A casi 500 años de haberlos volcado en el papel, los consejos de Maquiavelo siguen vigentes. El florentino instó al príncipe a que si no lograba ser amado, procurase ser temido. Escribió que si se veía obligado a hacer un daño, éste debía ser contundente y rápido para que se olvidara pronto. Y, a la hora de promover un bien, tratar de dosificarlo a paso cansino, para que el pueblo lo tomara como una felicidad duradera.
En estos tiempos de crecimiento y crisis -por primera vez el gobierno nacional asumió las dificultades energéticas al lanzar un plan de racionalización-, los dirigentes que asumieron en diciembre tuvieron 30 días para acomodarse e ir creando un estilo propio.
La presidenta Cristina Fernández dio fuertes señales de continuidad con el proyecto iniciado por su marido Néstor Kirchner, en mayo de 2003. Mantuvo la mayoría del elenco, incluso a funcionarios cuestionados como Julio De Vido y Ricardo Jaime. Si había un libreto previo, quedó momentáneamente de lado por el pleito abierto con Estados Unidos a raíz de la investigación judicial en Miami que podría develar para dónde iban los 800.000 dólares que, en forma ilegal, entró en la Argentina el entonces "valijero" amigo Antonini Wilson, señalado hoy desde la Rosada como un agente norteamericano.
En contra de lo programado, Kirchner no dejó los primeros planos y salió en defensa de Cristina. La apoyó, inflamado en la denuncia contra el "operativo basura" de los Estados Unidos. En ese tránsito, sobrevino la misión humanitaria para rescatar a rehenes de la FARC, en Colombia, que fue un fiasco en primera instancia porque la guerrilla no tenía al niño Emmanuel, pero luego culminó exitosamente merced a la tozudez del presidente venezolano Hugo Chávez.
Cristina, sin apartarse en esto de su marido, atacó comentarios de "periodistas estrellas", los mismos a los que distingue con entrevistas exclusivas. "Vamos por más, más allá de los escribas", los trató despectivamente al anunciar que ahora, siguiendo los ruegos del presidente francés Nicolas Sarkozy, se tratará de lograr la libertad de Ingrid Betancourt y los otros cautivos en la selva.
"Lilita" Carrió, la segunda más votada en octubre, desistió de contemplar el mar durante los tres meses de verano y se puso a pivotear la oposición en el rol que más le gusta: aguijón de los poderes constituidos.
Así, vaticinó que Cristina estaba "inhabilitada" para viajar a España y Suiza a raíz de los recientes "papelones" internacionales. Por supuesto, en la Rosada no se iba a admitir semejante argumentación, pero lo cierto es que la presidenta resolvió no ir al foro económico mundial de Davos ni a una reunión sobre civilizaciones organizada por su aliado socialista José Luis Rodríguez Zapatero y a la que había sido invitada por el rey Juan Carlos I.
Carrió irrita al kirchnerismo. Relajada, trabaja para fortalecer y ampliar la Coalición Cívica. No quiere volver a ser candidata aunque no lo dirá públicamente para no contrariar a los que desde su sector sostienen que esa posibilidad es lo que favorece el desarrollo de la alternativa para 2011. Sus fichas están puestas en el ex titular del Banco Central, Alfonso Prat-Gay. "Tiene sensibilidad y se preocupa por la gente y, en 2009 (como aspirante al Congreso), debería dejar de lado su costado de técnico en economía".
Aun repudiada por el ministro del Interior, Florencio Randazzo y su ex subordinada y actual ministra de Salud, Graciela Ocaña, "Lilita" deja abierto el crédito a Cristina. Le reclama que se diferencie de su marido y que "eche" a los sospechados de corrupción.
Se bambolea "Lilita" cuando fiscaliza al jefe de gobierno porteño Mauricio Macri y, al mismo tiempo, lo apoya en la Legislatura porteña para intervenir la obra social de los empleados municipales, manejada por gremialistas mañosos y enriquecidos.
Presume que Macri, a pesar de sus buenas intenciones, pactó debajo de la mesa con los sindicalistas. Se verá en unos meses. Al respecto sorprende, al menos, el silencio de Amadeo Genta y del jefe de la CGT, Hugo Moyano. El primero, en privado, comentó que "si a Mauricio lo hace feliz decir que ganó, que lo diga, pero la verdad es que nosotros le torcimos el brazo".
Está a la vista que Macri decidió romper con sindicalistas, que han resistido todas las administraciones -civiles y militares- y están muy desprestigiados en la ciudad de Buenos Aires.
La táctica en apariencia de colisión lo distingue del kirchnerismo, que ahí no se metió. Sin embargo, no es inocente: hizo los deberes del asesor ecuatoriano Durán Barba, quien lo animó a enfrentarse con los sindicatos, para hacer olvidar el malhumor de los porteños por los aumentos en la tasa de alumbrado, barrido y limpieza (ABL), lógicos en general y en algunos casos desmesurados.
En otros arcos distintos a los del gobierno, hay figuras con proyección que cultivan la gestión eficiente, sin tanta propaganda mediática. Es el caso del gobernador socialista de Santa Fe Hermes Binner, a quien escucha desairar rivales como Cristina, Carrió o Macri.
El radicalismo va navegando en distintos barcos. Algunos K ya están en puestos nacionales y otros rumian su bronca. Roberto Lavagna emite de tanto en tanto algún comunicado y Ricardo López Murphy, dirigente honesto y capaz, se apartó de la escena.
"Ricardo se equivocó. Le acepté el acuerdo que me propuso y luego se asustó y fue para atrás. No quiso fracturar con Macri y al final toda su gente me votó a mí", señaló Carrió, en una instancia más madura de su carrera.
ARNALDO PAGANETTI
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