BUENOS AIRES (Télam).- "Gorda", la obra de Neil Labute que se estrenó esta semana en el Paseo La Plaza, de Buenos Aires, con dirección de Daniel Veronese, tiene un título engañoso porque el tema de la obesidad no es más que un pretexto para hablar de la discriminación y, sobre todo, de la cobardía y de los miedos.
Cobardía por no ser capaz de asumir en plenitud la vida que elegimos y el miedo a no ser lo que los demás quieren que seamos en lugar de aceptar lo que realmente somos.
Con una estructura casi cinematográfica, la acción dramática se desarrolla a través de una sucesión de escenas claramente diferenciadas, pero resueltas por un mecanismo escenográfico que hace posible la continuidad, sin rupturas ni apagones que atenten contra el ritmo de este espectáculo.
La historia es simple, no es más que una historia de amor que se ve perturbada por las apariencias y el qué dirán. Un hombre (Gabriel Goity) conoce a una mujer obesa (Mireia Gubianas), se enamoran y encuentra la felicidad.
Pero en medio de esa realidad tan humana y casi obvia irrumpe el entorno.
Este hombre, Tommy, resulta ser un próspero ejecutivo de una empresa donde tiene como compañero a Nacho (Jorge Suárez), un supuesto amigo que hace del humor y de las bromas una de las armas más eficaces y crueles.
También aparece Juana (María Socas), una joven que sigue a ultranza los cánones estéticos de la época y no concibe que pueda ser rechazada por Tommy.
En ese entorno, el enamorado pretende conservar en secreto su relación porque teme a la reacción de sus compañeros cuando conozcan a Helena.
La curiosidad ante los cambios en la vida y la conducta de Tommy se torna en despiadada indagación hasta que termina por conocerse y hacerse pública la verdad.
Helena pasa a ser para todos "la gorda" y el prestigio de Tommy ante sus pares se ve cuestionado, además se suma el violento despecho de Juana.
¿Como asumir la vida que uno quisiera elegir en medio de las burlas?
¿Cómo defender la felicidad por fin encontrada en medio de la descalificación general? Para eso se requiere un valor del que Tommy carece.
Sólo tiene lugar el miedo de ser algo que los demás no esperan de uno y aceptar, a pesar del terrible costo, la presión social que nos lleva a ser alguien extraño a nosotros mismos.
La actuación de la actriz española Mireia Gubianas deslumbra por su simpatía contagiosa, por la desinhibición que le permite mostrarse en ropa interior en una escena de juegos eróticos o en traje de baño con una naturalidad que la hace atractiva.
Excelente en la vasta gama de sentimientos por los que transita el personaje a lo largo de la pieza y en la conexión que logra con los demás actores.
Goity y Suárez compiten en un nivel de actuación al que ya tienen acostumbrado al público.
El primero, inmejorable en la lucha interna contra una cobardía que no puede superar, en eterna duda ante lo que quisiera y lo que realmente puede; y Suárez contundente en la composición de un ser casi execrable que no deja de resultar simpático.
Socas no se queda atrás en la composición de una mujer que hace del "parecer" una meta de vida y desemboca empujada por el despecho en una histeria irrefrenable.
Detrás de todos ellos, se hace evidente la mano de Daniel Veronese que supo sacar lo mejor de cada uno de los actores y crear un espectáculo donde surge naturalmente la risa del espectador, pero que inexorablemente desemboca en una reflexión que borra la sonrisa y obliga a mirarse en el espejo.