SAN MARTÍN DE LOS ANDES (ASM).- El fuego cambia las "reglas" en el bosque, pero la vida se abre camino, siempre. Y aquello que hoy aparece arrasado por las llamas, se recuperará con el paso del tiempo, en un ciclo que viene desde la desmemoria. El dato, esta temporada, es que la totalidad de los incendios que afectaron el Parque Nacional Lanín fueron producto de causas naturales, como las tormentas eléctricas. Y eso es lo que hace siempre la naturaleza, que destruye y construye en el mismo acto.
Luego del fuego, las más beneficiadas serán las especies colonizadoras adaptadas a la luz y la fauna generalista en cuanto a su dieta y uso de hábitat, en perjuicio de especies que crecían en la zona a la sombra del bosque, que son más sensibles al estrés hídrico y lumínico.
Un extenso informe difundido ayer por el PNL, da cuenta de que el incendio en cañadón León afectó ya 2.284 hectáreas, en su mayoría de bosques puros de ñire (Nothofagus antártica), puros de lenga (Nothofagus pumilio), puros de coihue (N. dombeyi) y/o con raulí (N. nervosa) y bosques abiertos de ciprés de la cordillera (Austrocedrus chilensis) con radal (Lomatia hirsuta), así como también matorrales de ñire y lenga.
La zona del incendio presenta un régimen de lluvias bastante húmedo, con un rango de precipitaciones anuales de 2.600 milímetros anuales para el extremo oeste, y 2.000 para el extremo Este de la zona incendiada.
Este tipo de sectores son los que se queman en años extra secos provocados por el fenómeno del "Niño" (y su fase "La Niña"), ya que los bosques en estas zonas presentan combustibles gruesos, que se acumulan lentamente y se caracterizan por su alta inercia a la desecación.
Es por ello que difícilmente se queman en veranos precedidos por una época de lluvias "normal".
Alrededor del 30 por ciento de la zona quemada estaba constituida por bosques maduros con alto valor de conservación, los cuales se encontraban en recuperación luego de incendios ocurridos a mediados del siglo XIX.
La lenga y el ciprés son las especies más afectadas, porque son más sensibles a fuegos de intensidad como el ocurrido, mientras que el Ñire y el Raulí presentan una gran capacidad de rebrote desde el tronco. El Coihue, a su vez, se encuentra adaptado a incendios de gran escala en zonas húmedas.
En general, la fauna presenta adaptaciones contra el fuego con el objetivo de minimizar la mortalidad de los individuos. Como ejemplo destacan la movilidad entre los grandes mamíferos, las aves y muchos insectos, y la capacidad de refugiarse bajo tierra o piedras en los roedores, anfibios y reptiles.
Sin embargo, aquellas especies con baja movilidad, o los individuos jóvenes entre los vertebrados (pichones de aves, crías de gatos, zorros, hurones, pudúes, etc.) o que viven en los árboles (el marsupial Monito de Monte), presentan mayores riesgos y mortalidad frente a incendios de este tipo en ambientes húmedos.
Las especies animales y vegetales más afectadas por el fuego son aquellas que están adaptadas especialmente a hábitats particulares y escasos, que son destruidos por el fuego, y que demoran cientos de años en recuperar.
También es grave la situación para especies con poblaciones de distribución restringida en la zona, como la Rata de los Pinares (Aconaemys porteri), registrada en la Zona Centro del Parque Nacional Lanín, en cercanías del incendio en cuestión.
Para estas especies particulares menos adaptadas al fuego, o donde sus poblaciones son escasas y con escaso alcance geográfico, el fuego destruye temporalmente por varios años sus fuentes de alimento, sus refugios contra depredadores y cambia las condiciones ambientales propicias para su desarrollo, al modificar la composición y cobertura de la vegetación en el interior del bosque, destruir el mantillo en el suelo y afectar las condiciones físico-químicas del agua, en especial para peces y anfibios.
