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- En términos políticos, ¿está muy solo, no? - No. Tengo vocación política, tengo ideas y estoy en un partido a cuya presidencia renuncié en aras de que se reorganice; un partido que tiene gente joven que ha luchado al lado mío en estos años muy duros. Aunque así es este juego. Pero insisto: están las ideas; tenemos, tengo, ideas fundadas en convicciones muy profundas. Ideas que apuntan a que la Argentina recupere ese gran potencial que supo tener como Nación, es decir apuntan a hacer de este país un país moderno, con racionalidad en el manejo del poder y bienestar para su gente. - ¿Cómo se hace para proteger las ideas cuando se viene de un tiempo electoral muy desfavorable? - Con el convencimiento de que uno está en el camino correcto, siendo consecuente con lo que se piensa. Pero, por otra parte, yo soy un político de práctica concreta de la política... la mamé desde pibe en mi casa, un hogar a pleno en el campo político. Yo no arrugo, no ando en puntas de pies a la hora de hacer política. No soy un político de ocasión... de ver si se me da o no. Así hice política en la universidad hace más de 30 años, así protagonicé mi larga militancia por el radicalismo y así sigo ahora en Recrear. Yo puedo ganar o perder, pero no soy político de utilería. Ni estoy solo ni aflojo la cincha. - Hace dos o tres años usted rindió un homenaje a Juan Perón en un marco en el que también habló, si mal no recuerdo, de Arturo Frondizi. De uno u otro, sostuvo que se movieron alentados por ideas que, compartidas o no, implicaron, más allá de las suertes corridas, una remoción significativa en la política argentina. ¿La política argentina todavía puede depararnos adhesiones al mundo de las ideas o se seguirá abulonando más a los personalismos, los caudillismos, la reflexión rápida, insustancial, demagógica? - ¡No, a la larga siempre son las ideas las que se imponen! - Pero lo que se ha dado en llamar el “relato” de la política parece estar en crisis, o sea la construcción de soluciones para todo. - Lo que está en crisis es ese ornamento ideológico que decía a la gente hasta cómo tenía que vestirse. Esa ingeniería social está en crisis. No las ideas sustentadas en racionalidad, en debate... Hay que volver a la idea de desarrollo económico como algo que para los argentinos está más allá de esta o aquella coyuntura favorable por razones exógenas, casi como diciendo “menos mal que se nos da ésta”. No es así. Este es un país con un inmenso capital social e inmensas posibilidades. Hay que volver a hablar de que el desarrollo económico no es simplemente el crecimiento de ciertas variables, sino una oportunidad también de carácter moral. - ¿Moral en términos de qué? - En términos de que el desarrollo no es neutro en relación con la construcción del futuro, como muy bien lo planteaba don Arturo Frondizi. Él hablaba del desarrollo como “ambiente modificador”. Modificador hasta de aquello que no podemos imaginar como materia de modificación. Cuando hablo de estos temas siempre tengo presente a don Arturo y su disposición... ¡Sus ganas, su esfuerzo por un país distinto, mejor! - ¿Un incomprendido? - Un estadista en un marco muy tenso, muy tirante de la vida argentina. Un cuadro signado por desencuentros muy cercanos y profundos. Pero, sí, sí… el desarrollo económico tiene una moral, no es gratis: es transformador, tiene cultura de aspiración que generan el estancamiento, la pobreza. Por eso la subestimación de los indicadores materiales es un enorme error porque se dejan de lado datos que tienen hasta una función didáctica. Nos hablan, nos dicen cosas, nos marcan caminos. No el camino delirante de Hugo Chávez o Norcorea, sino el de trabajar sobre la economía desde la racionalidad. Lo de China, cada vez más metida en la globalización… ¡Lo de Vietnam, voraz en la búsqueda y captura de inversiones extrajeras! Economías que se sacuden dogmatismos, prejuicios y liberan sus fuerzas creativas, su imaginación. - Por variadas razones, hay consenso de que, desde lo económico, la Argentina está en un curso excepcional; usted mismo lo define así. Y esto más allá de acechanzas como la inflación, lo restringido que es el flujo de inversión extranjera, etcétera. Pero en el arcón de nuestra historia siempre laten advertencias en el sentido de que cuando la economía argentina entra en una etapa de expansión, terminamos durmiéndonos en los laureles alentados por eso que Todesca llama “el mito del país rico”. ¿Cómo está influyendo o cómo debería estar influyendo sobre el sistema político esta excepcionalidad que vive la economía argentina? - Le respondo a partir de un intercambio de ideas