El sistema argentino vuelve a la búsqueda de los partidos, y Río Negro actúa con particular reflejo. El justicialismo se reorganiza y el oficialismo rastrea una estructura partidaria, dentro o fuera del radicalismo.
Miguel Pichetto será presidente del PJ y Carlos Soria seguirá en la conducción del Congreso. Ambos lo resolvieron aunque queda formalizarlo en la interna, que quedará para junio o julio. Las formas se diseñaron el miércoles cuando se juntaron en Capital Federal, sumándose además el presidente actual Jorge Cejas y Hugo Lastra. El Consejo se reunirá el viernes en Cervantes para cumplir con los primeros trámites.
Un encuentro anterior de la dirigencia extraconducción en Manzano realimentó viejos temores. Ocurre que se excedieron en críticas internas. Pichetto confía en esa renovación, pero se molestó con la permanente revisión. "Hay que olvidarse de diagnósticos y cuestionamientos, y trabajar para adelante", transmitió.
El senador no estuvo, pero muchos -como el convocante intendente Ariel Rivero- no actuaron por sí.
La conducción liderada por Cejas entendió que aquel mensaje lo limaba y el llamado de Cervantes está destinado también a reposicionar esa dirigencia vapuleada. "Viejos y jóvenes al nuevo Consejo" es el axioma de Pichetto y Soria. Falta concretarlo.
El senador no quiere detenerse en esas rencillas. Está preocupado y ocupado en el proceso electoral de Bariloche. La estrategia se sostendrá -inicialmente- detrás del fortalecimiento del Frente para la Victoria, con el arriaguismo y Sur. La primera meta: hay que formalizar el Frente local antes del 4 de marzo. No será una simple diligencia.
Si no existe otro mandato nacional, el PJ apoyará la continuidad del intendente icarista Darío Barriga pero, para eso, requerirá mayor apertura del gobierno municipal. Hoy, el justicialismo sólo es un privilegiado observador de esa gestión. Persiste la opción de Silvina García Larraburu por su proyección pero, cada vez, se debilita más por su insistente rechazo.
El PJ rionegrino regresó por su partido con sus tradicionales vicios y ansiedades.
El oficialismo provincial tiene en Bariloche otra prueba para su perpetuidad.
Detrás del alineamiento de Saiz al
kirchnerismo, el radicalismo se distanció del partido nacional. Todo conducía a la creación de una agrupación provincial (¿Unión Cívica Rionegrina?). Otro sendero se generó con la irrupción del acuerdo de Kirchner y Lavagna.
Era un momento de reflexión, pero el gobernador insistió en la chicana y el vapuleo a la conducción partidaria, con Gerardo Morales a la cabeza. Un gesto diferente adoptó Pablo Verani, el presidente de la UCR hasta la intervención.
Nada cambiará sin puentes mínimos.
"La intervención se cayó políticamente, pero lo importante es el manejo funcional y ese asunto sólo se arregla con política", expresó, con razón, un hombre del poder.
El ex diputado Fernando Chironi -ícono en Río Negro de la UCR orgánica- tendió una mano. Habló de lejanía con la intervención, pero se mostró cercano en la intermediación. Pos-elecciones, un contacto registra Chironi desde el radicalismo autóctono: un llamado en enero del ministro José Luis Rodríguez. Fue una aproximación.
El radicalismo rionegrino sufre esta orfandad partidaria. Sin política, la caída de la intervención exigirá meses y no hay demasiado tiempo si, por lo menos, se pretende evitar una mayor dispersión y desmovilización interna. Quienes tienen ese juicio llegan con su receta: avanzar mientras tanto con el partido provincial. Esa conclusión altera ánimos.
Este cuadro radical se replicará en Bariloche. ¿Servirá para la reconstrucción de lazos partidarios, o la diáspora interna proyecta otro destino?
La dispersión andina no facilita nada. Ni Marcelo Cascón ni Hugo Castañón están dispuestos a resignar -gratuitamente- sus postulaciones. El gobernador insiste en su prescindencia. Lo reiterará mañana cuando reciba a una multitudinaria comitiva de dirigentes andinos. Hay quienes -como el vicegobernador Mendioroz- recomiendan a Saiz que asuma un papel más activo. El gobernador rechaza esa fórmula. Calló también cuando el legislador Daniel Sartor le sugirió que se le brindara otro rumbo a Castañón, que sería un ministerio de Turismo.
Todo marcha a "una interna peculiar", todavía sin estructura y con posibilidades crecientes de un escenario final de varios candidatos radicales, con múltiples signos partidarios.
Saiz se resiste a escarbar en esas dificultades. "Todo Bariloche es complejo, no sólo los radicales", repite desde Viedma.
Ese temor ya se traduce en sus visitas. El promedio de Saiz no llega a la media docena de presencias anuales en esa ciudad. Aun en campaña, el año pasado concurrió en cuatro ocasiones, según nuestro archivo. Un gobernador debe tener seguridad y comodidad para movilizarse, repiten -con sensatez- los suyos para justificar la compra del Audi A6 por 75.000 dólares. En Saiz, aquel promedio derrumba ese argumento.
Hace algunos días, el gobernador escuchó las razones de los empresarios barilochenses contra el incremento del Impuesto Inmobiliario, a partir de la actualización de los valores de sus inmuebles. El reclamo llegó por otro andarivel: las nuevas valuaciones sumergen tributariamente al sector en el pago de Bienes Personales, que se paga a partir de los 305.000 pesos. Es decir, los empresarios querían menguar el impacto del tributo nacional y pretendían la complicidad provincial. Saiz quedó en un laberinto. Se creó una comisión, aunque su margen de maniobra es acotada si se mantiene el régimen de valuación inmobiliario. Un camino impensado sería facilitar un plan evasor.
El debate salarial con la Unter se instalará definitivamente.
Otra cotidianidad de gobierno. Todo mientras volvió la política a sus fuentes partidarias, pronosticando que será más imprevisible que su esencia cuando se introduzca en la vorágine de los próximos tiempos.
ADRIÁN PECOLLO
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