Otro 8 de marzo no es una afirmación de resignación ni de fastidio. Es la mención que indica que un nuevo año ha transcurrido dentro de este largo proceso de resignificación del rol de la mujer en nuestra sociedad contemporánea.
Este nuevo posicionamiento no ha sido fácil. Nuestra sociedad sexista sigue sin otorgar las mismas oportunidades a mujeres que a varones, y ello se hace patente y preocupante en al menos tres aspectos principales que hemos debatido largamente en diversos encuentros organizados por nuestra asociación: trabajo, familia y ciudadanía.
En el ámbito del trabajo, solemos encontrarnos con la discriminación salarial de la mujer. Ante una misma actividad no siempre se percibe igual remuneración. Las posibilidades de contratación o de ocupar cargos jerárquicos no son siempre equitativas ni se contempla la capacidad del aspirante para los mismos, y ser mujer a veces es un determinante para no acceder a él.
En general, faltan posibilidades de capacitación para la inserción laboral de la mujer, situación que la condena a ocupar trabajos de baja calificación, abundando también la discriminación por la apariencia física, maternidad o edad, hechos que lamentablemente suelen complementarse con la violencia psicológica y física del acoso sexual.
En el ámbito de la familia, todavía sigue siendo difícil que se conciba la tarea del hogar como un trabajo. La mujer que tiene un empleo fuera de casa se ve sobrecargada con las labores domésticas, sin contar muchas veces con el apoyo y la ayuda de su compañero.
Lo mismo suele suceder con la tarea del cuidado de los hijos, especialmente cuando son pequeños. Si bien la madre tiene un rol protagónico en la crianza aceptado por todos, tampoco el papel del varón debe ser secundario y, a pesar de los debates sobre su participación en estos cuidados, aún muchos padres todavía se niegan a ejercerlo.
Aunque hacia fines de la década del '40 se conquistaron los derechos cívicos y a pesar del compromiso de la mujer con la política y la sociedad, no siempre ello se ve reflejado en cargos de decisión de los gobiernos. Salvo algunas honrosas excepciones, la mujer se halla destinada a lugares secundarios y hasta a veces decorativos en los ejecutivos o legislativos, tanto en los ámbitos nacionales, provinciales o municipales.
Es cierto que se ha avanzado en una legislación plagada de buenas intenciones, aunque muchas veces no se cumple o su implementación resulta defectuosa. Entre ellas, el registro de deudores alimentarios, la de asistencia para madres con dificultad para criar a sus hijos, la de atención integral a la violencia familiar, la de protección a la mujer embarazada, el programa de salud reproductiva, la de viviendas para atención de la violencia familiar, etc. Seguramente quedan pendientes muchas otras como la comisaría de la mujer o la de atención temprana contra el riesgo cardiovascular; normas que seguramente se promulgarán tarde o temprano pero que esperamos se pongan en marcha, al igual que las anteriores, con los recursos e idoneidad que se merecen.
Pasará otro 8 de marzo y nunca dejaremos de recordar, hoy y todos los días, a todas y cada una de las mujeres que cotidianamente siguen siendo el alma, la risa, las lágrimas, el coraje, el amor y la ternura que motorizan la construcción de una sociedad más integrada e igualitaria para los seres humanos de todos los sexos, edades, apariencia, raza o creencia.
ADRIANA MÓNICA NASELLO (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Médica pediatra.
Presidenta de la asociación civil
Centro Patagónico para el Desarrollo
Humano - Cepadhu