JORGE VERGARA
jvergara@rionegro.com.ar
Decididamente fantástico. No sé de qué otro modo definir la imagen. Miles de argentinos de pie aplaudiendo después de un comienzo por demás frío, debe ser conmovedor.
Es que empezó una de las noches de Cosquín con muchísimo ritmo, con ese que ponen los riojanos cuando la chaya se apodera de ellos y no era fácil contrarrestar eso. Y empezó como para que a los cuatro o cinco temas se fuera del escenario porque no lograba respuestas de la gente. Se iría sin pena ni gloria.
Ni más ni menos que fiel a su estilo, Abel Pintos se apoderó después de mucho trabajo de una de las noches de Cosquín en la que después de diez años de visitar esa tierra, logró que el público de la plaza Próspero Molina lo despidiera de pie y le pidiera otra y otra. Terminó de cantar su tercer tema, con ese estilo que mezcla canciones propias con algo de folclore, con esa voz privilegiada y se encendieron las luces del escenario por completo. Dijo gracias y la respuesta fue un escalofriante silencio.
Miró a los costados, se frotó las manos y volvió a intentarlo. Y mejoró de inmediato la respuesta, sobre todo del público joven que se conoce todos sus temas.
Pero la consagración llegó de la mano de un tema viejísimo, El Antigal, que cantó a capela, con apenas una luz en toda la plaza que sólo lo alumbraba a él. Una brillante interpretación con personalidad, distinta a las que se conocen y con mucha fuerza y emoción. El Antigal se apoderó de Abel Pintos y Abel Pintos se adueñó de la noche de Cosquín, que le dio más de una hora para conquistar un público difícil acostumbrado a zambas y chacareras muy tradicionales.
"En tus viejos brazos se quedó el ayer, Rescoldo del alma arisca que se fue, El tiempo en tus manos sola, Quedó tendido sobre la luz.
"Sangre reseca de la mañana, Llorando siglos a la voz del sol, El grito Inca estremeció el dolor. Silencio descalzo por tu cuerpo va, Las piedras al viento le roban la sal, Los grillos duermen la tarde, Oro desnudo del cerro atrás.
"Calló la boca de tus noches, El oscuro acero de tu negra piel Para dormirse entre la soledad".
Hasta allí llegó Abel Pintos cuando arrancó el primer interminable aplauso del público que dejó de mirar a otro lado para distinguir al bahiense que ni siquiera tomó aire y siguió con la interpretación, que le sirvió para mirar con cara de revancha al final de la noche. Fue decididamente brillante, su noche, la mejor por muchísimos años.
Otro que llegó sin estridencias, con apenas una guitarra y con ropa informal. Pelo largo, se sentó y empezó a cantar con un estilo muy particular. Es Rafael Amor, hombre de decir verdades. Parecía un comienzo apagado, tal vez aburrido. Cargado de recuerdos tristes, de reminiscencias.
Pero también, zorro viejo para los escenarios, aunque desconocido para muchos de los que poblaron Cosquín, recibió una tibia respuesta traducida en pocos aplausos.
Y apeló a los recuerdos, a la infancia y habló del patio, de las comidas de su madre, de mil cosas y fue enganchando al público que llegó a ponerse de pie cuando una balada, creo que es una balada, dedicada a un perro, despertó todos los aplausos. Coronó su noche con la compañía de sus hijos que sacaron a la luz sus voces cargadas de calidad.
Este es el otro Cosquín, que también va más allá de los de siempre y muestra espectáculos de jerarquía.