Quienes viven en el barrio San Martín de Regina tienen la profunda y rara sensación de que como comunidad "han tocado fondo" y que este fondo, al mismo tiempo, "puede estar mucho más abajo aún". Es decir que si no se implementan políticas sociales de prevención con urgencia "podemos seguir viviendo en el drama, con mucho miedo y pánico".
Quienes así se expresan son los principales referentes del barrio que, a raíz del reciente asesinato de una de sus vecinas más jóvenes, Nadia Hidalgo (17), por parte de amistades suyas de 20 puñaladas, han decidido cuestionarse para dibujar un diagnóstico sincero de sus vidas y buscar alternativas para hacerlas vivibles, o al menos algo soportables.
"El barrio tiene que perder el miedo. Perder el miedo a las patotas, a hablar, a enfrentar, a convencer el otro...", dice Carlos Piva, presidente de la Junta Vecinal. "Tenemos que recuperar el orgullo de vivir en el San Martín. Éste es el desafío que nos imponen nuestros hijos de modo imperante", agrega. "Y es por esto que pedimos ayuda con desesperación. No podemos dejar pasar un día más sin hacer nada por nadie".
Hablaron con "Río Negro" la bibliotecaria del barrio, Soledad Garlatti, y otros vecinos como Elvira Díaz, Graciela Contizanetti y Carlos Quijada, quienes dejaron en claro que:
" "Evidentemente cuesta y muchísimo crear instrumentos para la inclusión a partir de la mera voluntad de los vecinos. Solos no se puede. Tienen que intervenir los Estados municipales y provinciales, como mínimo. Después, ongs y otras instituciones de la comunidad".
" "Pareciera que a los pobres no se los puede asimilar a una mejor vida. Las consecuencias de esta postura están a la vista.
" "El excluido encarna una amenaza, constituyéndose en un 'peligro' que está siempre al lado nuestro, conviviendo con nosotros y no se puede hacer nada con él excepto meterlo preso".
" "Se quiera o no, somos un espejo en el cual nadie se atreve a mirarse".
Ante tanta claridad y honestidad, Graciela Contizanetti reconoce que "los lazos vecinales, aquí, están rotos. Hay mucho maltrato entre nosotros y de los adultos para con los chicos. Yo tengo recuerdos horribles de cómo vecinos míos puteaban a mis hijos cuando salían a jugar, cuando ellos eran chicos. Siempre parecía que provocaban molestias, aunque no se moviesen. Hasta que un día me planté y dije basta... pero para esto ya habían pasado ocho años. Demasiado, pobres hijos míos".
Si a los chicos no se les gritara, se los mirara de un modo más cariñoso, se les hablara con algo de ternura, creo que algo cambiaría, dice Carlos Quijada. Ya mayor él, comenta que cuando sale a regar sus plantas los chicos se le acercan y le piden la manguera y él se la presta y les dice que "si las plantas no reciben agua se mueren" y así se van formando "eslabones de una cadena que puede construir algo positivo para todos nosotros".
"Si no nos cuidamos nosotros, ¿quién nos va a cuidar?", acota.
Regina tiene unos 35.000 habitantes y al barrio San Martín lo pueblan unas 5.000 personas. "Es decir que lo que pasa acá resuena y bastante en la comunidad", razona Piva y agrega:
" "Esto es un engranaje: donde falta un diente, la cosa sigue pero mal. Si este barrio anda mal, la ciudad anda mal. Si hoy mataron a Nadia y mañana matan a otro hijo nuestro, el barrio anda mucho más que mal. Hay que entender esto".
" "Hace como tres años atrás el municipio nos dijo que nos iba a mandar unas asistentes sociales para ver qué se podía hacer. Todavía las estamos esperando".
" "En noviembre del año pasado el gobierno provincial nos dijo que nos facilitaría programas que involucrarían a jóvenes en la parquización del barrio. Hasta ahora, nada de nada. Nunca hay dinero para nosotros".
" "Necesitamos presencia de profesionales especializados para incorporar a nuestros chicos a una mejor vida. Solos no podemos: esta lección ya la recontra aprendimos trágicamente. Tiene que estar el Estado para guiar, apuntalar, estimular".
Entonces, ¿qué hacer?
""Hay que planear alternativas que incluyan a los padres también. A toda la familia", insiste la bibliotecaria que con orgullo recalca que "la biblioteca nunca fue atacada. Es un lugar que inspira respeto y cariño. Bien podría ser este un sitio para hacer actividades que convoquen".
" "Algún líder deportivo de los que tenemos podría devolver a la comunidad su entusiasmo, pasión y capacidad para lograr metas", expresa Elvira Díaz.
" "Ahora nos ofrecieron dar un curso de apicultura. Eso está bueno: pensar en salidas laborales y productivas. Necesitamos talleres y cursos, siempre con esta intención, más la de prevención".
" "La Asociación Cristiana viene ahora a brindar una hora de juego, los sábados. Nosotros les dijimos que esto tiene que ser permanente y un poco más de tiempo. Y que en el juego se transmita un valor de vida".
" "Unirnos a otros barrios que padecen la inseguridad igual que nosotros. Ya lo hizo el barrio Malvinas. Habría que armar redes de ayuda, convivencia y contención. Acá nos salvamos todos y juntos o nos hundimos todos".
Lo dramático de la urgencia no debiera hacernos perder la intención de trabajar a mediano y largo plazo, concluye Piva, quien no se harta de reiterar pedidos de ayuda a quien quiera oírlo y pretenda hacer algo por los demás. Este pedido, obviamente, incluye algo más que un llamado de atención, también, a quienes sí debieran hacer ese trabajo por una obligación de sus funciones. Hacerse los distraídos, dicen ellos, también sería un delito.
HORACIO LARA
hlara@rionegro.com.ar