que tuve hace poco con Dick Morris, el ex asesor de Bill Clinton. Él tiene la hipótesis de que esta excepcionalidad creada por circunstancias externas podría terminar empobreciéndonos estructuralmente, ya que puede obnubilar la capacidad de entender qué es lo que realmente hace progresar a una sociedad, o sea que la economía argentina se vuelva más primitiva... - ¿Primitiva como sinónimo de dependencia del sector primario? - Primitiva en el sentido de más arbitraria en su funcionamiento, o sea del manejo que el poder hace de la economía. Es decir, mucho de lo que se hace no se hace porque es necesario o porque refleja adelantos tecnológicos, etcétera, sino que se hace porque priman los intereses de los amigos del poder. Este tipo de vínculos que lideran muchas de las decisiones del kirchnerismo es profundamente reaccionario, anacrónico. Desde el razonamiento de Morris, que comparto, esta etapa de excepcionalidad que vive nuestra economía puede terminar ocultando el anacronismo del estilo organizativo de la sociedad y de cómo se mueven sus factores de poder, un proceso que a la larga termina empobreciendo al conjunto, debido a los mecanismos con que se resuelven los conflictos y también cómo se asignan los recursos. Un trámite en el que mandan los acomodamientos, el amiguismo, la presión. Es el triunfo del primitivismo en el manejo de un país... - Pero el manejo del país, el estilo que se le imprime aquí o más allá hace a una concepción de construcción de poder. No es algo que dependa de, no sé, cotidianidades. ¿Ese estilo es simbiosis de cultura política e ideología? - Por supuesto, son las expresiones de convicciones de ese orden que, para mi gusto, son muy dañinas para los intereses del país. Es malentender las circunstancias que vive el país, y éste creo que es uno de los dramas de la política argentina, porque si la población entendiera que este progreso es a pesar de Kirchner y no gracias a él, estaríamos dando un inmenso salto cualitativo en materia de calidad de exigencias al poder político. - No se trata de ser indulgente o de justificar, pero si sigo su punto de vista, ¿hay que cargarle las tintas a la gente? En todo caso, esta sociedad viene de vacíos muy duros... - ¡No, claro que no: lejos está de mi intención tirarle la culpa a la gente, que tanto ha padecido, no, no! Yo comprendo a la gente, su visión está puesta en lo que ve y lo que ve es esta excepcionalidad en la que está la economía. No es fácil comprender que esa excepcionalidad no se le debe a Kirchner. Decía un profesor mío que “las correlaciones son la madre de la superstición; las causalidades son la madre de la ciencia”. O sea, las correlaciones inducen a grandes y graves errores, como establecer que la excepcionalidad es producto de una buena política por parte de Kirchner, lo cual es erróneo... Pero no es la excepcionalidad sólo en términos de la economía... tenemos una situación excepcional también en relación con nuestros vecinos, un vínculo muy distendido... ¡como nunca! Tenemos ausencia de problemas de índole étnico, no tenemos problemas religiosos... Pero no se puede seguir liderando estas excepcionalidades en términos de la vieja política, la trenza, los amigos, estigmatizar al que piensa distinto al gobierno, apropiarse de la última palabra, creerse dueño de la verdad... “Primero acuerdo, luego el motor” - ¿Se imagina volviendo a la UCR? - Hablo con radicales, pero no me lo imagino. En la política argentina de hoy, más que hablar de vehículos hay que hablar de visiones, de programas, de una masa crítica de ideas destinadas a darle cohesión y sentido histórico a una fuerza alternativa al kirchnerismo. Darle al país algo que hoy el país no tiene. El vehículo es una cuestión de segundo orden... si hacemos de él lo primero a discutir, estamos fritos porque entonces estaremos diciendo que lo único que nos interesan son los cargos...Y a López Murphy no lo develan los cargos. - ¿Y el 2009? Renovación parlamentaria… - Ahí sí hay que tener el vehículo preparado. - ¿Un frente electoral opositor? - Sí. Primero los acuerdos; luego el motor. - ¿Está mal con Macri, no? - Nuestra relación está dañada a partir de la actitud de Mauricio de decidir, ante el respaldo a mi candidatura a presidente, una cosa para Capital Federal y otra para provincia de Buenos Aires. No fue una actitud positiva por parte de Mauricio. - ¿Entonces con Macri en el 2009 no? - Yo siempre he dicho que el pasado no puede impedir el futuro. Y sostengo que en política, los agravios prescriben al año... los sinsabores no pueden condicionar ese futuro. - Pero lo pueden hacer más difícil. - Sí, eso sí.
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