Jueves 14 de Febrero de 2008 Edicion impresa pag. 24 > Internacionales
"Cuarenta hombres por día"
Dramáticos relatos en la primera cumbre global sobre tráfico humano

El cuarto es sucio y pequeño. En un rincón hay un diminuto tanga rojo, junto a un cesto repleto de condones. La cama chirría rítmicamente en su continuo uso. "40 men per day - 40 hombres por día", dice la lista a rayas escrita con lápiz de labios en un espejo. "Help me- Ayúdenme", se lee en un espejo contiguo. Elena, prostituta forzada, relató en Viena que en lo que para los visitantes es un corto y apurado rato de placer a ella se le va la vida.

En la primera Conferencia Internacional de la ONU Contra el Tráfico Humano, unos 1.200 expertos de la política, la economía, la justicia y organizaciones no gubernamentales buscan estrategias contra el creciente problema de la esclavitud moderna.

El boricua Ricky Martin, la actriz británica Emma Thompson, la primera dama egipcia Suzanne Mubarak y Antonio María Costa, el alto comisionado de la lucha contra el crimen de las Naciones Unidas, fueron algunos oradores. Hicieron el llamado en el primer día de una conferencia de la ONU para tratar el tema, y en el que habrá ponencias de expertos, legisladores, agencias de seguridad, empresarios, organizaciones no gubernamentales y víctimas.

Un niño secuestrado y vendido más tarde como soldado, o un hombre atraído con promesas falsas que se pasea mutilado por una calle de Europa pidiendo limosna; los rostros y las personas

son diversos y multinacionales, pero su destino es el mismo.

Con la perspectiva de una vida mejor, son atraídos o directamente secuestrados de sus países, mayoritariamente en zonas rurales, hacia el soñado Occidente para terminar explotados y maltratados. "Una mujer se acercaba siempre a mi puesto en el mercado para conversar. Un día me dio su número de teléfono: quería ayudarme", cuenta Elena.

En Europa, mujeres como ella aparecen por miles en afiches de colores que los burdeles utilizan para atraer clientela. Pero también en la construcción y otras ramas de la economía abundan las víctimas. "Me dieron un tanga, nunca había visto uno. Nunca fueron menos de 40 hombres por día", recuerda Elena, que trabajaba en un burdel británico. Cuando llegaban las autoridades de inmigración, la encerraban otra vez. "Necesitamos más protección para las mujeres y mejores leyes de asilo", reclama la activista por los derechos humanos Helena Bamber.

Incluso tras ser liberada, a la víctima sin papeles en el lugar de residencia le espera el regreso a su país, donde puede volver a caer en manos de sus secuestradores o incluso ser asesinada. Los expertos sí coinciden en algo: no existe una manera sencilla de acabar con las estructuras del tráfico de personas en un mundo globalizado, que empiezan en la insuperable brecha entre países ricos y pobres y acaban en una legislación extremadamente heterogénea. (DPA)

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