Lunes 25 de Febrero de 2008 > Carta de Lectores
El fenómeno Obama

Hace algunos meses casi todos los interesados en las vicisitudes políticas de Estados Unidos, incluyendo los norteamericanos mismos, daban por descontado que la senadora Hillary Clinton ganaría con facilidad el privilegio de representar al Partido Demócrata en las elecciones presidenciales de noviembre próximo y que procedería a derrotar al candidato republicano por un margen muy amplio. Desde entonces mucho ha cambiado. Para consternación de Clinton, el senador Barack Hussein Obama ya la ha aventajado en cuanto a la cantidad de delegados comprometidos con su causa y, según las encuestas de opinión, podría alzarse con la nominación. Que ello haya ocurrido puede atribuirse en parte a la hostilidad hacia la ex primera dama de los muchos norteamericanos que la consideran una mujer fría y calculadora, pero la causa principal de su retroceso consiste en la imagen muy positiva que ha sabido labrarse Obama, un político de raza mixta, hijo de un africano de Kenia y una mujer blanca y por lo tanto un negro, según las pautas estadounidenses, que logra deslumbrar con su elocuencia a una proporción creciente de sus compatriotas. Pero aunque sus admiradores lo califican de orador brillante y es evidente que muchos se sienten conmovidos por sus alusiones constantes a la necesidad de tener más esperanza y su promesa de iniciar una época signada por "el cambio", pocos parecen entender exactamente qué es lo que tiene en mente.

El desprecio aparente del senador Obama por los engorrosos detalles concretos que tendría que enfrentar en el caso de convertirse en presidente de Estados Unidos preocupa incluso a los dispuestos a respaldarlo. Se preguntan cómo se las arreglaría para gastar muchísimo más dinero sin aumentar los impuestos no sólo de los ricos sino también de los demás, sobre todo en medio de una crisis financiera y económica internacional que parece destinada a complicarse cada vez más, cuáles serían las consecuencias de las medidas proteccionistas que tomaría para impedir que "empleos norteamericanos" sean exportados a México o países asiáticos como China y la India, si ordenaría una retirada inmediata de Irak de las tropas estadounidenses, abandonando así a su suerte a un gobierno elegido que, no obstante sus deficiencias, es el más democrático del mundo árabe y, tal vez, provocando una inmensa catástrofe humanitaria y geopolítica, además de entregar a los islamistas una victoria que con toda seguridad aprovecharían. En los meses próximos, Obama tendrá muchas oportunidades para aclarar sus propuestas: hasta que lo haga, será lícito temer que sólo sea un demagogo astuto, como insinúa Hillary Clinton cuando señala que de por sí los discursos, por emocionantes que sean, no sirven para mucho.

El que Obama sea considerado un negro no le ha supuesto ninguna desventaja. Antes bien, lo ha ayudado entre los muchos blancos que se sienten en cierto modo culpables de la discriminación racial que estaba generalizada hasta hace apenas cuarenta años y que por lo tanto están dispuestos a favorecer a un candidato que a pesar del color de su piel es muy distinto de los demás integrantes de la comunidad negra norteamericana. Como sucedió con otro hombre de color que hace algunos años se contaba entre los presidenciables estadounidenses, el en aquel entonces secretario de Estado Colin Powell, el que los antepasados de Obama no fueran norteamericanos le ha permitido trascender los estereotipos étnicos habituales, pero así y todo cuenta con la adhesión masiva, casi monolítica, de los negros que en otras circunstancias hubieran respaldado masivamente a la senadora Clinton. Con todo, aunque puede considerarse muy positiva la posibilidad de que el próximo presidente de la superpotencia sea un hombre de raza mixta, la novedad así supuesta no sería suficiente como para asegurar que su gestión resultara exitosa. Por el contrario, si Obama llegara a ser lo que sus compatriotas califican del "hombre más poderoso del mundo", la resistencia de muchos a criticarlo por temor a ser acusados de albergar prejuicios raciales más la extrema vaguedad de lo que se supone son su propuestas podrían ocasionar tantos problemas que su eventual triunfo electoral sería el preludio de un período decididamente difícil no sólo para Estados Unidos sino también para el resto del planeta.

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