El interés mundial por la serie de primarias que están celebrándose en Estados Unidos no se debe sólo a que está en juego la presidencia del país que, a pesar de todos sus muchos problemas, sigue siendo el más poderoso de todos. También se debe a que los precandidatos tienen que enfrentarse en debates públicos en que se ven obligados a defender sus respectivas propuestas e intentar desacreditar las de sus adversarios, un espectáculo democrático que por cierto no fue brindado por la campaña electoral que el año pasado culminó con el triunfo fácil de la actual presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Por lo demás, el que la contienda se asemeje bastante a un torneo deportivo ha contribuido a que en cierto modo tomen partido incluso aquellas personas que raramente se preocupan por las vicisitudes políticas ajenas. Desde el punto de vista de los muchos que piensan así, John McCain ya es uno de los finalistas, pero aún es incierto el resultado de la semifinal rencorosa que están disputando Hillary Clinton y Barack Obama.

En efecto, para sorpresa de los muchos que creían que la lucha interna en el Partido Republicano estadounidense sería larga, dura y sucia, ya parece inevitable que su candidato presidencial sea el senador McCain. En cambio, la interna demócrata, que se suponía sería un trámite casi automático, sigue siendo sumamente reñida. Luego de las primarias del "súper martes", Clinton lleva una ventaja estrecha sobre Obama pero ha dejado de ser la favorita absoluta que era hasta hace apenas un par de meses. Si bien Clinton aún podría derrotar a su contrincante, la batalla entre los dos ha sido mucho más feroz que la de McCain con el mormón Mitt Romney, el que, resignado a su derrota, hace poco optó por abandonar la carrera. Mientras que la oposición virulenta a McCain del ala más conservadora del Partido Republicano podría ayudarlo a conseguir los votos de los independientes, las diferencias entre la ex primera dama y el aspirante de raza mixta son tales que no hay ninguna seguridad de que los simpatizantes del eventual perdedor acepten respaldar al ganador en las elecciones presidenciales de noviembre. Si no lo hacen, un republicano podría suceder a George W. Bush en la Casa Blanca a pesar de que una amplia mayoría de los norteamericanos dice sentirse más afín al Partido Demócrata.

Desgraciadamente para los demócratas y, tal vez, para Estados Unidos en su conjunto, el enfrentamiento de Clinton y Obama tiene poco que ver con sus propuestas y mucho que ver con lo que presuntamente representan. En términos generales, puede decirse que Clinton disfruta del apoyo de los feministas que creen que ha llegado la hora de poner fin al predominio político masculino, los hispanos, los obreros que sienten nostalgia por la prosperidad y la sensación de seguridad económica de la década de los noventa, los activistas partidarios y quienes tienen más de 50 años. Por su parte, Obama es respaldado con pasión por los negros que por primera vez ven la posibilidad de que un hombre de piel oscura conquiste la presidencia de su país, los blancos jóvenes y los progresistas de la clase media acomodada que se sienten atraídos por su énfasis en la necesidad de un "cambio" y su convocatoria de reemplazar el cinismo existente por la esperanza.

Por las diferencias de género y de etnia, en Estados Unidos se habla mucho de "la política de la identidad", una variante que en todas partes estimula la intolerancia. Aunque antes de calentarse las primarias demócratas los Clinton eran considerados casi como negros honorarios, últimamente han sido acusados de racismo a raíz de la intervención del ex presidente Bill Clinton en Carolina del Sur, donde minimizó la importancia de la victoria de Obama atribuyéndola a la solidaridad hacia él de la nutrida comunidad afronorteamericana de aquel estado. En un intento de responder, algunos partidarios de Hillary insisten en que, si todavía no ha logrado la candidatura que supone suya, será porque es una mujer. De intensificarse en los meses próximos, la interna podría resolverse con una victoria a lo Pirro de uno de los dos, que a buen seguro sabrían aprovechar los republicanos. En tal caso, siempre y cuando no tenga problemas de salud, el veterano de guerra McCain tendría una gran posibilidad de ser el próximo presidente de Estados Unidos.