El "pase" político del año -el del economista y ex candidato presidencial Roberto Lavagna al PJ que está armando con destreza Néstor Kirchner para resguardar las espaldas de su esposa, la primera mandataria Cristina Fernández-, sacudió los arcos de los que, con otros equipos, bregaron por el mando nacional el 28 de octubre. Momentáneamente, al menos, esos objetores de la hegemonía K quedaron sin defensa y expuestos a la goleada.
Lavagna, el tercero más votado, apuntó tardíamente que no compartía el énfasis opositor de la UCR oficial, dañada y preocupada en las actuales instancias por preservar en su pedestal de prócer a Raúl Alfonsín. Aclaró el ex ministro que sólo había planteado alternativas y que ahora -pasada la elección y en minoría-, las someterá a la consideración de la mayoría de sus verdaderos compañeros en el resucitado justicialismo, que se apresta a consagrar en la jefatura partidaria al político que llegó desde las frías tierras patagónicas sin que nadie diera dos pesos por él y ganó el centro de la escena al cabo de cuatro años y medio de confrontador mandato.
Recuperado Lavagna -en honor a la verdad siempre se declaró peronista e incluso cantó "la marcha" provocando la urticaria radical-, concentrados Mauricio Macri y Hermes Binner, en demostrar que son buenos gestores en la Capital Federal y Santa Fe, las mayores expectativas para contrarrestar el eje dominante recaen en Elisa Carrió.
La conductora de la Coalición Cívica no tiene responsabilidades ejecutivas -una de sus seguidoras, Fabiana Ríos, administra Tierra del Fuego en sintonía con la Casa Rosada- y encara el desafío de exhibir que su prédica no se detiene en lo testimonial. Se encerró en los últimos días: prepara una estrategia capaz de convocar a los defraudados con Lavagna, un técnico prestigioso que terminó blanqueando la vuelta al redil de lo poco que quedaba del viejo aparato bonaerense, con la venia explícita de Eduardo Duhalde, para dar certeza a la premisa "todos unidos triunfaremos".
La "invitación" de Kirchner a Lavagna sorprendió también a los radicales K que reclamaron el paso al costado de Gerardo Morales ("me van a sacar con los pies para adelante", replicó el jujeño) e intentarán hacerse de las riendas de la UCR para darle nuevos bríos a la nonata concertación plural, que en poco se parece a la chilena "¿Concertación o concentración de poder?", juegan con las palabras los peronistas poco dispuestos a ceder espacios. No es esto lo que piensan el vicepresidente Julio Cobos ni el subsecretario de Relaciones Institucionales de la Cancillería, Horacio Quiroga. El ex intendente de Neuquén dice, a quien quiera escucharlo, que hay falencias y problemas en la segunda etapa K y que cuando la presidenta Cristina Fernández se decida a hacer los reajustes, habrá un ingreso masivo y cualitativo de correligionarios. Una suerte de tercer movimiento histórico, en cuya elaboración fracasaron Alfonsín y Carlos Menem.
"Hay un sector del radicalismo -denunció "Pechi" Quiroga- que quiere convertirse en especialista en oposición, como si fuera una carrera de posgrado similar a la del cirujano. Lo perverso y morboso, y esto lo sabemos peronistas y radicales, es que cuando uno gana, el otro tiene por objetivo hacerlo fracasar. Y así venimos, de tumbo en tumbo...".
Esa fórmula viciosa impera hoy en el radicalismo, con distritos intervenidos, expulsados y sancionados. Próximo a concluir su período al frente de la convención nacional, Adolfo Stubrin hace un modesto "mea culpa", pero no reniega de los mecanismos de control constitucionales a cargo de una fuerza opositora.
"Hay fragilidad y tenemos graves dificultades. Estamos dispuestos -admitió- a hacer una convocatoria amplia con sentido de pertenencia para elegir nuevas autoridades y definir el rumbo. Pero debemos ser coherentes y aceptar los resultados internos. Si a mí me derrotan, lo apruebo y me quedo adentro, no voy a traicionar como hizo Lavagna. No es posible dar libertad de acción absoluta, sino cualquiera haría cualquier cosa".
Los radicales tienen heridas profundas. Se cuenta por caso en el Comité Nacional que Miguel Saiz y Pablo Verani le prometieron el año pasado a Alfonsín que los "esperara" hasta después de la elección provincial, aunque luego en la nacional "cumplieron la palabra... con Kirchner".
Así las cosas, habrá que ver el papel de Lavagna, constreñido en principio al ámbito partidario. Sin embargo, un alto dignatario K señaló a "Río Negro" que además de darle cohesión al justicialismo en expansión, su asesoramiento económico será muy importante y no habría que descartar su impronta en el terreno internacional, para dar seguridades externas tanto en Europa como en los Estados Unidos, amigos a partir de barrer debajo de la alfombra el caso Antonini Wilson.
La reconstitución del Partido Justicialista como tal -fenecida la experiencia transversal sin el "despreciable pejotismo"- es un llamado de atención a otras agrupaciones para integrarse y darse vitalidad tras la triste experiencia del "que se vayan todos" del 2001.
"Nadie puede invocar su propia torpeza", incitan desde el gobierno nacional.
"En el camino hay muchas curvas peligrosas", anotició el rionegrino Saiz.
Macri se está asentando en su poltrona porteña, se acomoda y "empieza a dominar las fieras". "Lilita", a la que desde el oficialismo se le augura un final calamitoso, tiene por delante la generación de una esperanza de país con los pies en la tierra.
Los argentinos no son fáciles. Para los primeros días de marzo, el camionero Hugo Moyano, titular de la CGT, piensa llenar con 20.000 personas el estadio de Deportivo Español, para demostrarle a los Kirchner que es el gremialista que tiene la mayor capacidad de movilización y que hicieron lo correcto en no darle la personería jurídica a la CTA.
ARNALDO PAGANETTI
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