando mi cabeza.
Cada minuto que pasa espero que todo el infierno se desate.
He caminado cuarenta millas por un mal camino.
Si la Biblia no se equivoca, el mundo va a explotar.
He estado tratando de alejarme de mí mismo tanto como pudiese.
Algunas cosas están demasiado calientes como para tocarlas.
La mente humana sólo puede soportar demasiado.
No podés ganar con una mano perdedora.
Siento que podría enamorarme de la primera mujer que encontrase
y subirla en una carretilla y llevarla calle abajo.
La gente está loca y esta época es extraña.
Estoy atrapado, afuera de circulación.
Antes me importaba, pero las cosas han cambiado. Blowin’ In The Wind (1963)
¿Cuántos caminos tiene que andar un hombre
para que lo tengan por hombre?
¿Cuántos mares tiene que surcar la paloma blanca
antes de poder descansar en la arena?
Sí, ¿y cuánto tiempo seguirán silbando las balas de cañón
antes de que sean prohibidas para siempre?
La respuesta, amigo mío,
está flotando en el viento,
la respuesta está flotando en el viento. Mirando a través del caleidoscopio Cada tanto, el interés por Dylan renace, y se agrega un eslabón más a la cadena. En el 2007 fue el turno de “I’m Not There”, la película que dirigió Todd Haynes tomando como base la vida y la carrera en cambio constante de Bob Dylan.
Pero la existencia escurridiza del artista no está retratada como en un típico biopic, sino más bien diseccionada en partes y extractada su esencia para dar forma a una serie de historias que se desarrollan en los Estados Unidos de los años ’60 y ’70.
Cada historia habla de un personaje diferente: Woody, un niño negro de 11 años que siempre está huyendo; Robbie, un músico mujeriego que interpretó el fallecido Heath Ledger; Jude, una andrógina estrella del rock interpretada por Cate Blanchet; John/Jack, un cantante folk reciclado como pastor, por Christian Bale; y Billy, un fugitivo entrado en años que encarna Richard Gere.
En definitiva, en ningún momento aparece Bob en la pantalla, ni nadie lo personifica, pero su espíritu sobrevuela cada fotograma.
La banda de sonora, editada en estos días en Argentina, está compuesta por covers de Dylan interpretados por Pearl Jam, Sonic Youth, Calexico, Cat Power, Yo La Tengo, Los Lobos, Charlotte Gainsbourg y Antony & the Johnson, entre otros.
Los primeros años por Scorsese “No Direction Home” (2005) es un documental dirigido por Martin Scorsese que se enfoca en los inicios de la carrera de Bob Dylan hasta el momento en que sufre una accidente de moto en 1966, con la consecuente evolución del músico desde sus comienzos en el folk más tradicional hasta su ingreso al mundo del rock y las guitarras eléctricas.
Scorsese relata el viaje de Dylan desde sus raíces en Minnesota hasta la época de sus comienzos en los cafés del Greenwich Village, en un extenso documental de cuatro horas que ganó un Grammy. La mayor parte de la filmación está constituida por material de archivo de Dylan y por entrevistas al músico y a personas cercanas a él en sus primeros años de carrera.
“No he pretendido hacer algo donde se desvelen todos los secretos de Dylan, ni mucho menos, sino rendir un homenaje a uno de los poetas más brillantes del siglo, un hombre que hace que nos miremos a nosotros mismos, que nos emociona y nos hace sentir cosas que no sabríamos transmitir de otra manera”, dijo Scorsese, quien antes había dirigido “El último vals” (The Last Waltz, 1978), filme que recoge el concierto despedida de The Band, la mítica agrupación de Bob Dylan. Un hombre, muchas opiniones • “A medida que envejezco, aprecio más y más la grandeza de Bob Dylan. Esto, quizá, prueba que Dylan, después de todo, es Dios”. (Nick Hornby)
• “Dylan es un Picasso, con esa exuberancia, variedad y asimilación de la historia entera de la música”. (Leonard Cohen, 1988)
• “Sin Bob, los Beatles no habrían hecho el Seargent Pepper, los Sex Pistols no habrían hecho “God Save the Queen” y U2 no habría hecho “Pride in the Name of Love”. (Bruce Springsteen).
• “Tres versos de Bob Dylan justifican cualquier galardón, incluso el Nobel de Literatura”. (Nicanor Parra)
• “Su manera de tocar es totalmente híbrida. Musicalmente no tiene sentido para el erudito. Si fueras músico dirías: pero ¿qué estás haciendo? La primera vez que lo oyes, es inútil. Después reflexionas y te das cuenta de que es perfecto”. (Eric Clapton)
• “En la música, Frank Sinatra puso la voz, Elvis Presley puso el cuerpo... Bob Dylan puso el cerebro”. (Bruce Springsteen)
• “Dylan ha escrito canciones que tocan lugares de la mente a los que nadie antes había llegado”. (Jerry García)
• “Es un pozo sin fondo. Aún tiene mucho que decir”. (Lou Reed)
• “Dylan tiene mucho más que tres acordes y la verdad”. (Bono)
• “Yo tengo tres padres: Mi padre biológico, Dios y Bob Dylan”. (Jack White)
• “En nuestro tiempo, en cualquier gran música de rock que se hace hay siempre una sombra de Bob Dylan”. (Bruce Springsteen)
• “Sin él ni se entiende la música, ni los últimos 50 años”. (Joan Manuel Serrat)
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