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–Lisandro de la Torre decía que la Casa Rosada era una molienda de gente, de sociedades, de intereses; que ahí se molía la Patria y etcétera, etcétera –reflexiona este diario y Parrilli acota: –Tardé semanas en conocerla, en llegar a cada uno de sus recovecos... me contaban esto de aquí y esto de allá... ¡mierda, cuánta historia metida entre estas paredes! ¿No? Abogado. Casado. Cuatro hijos; entre ellos, una contadora y un chef. Peronista ya de los primeros pañales, Oscar Parrilli siempre recuerda los “lindos, muy lindos tiempos de los rionegrinos con que compartí y viví en tiempos de la UBA... el “Gringo” Soria –había que bancar al “Gringo”–, “Tito” Gadano, Eduardo Rosso, Fernando Chironi...”. Al menos el martes pasado, Oscar Parrilli estaba orgulloso del brillo que le había sacado o le habían sacado a sus negros zapatos. Estira las piernas, los mira. Tuerce los pies para perfilar la suela. Confirma lo impecable del trabajo. Brillo maniático. Propio de las guillerminas que usaba aquel Luis francés cuyo hobby era hacer llaves y cuyo último paseo fue rumbo a la guillotina. –¿Cómo es la Casa Rosada con perfume de mujer? –¿Cómo es? No ha cambiado mucho, no. Sí, algunas cosas han cambiado, pero no, no... no han cambiado; sí, claro, algo ha cambiado... –Discúlpeme Parrilli, no quiero salir de aquí embarullado. Acláreme algo... –Hay cambios más bien formales, cuestiones de manejo personal que no hacen a lo político... estilos. Ni Néstor Kirchner durante su mandato ni la presidenta ahora hacen de la Casa Rosada el punto clave para el ejercicio del poder, la toma de decisiones. Cuando no se quedaba en Olivos, él llegaba alrededor de las 8; la presidenta viene un poco más tarde. Por supuesto, todo depende de la agenda. Él, a media tarde ya se iba; ella no, se queda hasta que las velas no arden. –En eso de llegar al lugar de trabajo cuando el sol está alto, el matrimonio Kirchner no tiene nada de peronista, ¿no? –¿Por qué lo dice? Ah, sí... Perón madrugaba... –Sí... decía que para llegar a general había tres condiciones fundamentales: levantarse temprano y tener buena salud y algo de suerte. Volvamos al ahora. ¿En relación con su cargo de secretario general de la Presidencia, ¿cómo fue él, cómo es ella? –Algo distintos. –¿Puede ser más generoso en la respuesta? –¡Sí, hombre! Mire, creo que él no tiene predisposición al trámite burocrático propio de la gestión; el papeleo, dicho vulgarmente. Él podía estar o no encima de estas cuestiones; en cambio, la presidenta es... es... –¿Más abogada? –Sería una forma de reflexionar el tema, sí, sí. Lo noto en el número de informes que me solicita, por darle un caso. Se informa mucho, es minuciosa a la hora de informarse. Llega rápido a lo esencial. Él mediatiza mucho desde la política –¿Qué infiere de esas diferencias de estilos? –Intelectos distintos para con cuestiones que hacen a la gestión burocrática del gobierno. No más. –O sea que con Cristina usted trabaja más. –Acá se trabaja todo el día a troche y moche, que no sé bien lo que quiere decir pero creo que sirve para el caso. Esta secretaría es una especie de obrero del gobierno. –Conmovedor. –Créame... ¡no tenemos un paquete, tenemos un paquetón! Desde la cerradura de Balcarce 50 a la de Olivos, pasando por la Casa Militar, la seguridad de la presidenta, los viajes, los jardines de allá y de acá... las margaritas de un macetón del Patio de las Palmeras que se secaron un amanecer no se sabe por qué motivo... ¡todo! ¡Que los cuadros, que los bustos, que el Museo de la Casa de Gobierno, que los plumeros que compramos la semana anterior no aguantaron la tensión política y se desplumaron en dos días! ¡Todo! ¡Por acá pasa todo! La relación con los movimientos sociales... y bueno, un desempeño en el que tenemos aciertos, errores. Nadie gobierna sin culpas dijo alguien, ¿no? –Un francés positivamente cínico... pero este gobierno no es proclive a la autocrítica. –Sí que lo es. Cosa muy diferente es que salgamos a flagelarnos públicamente. –De todos los cometidos, y sin que implique comparación o valoración de hechos, ¿qué error cometió el gobierno y que fuera estéril? –No sé... no sé. Misiones, sí, sí, Misiones. No puedo entender cómo nos jugamos detrás de un proyecto que no cuadraba... estaba en la naturaleza del cuadro que