Viernes 22 de Febrero de 2008 > Carta de Lectores
Un país dependiente

Ha sido decididamente ambigua la reacción de la mayoría de los demás países frente a la declaración unilateral de independencia que acaban de proclamar los kosovares. Aunque con escasas excepciones los gobiernos occidentales reivindican el derecho de Kosovo a separarse de Serbia, ya que más del noventa por ciento de sus habitantes son musulmanes de origen albanés y luego de una serie de guerras interétnicas tienen motivos de sobra para odiar a los serbios, temen que las consecuencias de la decisión sean nefastas. Además de dificultar todavía más la relación con Rusia, cuyo presidente, Vladimir Putin, ha protestado amargamente contra la voluntad de los demás europeos de cohonestar las aspiraciones independentistas de los kosovares, de los miembros principales de la Unión Europea y de Estados Unidos, que formalmente apoyan la independencia de Kosovo, se entiende que el reconocimiento rápido del nuevo Estado servirá para estimular a los secesionistas en otras partes del mundo. He aquí una razón por la que los gobiernos de España, que se enfrenta con la amenaza constante planteada por el terrorismo vasco, y de Grecia, que está preocupado por lo que podría suceder si los albaneses que viven en su propio territorio y en la vecina Macedonia se dejan encandilar por el sueño de una "Gran Albania", no han manifestado entusiasmo alguno por la independencia de Kosovo. Tampoco lo han hecho los chipriotas griegos, puesto que en la zona norteña de la isla que está bajo ocupación militar turca hay muchos que quisieran emular a los kosovares. Asimismo, siempre existe la posibilidad de que los serbios que habitan enclaves en Kosovo y en Bosnia insistan en que ellos también tienen derecho a romper con un gobierno local dominado por sus enemigos.

Pero no sólo se trata del temor, es de esperar exagerado, de que una vez más los Balcanes estallen en violencia por ser mutuamente incompatibles las aspiraciones de los diversos pueblos de la ex Yugoslavia o que todos los muchos movimientos separatistas que se dan en Europa estén por iniciar una ofensiva generalizada. También hay dudas en cuanto a la viabilidad como Estado de Kosovo. Además de ser uno de los países más pobres y subdesarrollados de Europa en el que apenas el 50% de la población "activa" tiene un empleo formal, Kosovo está efectivamente regido por bandas criminales que están vinculadas con las mafias de Rusia e Italia, las que con toda seguridad aprovecharán las oportunidades que se les presenten para ampliar sus operaciones en el resto del continente en el caso de que la UE opte por abrirles las puertas. En la actualidad, Kosovo depende casi por completo de la ayuda internacional y pocos prevén que esta situación se modifique en los años próximos. Aunque la emigración podría contribuir a atenuar los problemas económicos de Kosovo, son cada vez menos los ciudadanos de los países miembros de la UE dispuestos a permitir la entrada de gente no calificada de formación musulmana.

Por ahora, Kosovo seguirá siendo una especie de colonia administrada por las Naciones Unidas y protegida -mejor dicho, patrullada, ya que los peligros más graves son internos- por 16.000 soldados de la OTAN. Se trata de un arreglo muy poco satisfactorio, pero en vista de las alternativas es posible considerarlo el menos malo. Si bien muchos kosovares esperan que andando el tiempo su país sea admitido a la UE, de ahí el despliegue de banderas azules con estrellas doradas que acompañaba los festejos con los que se celebró la declaración de independencia, resulta poco probable que los demás europeos pronto acepten asumir la responsabilidad por el destino de un país económicamente parasitario que está infestado de delincuentes. Acaba de producirse, pues, un choque entre la aprobación que suele merecer el principio de la autodeterminación cuando es evidente que la mayoría abrumadora de los habitantes de un territorio quiere separarse de otro que, para colmo, hace poco los trataba con brutalidad extraordinaria, y el hecho de que respetar dicho principio signifique permitir la formación de un Estado que por mucho tiempo no estará en condiciones de valerse por sí mismo y que por lo tanto tendrá que depender de los sentimientos solidarios de sus vecinos.

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