WASHINGTON (AP).- En el viaje de la secretaria de Estado Condoleezza Rice a Medellín esta semana parece haberse confirmado que el Departamento de Estado ha decidido evadir la invitación al juego de la retórica que suele tenderle el presidente Hugo Chávez o, al menos, guardar moderado silencio.
Rice hizo todo lo posible para mantener el tema a raya cuando fue preguntada dos veces en 24 horas qué le parecían los más recientes ataques del venezolano a Álvaro Uribe y, de paso, al gobierno del presidente George W. Bush que considera al presidente colombiano su mejor aliado en Sudamérica.
La primera vez, en el avión que la llevaba a Medellín, Rice dijo: ``Dejemos las relaciones de Colombia con Venezuela a Colombia'', y habló más bien de la firmeza de Bush de honrar todos sus compromiso con Colombia, incluida la dura gestión legislativa del tratado bilateral de libre comercio.
En la segunda, en una rueda de prensa final con Uribe y el congresista demócrata Eliot Engel en el Grupo 5 de la Fuerza Aérea Colombiana, afirmó: "Ya he contestado la pregunta", cuando el reportero le insistió que hablara de Chávez luego de una respuesta que subrayó sus buenas relaciones con los presidentes centro-izquierdistas de Brasil, Uruguay y Chile.
El subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental, Thomas A. Shannon, puede ser el artífice de esa moderación.
Desde que asumió en 2005, el diplomático de carrera ha tratado de evitar en lo posible el lenguaje irritante para Chávez que había caracterizado a su predecesor, Roger Noriega.
A insistencia de un reportero para que le diera connotación geopolítica al viaje que Rice haría el jueves y viernes, Shannon se centró, una vez más, en Colombia afirmando que Estados Unidos miraba al futuro porque "una Colombia exitosa le cambia la cara a Sudamérica".
Incluso cuando Chávez pidió el reconocimiento internacional político de las FARC después de la liberación de dos rehenes a comienzos del mes, el Departamento de Estado reaccionó como si no le hubieran pisado un callo.
Dijo que no veía motivos para quitarle la calificación terrorista y narcotraficante que le puso a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia hace casi dos décadas y evadió la retórica contra Chávez.
En el más reciente incidente, Chávez denunció ante la OEA horas antes del viaje de Rice una "agresión del imperio", refiriéndose al comentario del zar antidrogas de Bush, John Walters, quien le llamó "facilitador" del narcotráfico.
Estados Unidos respondió moderadamente: dijo que una crítica sobre el flujo regional de drogas no era una agresión y que la nueva estrategia antidrogas que expuso coincidentemente Venezuela parecía "positiva".
Si sigue la tendencia a la moderación, moldeada aún más por persistentes mensajes de Shannon de dialogar con Caracas, Chávez puede estar perdiendo en la Casa Blanca un blanco para sus dardos antiestadounidense. Le quedaría solamente el Congreso, pero allí hay de todo: tiene quienes lo defienden, otros que lo critican con alguna fuerza y un tercer grupo que lo ve como representante de una posición regional insoslayable.
Los del primer bloque son mayormente aquellos de jurisdicciones electorales que se han beneficiado de donaciones de Chávez de petróleo de calefacción.