no entraba. –¿Y por qué jugaron tan fuerte? –Lealtades, sistema de lealtades para con el proyecto de Rovira. Suena el teléfono. Parrilli se estira. Nueva inspección al lustre de sus zapatos. Escucha. Responde. –Sí, sí, claro, los granaderos, claro. Okey. Hasta luego. –¿Qué pasa con los Granaderos? No me diga que se sublevaron y rodean la Rosada... –¡No! ¡Pero ahí tiene: el Regimiento de Granaderos, en tanto custodia del presidente, también tiene que ver conmigo! Custodian la Rosada y Olivos... aquí y allá, día y noche, hay secciones del regimiento. Oficiales, suboficiales, tropa... ¡cuando llegamos era un desastre! –¿Qué era un desastre? Mire que la historia de los granaderos computa un único desastre, Cancha Rayada. Ahí los gaitas los tomaron durmiendo y... sí, un desastre. –Desastre en cuanto a las condiciones en que estaban aquí los granaderos. Comían un rancho cuartelero con una bandeja, sentados donde podían en un cuchitril que les servía de comedor. Ahora comen en el comedor de todo el personal... dignamente, no como si estuvieran en guerra. Las dependencias donde dormían se parecían a esas fotos de las trincheras de la Primera Guerra... oscuras, apiñados, todo cerrado. Estamos mejorando todo eso. –Bueno, el ejercicio del poder por parte del kirchnerismo tiene mucho de cerrado, de conventual: unos pocos en la mesa redonda deciden sin dar mayores explicaciones, ¿o no? –No es así... conventual en todo caso es cierta derecha que no volverá jamás a gobernar la Argentina. –¿Cuál es esa derecha? –La derecha asesina, la derecha estigmatizadora de lo distinto, la derecha que disfrazada de liberal no fue nada más que expresión del más puro y reaccionario conservadurismo; la derecha que se asustó con los radicales en el ’16 y los definió de “chusma”, la derecha que habló de los “cabecitas negras”, la que en el fondo no puede disimular su miedo al hombre común, a las mayorías. –A lo largo de la historia radicales y peronistas demostraron que están plagados de esa derecha, ¿o no? Lo dice la historia... –Pero con independencia de la existencia de esos planos, la naturaleza de ambos movimientos fue democratizar el sistema político; cada uno a su tiempo lucharon por ampliar la participación, por integrar cada vez más gente al sistema... no le tuvieron miedo a la gente, que es su razón de ser. De todas maneras, en Argentina se va a conformar un movimiento de centroderecha... esa naturaleza democrática, importante, necesaria. En alguna medida, nosotros mismos estamos ayudando a que se conforme ese espacio. –¿Cómo es eso? –¿Y qué cree que harán Mauricio Macri, Ricardo López Murphy, Elisa Carrió? Armar un movimiento de centroderecha ante nuestro avance. Es natural, legítimo, y ellos son gente de la política; podremos coincidir o no con ellos, pero tienen ideas, experiencia, ganas de crear una alternativa. Y bueno, así es este baile. Será muy buena para el sistema político argentino la existencia de dos fuerzas de distinto signo ideológico... ¡es lo que nosotros estamos promoviendo: que los partidos se remocen y jueguen en el lado que quieran! En el peronismo ya estamos abriendo brecha para ser uno de los polos de uno de esos movimientos... cada uno que se haga cargo de lo que le corresponde; son elecciones. Nosotros avanzamos decididamente, no dude. Queremos seguir en el poder y es legítimo que otros sectores de la vida nacional quieran ganarnos y llegar al poder. Está en la naturaleza de la política, ¿no? Suena el teléfono. Parrilli mira al periodista: “Olivos” , dice... A puro remo o bicicleta Los domingos se lo suele ver a puro remo pasar rampante junto a la intrépida fragata “Uruguay” y, 300 metros más abajo, rozar la banda de estribor de la madura “Sarmiento”. Escenario: los docks de Puerto Madero, lugar que Oscar Parrilli suele elegir para despuntar una de sus pasiones: el canoaje. –Me calzo un gorro “Pochito” pero al estilo Swat y les doy y doy a las paletas... me saco de encima toda la semana que tuve. ¡Hablo solo, canto, silbo! Ahí soy yo y yo... ¿muy freudiano lo mío? ¡Porque hay que estar acá adentro! También hago bicicleta... y ahí sí, en bici uso el “Pochito” con la visera para adelante... ¡como el general en la motoneta! ¿Se acuerda? Y cuando vuelvo el lunes a la Casa Rosada, ¡soy una fiera! –acota.
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